El reloj marco las 6 p.m. y él la esperaba todos los días, ansioso por verla.
Ella entró en la sala, elegantemente lo saludo, hablaron de todo y el nada, él anhelantemente la observo hacer un café.
Al terminar ella sirvió con la gracia de una gacela, una tasa para ella y una para él con el armonioso líquido.
La sonrisa de él crispo al notar tristemente el sonido fuerte de como ella tomaba su bebida, pero era algo de lo que tenía que aún acostumbrarse, era la única forma de verla, mientras con un movimiento tortuoso fue a tomar su tasa, mirando por última vez a su madre, antes de que su tasa y ella desaparecieran con la agonizante luz de la luna.