Cuestión de Perspectiva, Ella (libro 2)

Si nos dejan

Celina se encargó de la organización de la pedida de mano. Eligió hacerla en el cumpleaños de Constanza, incluso se ofreció a regalarle un vestido. Sin duda mi hija tendría una suegra considerada, igual a la que tuve yo.

Tocaba el turno de avisarle a mi demás familia sobre las actuales circunstancias. Tardé en hacerlo porque estaba aguardando a ver cómo se iba desarrollando el romance, pero ya no me quedaba más remedio que hacerles saber que una de mis hijas iba a comprometerse con un Quiroga.

A mi madre traté de contactarla, pero todos mis intentos fracasaron. Chavelita recibió también un aviso, pero me respondió enseguida que de ninguna manera iría.

El otro problema era reunir a mis hermanos, por eso los invité el sábado a mi casa con el pretexto del festejo de Coni, y les pedí que llegaran temprano. Aprovecharía ese tiempo para hablar con ellos.

Con Lucas no fue difícil porque vivíamos en la misma ciudad. Leopoldo residía a dos horas y media, a él le llamé al teléfono de su casa. Era el que mejor trabajo tenía y podía permitírselo. Lisandro se mudó a la costa del estado, ubicada a, más o menos, seis horas. A él le envié un telegrama porque era complicado encontrarlo en casa. Lucio y Lázaro vivían en otro estado, pero su trayecto era de unas cuatro horas. Con ellos me comuniqué por medio de su trabajo, dejé un mensaje para que les avisaran. A todos les pedí que hicieran el mayor esfuerzo por asistir porque era importante para mí.

Mis queridos hermanos no fallaron. Todos estuvieron ahí antes de las diez de la mañana. Fue una locura tener tanta gente en casa porque cada uno llevó a sus familias. Una locura que disfrutaba más de lo que reconocía frente a ellos.

Reuní a los cinco en la habitación de mis hijos, a solas por si las cosas se salían de mi control.

Se sentaron sobre las camas.

Yo permanecí de pie.

Los observé uno a uno. ¡Cambiaron tanto! Ahora eran hombres hechos y derechos, las cabezas de sus hogares. Todos con una profesión u oficio que les daba de comer de manera decente.

No pensaba darle vueltas y procedí:

—Les he pedido que nos reuniéramos para contarles lo que está pasando en mi familia —dije seria.

En cada uno advertí la preocupación porque guardaron completo silencio.

—Mi hija Constanza ha sido pedida —proseguí.

Leopoldo sonrió. A él le era sencillo sonreírle a medio mundo, le salía natural, cualquiera que lo conociera quedaba encantado con su personalidad fácil de adaptarse.

—Felicidades, hermana —atinó a decir Lucas con su falso desinterés.

¡Ahí iba la parte complicada! Frente a mis hermanos no tenía permitido lucir doblegada y luché por parecer firme.

—Pero me veo en la obligación de informarles sobre el árbol genealógico del novio. —Guardé silencio un instante. Decirlo en voz alta sonaba más disparatado que cuando lo pensaba—. Coni se ha comprometido con Alfonso Quiroga.

—¿Un Quiroga? —Lucio fue el primero en reaccionar—. ¿Un Quiroga del pueblo?

Ellos se miraron confundidos.

Asentí y con eso me observaron a mí. Cinco pares de ojos encima sin que pudiera decir algo bueno para que se desviaran.

—Es el hijo de Esteban Quiroga. —Sí, sí, sonaba a disparate, y mucho.

—¿Qué dices? —volvió a hablar Lucas—. ¿Dejaste que esa niña se metiera con la gente que nos dejó huérfanos de padre?

Quería demasiado a mi hermano que seguía, pero su atrevimiento a la hora de dirigirse a mí me sacó de mis casillas en más de una ocasión.

—De seguro estás muy contenta con la idea de tener de consuegro al pendejo ese.

De Lázaro, el menor de todos, sí que no me esperaba ese comentario. Y me dolió, aunque no se lo expresé.

Lucas se levantó y fue directo a él con la palma de la mano lista.

—Un cachetadón vas a recibir si le vuelves a hablar así.

Leopoldo también se le acercó y ambos lo acorralaron.

—Discúlpate con ella o el que te va a madrear soy yo —le advirtió.

Lázaro no tuvo más remedio. Sabía que ellos no amenazaban en vano.

—Discúlpame, hermana —accedió apenado—, es que…

Manoteé.

—¡Es que nada! Su padre y yo ya lo aprobamos. Esto no se pone a discusión. Lo que quiero pedirles es que se comporten en la celebración que se hará hoy, que es también la pedida de mano. Una grosería de su parte y no les volveré a hablar en su vida.

—Nos tendiste una trampa —acentuó Lucio, con su dedo moviéndose, pero no mostró enojo.

Dejé que pensaran su respuesta.

Lucas fue el primero:

—Yo no estoy de acuerdo con que tu hija contraiga matrimonio con el Quiroga ese, pero si es tu voluntad, seré prudente.

El hermano que creí más difícil de convencer, cedió. Fue un respiro de alivio para mí.

—Lo mismo que dijo él —Leopoldo lo secundó.




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