Ya eran las ocho de la tarde del día de nochebuena y mi hermano pequeño Izan, no tenía otra cosa que hacer, que venir a molestarme invadiendo mi habitación. No era suficiente que me tuviera que quedar en casa por la “puñetera” pandemia y perderme la fiesta de esta noche, que había organizado el chico que me gusta en su increíble y lujoso chalet, que también me tocaba aguantar al pesado de mi hermano saltando sobre mi cama.
— ¡Vete de mi cuarto enano!
— ¡Venga Jessi! Mama y yo vamos a preparar unas ricas galletitas de chocolate con forma de arbolito de Navidad para Papa Noel.
— Me alegro por ti…
—Anda porfa, vente a ayudarnos.
—No me amargues más la existencia ¡Vete ya de mi cuarto!
Volví a colocarme los auriculares y a atender mi teléfono móvil con la esperanza de que ignorando al enano, se marchara.
24/12 a las 20:05 :
¡Hola jessi!
¿Qué haces, tía?
¿Vendrás esta noche a la fiesta de Rober?
24/12 a las 20:06 :
Pues nada, qué voy hacer… agobiada
No me dejan ir…
24/12 a las 20:07 :
¿Cómo que no te dejan ir?
¡Tienes dieciocho años! Puedes hacer lo que te dé la gana.
24/12 a las 20:08 :
Ayer tuve una discusión monumental con mi padre
Me dijo que soy una insensata, que estamos en estado de alarma
Y por supuesto, su típica frase… “mientras vivas bajo mi techo… “bla bla bla”
24/12 a las 20:10 :
Pues vaya rollo…
Rober esperaba que fueras…
24/12 a las 20:10 :
¡No me lo recuerdes!
24/12 a las 20:12 :
Bueno, me voy a ir a arreglar.
Le daré recuerdos de tu parte.
Espero que pases buena noche… ¡Muak!
Deje el teléfono a un lado cuando mi madre llamó a mi puerta.
—Venga hija ¡anímate! Hacemos las galletas y ¿jugamos al juego de mesa, ese que tanto te gustaba?
—Mamá que ya no tengo doce años — contesté mientras me giraba sobre la cama mirando a la pared.
—Eso no importa pequeña, la idea es que pasemos una buena noche en familia.
—Todo sería más fácil si me dejarais ir un rato a la fiesta.
—Ya oíste a tu padre, y en esto tiene toda la razón. Es de sentido común, estamos pasando por una crisis pandémica y tu solo piensas en la fiesta.
—¡Mis amigas si van! — dije muy frustrada — ¡Sal de mi cuarto y olvídame! — En mi mente solo estaba la imagen de Rober.
—Si tienes dieciocho años para ir, deberías tenerlos para comprender la situación — Contestó mientras salía de la habitación — Resulta que al final si vas a tener doce años… — Cerró la puerta tras ignorar sus palabras.
Realmente me sentía frustrada, sentía que me privaban de mí libertad y aunque en el fondo sabía que tenían razón, me daba igual, esta hubiera sido la oportunidad perfecta para, por fin, conquistar a Rober. Llorando, me quedé dormida.
Una intensa luz que se colaba por la rendija de mi puerta, hizo que me levantara extrañada.
Al salir, tras cruzar el pasillo, la estrella del árbol de Navidad parpadeaba fuertemente, obligando a poner mis manos sobre los ojos para evitar quedarme ciega. En la mesa de comedor estaban mis padres y mi hermano. Sonreían mientras jugaban.
—¿Qué le pasa al árbol? Está luz no es normal, va a fundir los plomillos…
No obtuve ninguna respuesta al comentario, es más, ni si quiera me habían escuchado. Era como si no existiera.
Pensé que estarían molestos conmigo, aún así me senté con ellos. De repente, las siluetas de mis padres comenzaron a difuminarse, poco a poco, hasta desvanecerse por completo. Seguidamente, de la misma manera desapareció mi hermano. Asustada, comencé a gritar. No entendía que estaba pasando y comencé a recular sin mirar donde pisaba. Me tropecé contra el árbol y la estrella empezó a parpadear más fuerte que antes, con una luz mucho más intensa.
Una voz en mi interior me hizo entender lo que pasaba:
Atesora estos momentos,
pues tienen fecha de caducidad.
Cuando ellos no estén a tu lado,
te darás cuenta de la realidad.
Ríe y disfruta ahora de ellos,
pues un día, no estarán.
La luz me cegó.
Sofocada y con el corazón latiendo apresuradamente, desperté. Salí de mi habitación, y allí estaban los tres, preparando las galletas.
Abrace a mi padre por la espalda, y le pedí perdón. Besé a mi madre y ella me sonrió. Aguerre al enano y le di un buen achuchón.
Pasamos una noche fantástica, hicimos muchos juegos, y lo pasamos como nunca.
Definitivamente fueron las mejores Navidades que he pasado hasta ahora.