Cuidado con las Cadenas

2._ Conquistemos el Mundo

Érica y Lucifer huyeron por un par de días. No era nada nuevo para ellos, de hecho se lo tomaron con bastante calma. Robaron varios autos uno tras otro, compraron pelucas, se cambiaron de ropa varias veces y evitaron lugares muy poblados, pues así tenían menos probabilidades de que alguien se fijara en ellos. Érica ya había terminado el colegio un par de meses atrás, y aunque tenían planes para el futuro, no había nada que los apurara.

Vivir en el camino estaba bien, pero pronto se cansaron. Por eso, cuando vieron un letrero junto al camino que los invitaba a un “lujoso hotel junto a la playa”, decidieron que no sería mala idea ir a echar un vistazo. Inmediatamente giraron en el desvío hacia el hotel y siguieron las indicaciones que les fueron surgiendo. A pesar de encontrarse en la playa, esa zona entera estaba llena de montañas y desniveles, por lo que su viaje se vio lleno de curvas e inclinaciones. Los árboles junto al camino se alzaban grandes sin dejarles ver el cielo, de cuando en cuando aparecía un animal que se los quedaba mirando con curiosidad. Era una zona tranquila.

Subieron y subieron, y al final el camino bajó precipitadamente a un enorme edificio muy vistoso junto a la playa. En unos minutos dejaron su maltrecho auto robado en el estacionamiento, se dirigieron a recepción a pedir una habitación, se fueron a duchar y luego bajaron para cenar. Los atendió una camarera de pestañas largas que no le quitaba los ojos de encima a Lucifer.

—¿Qué desean?— preguntó con una mano sobre la mesa y la otra contra su cintura, sonriéndole al hombre.

—¿Qué tiene para ofrecer?— preguntó este de vuelta, con una de sus sonrisas encantadoras.

Érica frunció el ceño.

—Yo quiero jugo— dijo la chica con la voz más alzada de lo necesario.

Pero a pesar de esto, no logró interrumpir por mucho tiempo las miradas coquetas que se mandaban ambos adultos. La mesera aprovechó la interrupción para darle una lista a Lucifer de los tragos que tenían disponibles, él pidió vino. Cuando la mesera se fue, Érica se quedó mirando a su padre con una cara de pocos amigos.

—¿Qué?— alegó él.

—Yo también estoy aquí— reclamó ella.

—Jaja. Disculpa.

A pesar de esto, Érica no se quedó tranquila.

—No te vas a escabullir por la noche para pasarla con ella ¿O sí?

Lucifer sonrió de oreja a oreja.

—Quizás.

Érica apretó los dientes y miró a otro lado, frustrada. Sin embargo recapacitó: no recordaba la última compañera de su padre. No podía ser injusta con él, por mucho que le desagradara la idea. Al final suspiró.

—No, está bien. Puedes ir si quieres— le espetó.

Lucifer la miró con ojos abiertos como platos, sorprendido. Luego volvió a reír entre dientes.

—Solo bromeaba, mi princesita— contestó con un tono liviano. Se inclinó sobre la mesa con parsimonia y entrecruzó los dedos— estas vacaciones son para nosotros dos. Pasémosla bien juntos.

Érica sonrió, emocionada.

—¡Sí!

 

Al día siguiente se levantaron temprano para aprovechar de realizar varias actividades. Bajaron a desayunar, prepararon sus cosas y partieron.

—¿A dónde vamos primero?— preguntó Érica.

—¿Qué te parece si damos un paseo por el bosque?— sugirió su padre.

Y al bosque partieron. Se alejaron del hotel hacia las montañas llenas de árboles y se perdieron por ahí, caminando sin rumbo. Atravesaron arroyos, vieron animales exóticos y se tomaron fotos. Todo iba bien, hasta que en medio del sendero se encontraron a un hombre herido, uno de los guías del hotel. Se acercaron a ayudarlo, cuando un puma apareció de la nada y atacó a Lucifer. Érica rápidamente se preparó para agarrarlo y quitárselo de encima, pero antes de poder actuar, su padre derribó al animal de un simple movimiento y luego lo agarró del lomo como a los gatos para mostrárselo a su hija de cerca. Esta tomó al puma con sus manos y observó que estaba dormido.

—¿Qué le hiciste?— le preguntó a su padre.

—Ese es uno de mis grandes secretos— contestó antes de dar una risita frívola.

Érica entrecerró los ojos y lo miró con una expresión de buena perdedora.

—Otro más para mi colección. Algún día te haré contarme todos estos trucos.

Lucifer dejó al puma a un lado, se agachó sobre el guía medio muerto y lo examinó. Tenía una herida horrible en el cuello. No se veía con claridad por la tierra y la sangre en exceso, pero a Érica le pareció que no tenía posibilidad de sobrevivir.

—Primero hay que detener el sangrado— apuntó Lucifer— ¿Podrías ir a buscar agua? Creo que oí un arroyo antes, donde pasamos.

Érica asintió y se dirigió corriendo al lugar donde indicaba su padre. Como sus piernas eran más veloces que el mejor velocista olímpico, no se tardó nada en llegar. Sin embargo, al hacerlo se dio cuenta que no llevaba ninguna botella consigo, por lo que sorbió el agua dentro de su boca y regresó con los cachetes inflados con su padre. Al girarse y verla, Lucifer se echó a reír. Érica quiso protestar, pero tenía agua en la boca.



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En el texto hay: monstruos, batallas, magia

Editado: 07.12.2022

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