Es una noche fria pero muy movida en la ciudad. La gigante metrópolis cobraba vida en la noche, iluminada por un sinfín de luces neon que destellaban y parpadeaban en cada rincón. Las avenidas principales se convertían en una paleta de colores vibrantes, donde los letreros luminosos anunciaban los diferentes establecimientos que se alineaban a lo largo de la calle.
Los extravagantes neones verdes, rojos, azules y amarillos creaban un paisaje casi futurista y onírico, sumergiendo a los transeúntes en un mar de deslumbramiento y asombro, mientras hacían compras de noche, comían en restaurantes, festejaban o trabajaban en sus turnos nocturnos.
Los rascacielos, imponentes y majestuosos, se alzaban hacia el cielo nocturno, cada uno de ellos proyectando su propia personalidad a través de sus fachadas iluminadas. Los reflejos de las luces neon bailaban en los cristales de los edificios, creando un espectáculo hipnótico que contrastaba con la oscuridad que los rodeaba. En las calles, la multitud se movía en un flujo constante, como si formaran parte de un ballet urbano. Las personas, vestidas con atuendos modernos, trajes de diseñador, y ropa casual, que se mezclaban entre los destellos de las luces neon, creando una atmósfera de energía y vitalidad.
En los bares y clubes nocturnos, la música electrónica vibraba en el aire, fusionándose con las luces multicolores que iluminaban las pistas de baile. Los cuerpos se movían al ritmo de la melodía, mientras las luces neon resaltaban los contornos de las figuras en una danza enérgica y frenética.
En medio de esta gigante metrópolis con luces neon de noche, se podían encontrar pequeños oasis de tranquilidad. Parques iluminados con tonos suaves y delicados y Templos Budistas donde las personas podían escapar del bullicio y disfrutar de un momento de paz en la ciudad que nunca dormía.
De entre todas las personas de esta gigante y encendida metrópolis, una destacaba de entre el montón. Vestido con un fino traje negro hecho a la medida y una camisa blanca, caminaba imponente de entre todas las demás personas en la movida calle principal, de a lo que ellos llamaban el barrio rojo, un barrio en el que se concentraban un montón de locales para festejar, discotecas, bares y clubes nocturnos, un barrio que en esta ciudad era famoso por su movimiento nocturno y personas importantes, algunos famosos ídolos y otras personas que buscaban solo divertirse o conseguir algún favor.
El frío aire de la noche le golpeaba la cara mientras silbaba fuertemente entre los edificios aledaños. Rodeado por el olor del cigarro de las personas que fumaban a las afueras de los bares y el estruendoso sonido de la música rebotando en sus orejas, el joven se aproximo hasta la entrada de un bar, su fachada era moderna, pero a diferencia de otros lugares, este parecía ser el más tranquilo del barrio, poca gente en la entrada haciendo fila impacientes donde un guardia de seguridad esperaba el turno de los formados, la música no parecía electrónica dentro del inmueble, más bien era relajada, una velada de jazz.
Sin formarse a esperar su turno para entrar, el joven camino con audacia hasta la gran puerta de vidrio del local y sin esperar un regaño por parte del guardia de seguridad este le abrió la puerta amablemente.
- bienvenido, es un gusto tenerlo aquí -
- lo mismo digo yo viejo amigo - le respondió el joven mientras de el bolsillo delantero en su traje un fajo de billetes se asomaba hacia la cara del guardia.
- muchas gracias - dijo el guardia mientras asentía con su cabeza.
El local por dentro era de estilo rústico, todos los acabados y incluso el bar se veían muy lujosos, pero todo estaba hecho de madera. El joven, con entusiasmo, caminó entre todo el tumulto de gente, que veía en un pequeño escenario a artistas Amateur dando un show, tocaban Blues, y a la gente parecía gustarle su música. Lentamente llegó hacía el bar principal del local y tocando un par de veces la barra con su puño llamo al Bartender.
Un rostro conocido salió de debajo de la barra entonces, su piel era color canela, sus labios gruesos y pelo negro, vestía un traje de color gris con una camisa blanca y corbata negra, entre sus labios, pegada, una etiqueta de Soju. Se encontraba haciendo un combinado de licor de manzana y Soju, cuando miro confundido a aquel amigo que hace un par de meses ya no pasaba por dicho lugar.
- ¡No me la puedo creer! - Salió de la boca de Jae Hyun, el Bartender, que casi dejó caer la mitad del combinado que estaba haciendo en la mesa del mostrador.
- Pues ¡aquí estoy! Han pasado meses... -
El Bartender no respondió, simplemente se dedico a saltar la barra del mostrador y abrazar con fuerza a su viejo amigo, para luego tomarlo por el cuello y hacer fósforo con su pelo.
- ¡Querida gente! - dijo gritando lo más fuerte que pudo, llamando la atención de todos los presentes y los que venían entrando. - Hoy estoy de buen humor, gracias a que mi mejor amigo esta aquí ¡hoy la casa invita los tragos! - grito con emoción, seguida de un griterío por todo el bar, el que, como una avalancha se amontonó sobre la barra, mientras otros dos hombres llegaban a atender a la gente y servirle sus tragos. Mientras, los dos jóvenes se aproximaban a unas escaleras en una esquina del bar, subiendo por estas hasta llegar a el tercer piso, a una azotea a techo abierto, que se usaba como zona de relajación, gente subía para fumar y beber tranquilos, mirando la ciudad desde otra perspectiva.
Los dos jóvenes se acercaron a las barandillas de la azotea a presenciar la brillante ciudad mientras charlaban con melancolía.
- así que... detective Min Ho, ¿a quién debo su visita esta noche? -
- ¿a quién? ¿Por qué supones que estoy trabajando? - dijo riendo el joven detective.
- ¿Por qué otra razón vendrías a verme después de tanto tiempo? -