Culpa [en proceso]

Ocho

Al abrir los ojos y ser consciente de mis extremidades otra vez, sentí un latigazo en los costados y la mano entera latirme ardiendo, se me escapó un quejido de entre los labios y sorteé el estropicio de ayer hasta llegar al baño. Cuando destapé la herida apareció ante mí la visión de una franja negra supurante, un escalofrío me recorrió la nuca al avistar la botella de alcohol consciente del dolor que me causaría, decidido la agarré y antes de que me arrepintiese dejé caer en líquido sobre aquella mancha abrasándola, se me saltaron las lágrimas, sin embargo, el aspecto mejoró al pasarle una gasa por lo que volví a vendarmela y tomarme un ansiolítico con la esperanza de que me aliviase. Limpié la sangre seca a duras penas y envié el video casi sin mirarlo.

—Estás loco tío, mírate, te has hecho un puto tajo en la mano por la mera sospecha de conseguir información en el grupo ese de piraos' —me riñó preocupado el fantasma de Dash.

Chasqueé la lengua.

—Cállate.

—Estoy en tu mente —se encogió de hombros —sigo hablando porque tú quieres.

Meneé la cabeza y su presencia se esfumó, tenía razón, no sabía que estaba haciendo.

Ricky me escribió, dijo de vernos, que también estaba Anders, la última vez que nos vimos fue en el entierro de Dash, había pasado mucho tiempo y esta vez no era buena idea escabullirme. Me di una ducha como pude, tratando de disimular el aspecto de mierda que tenía, había dejado de reconocer mi reflejo aunque era algo que también había dejado de importarme. Me puse los auriculares asegurándome de que estos me evadiesen del mundo exterior, y con un cigarro entre los labios para calmarme me encaminé hacia un bar que frecuenté en alguna época de mi vida en la que no todo parecía tan gris y apagado. A través del cristal vislumbré a Anders en la barra con un vaso entre las manos y Ricky sentado en una silla inclinando el respaldo hacia detrás.

—¿Con o sin hielo? —me preguntó el camarero, un hombre que había hecho de aquel bar toda su vida, nada más entrar y nos conocía a los tres de sobra.

—Con hielo.

Me senté en la mesa con Ricky en silencio y observé su refresco.

—¿Nada de alcohol?

—No me dejan tomar ni eso, ya sabes que suelen ser muy estrictos, como si una cerveza fuera a provocar que acabara esnifando algo —se quejó dicharachero, pero podía ver la tristeza en sus ojos.

Incliné la cabeza, no me sorprendería. Ricky estaba más delgado y no tan cuidado, su bronceado estaba casi extinto y se había quitado el tupé.

—¿Qué le ha pasado a tu mano? —preguntó, el ambiente era tenso, todos seguíamos destrozados por la pérdida, Dash nos unió y desde entonces no había sido lo mismo.

—Nada, un corte cocinando —mentí.

En mi etapa del instituto, la única amiga que tenía era Marta que fue quien me presentó a Dash alegando que nos íbamos a llevar lamar de bien y en efecto nos hicimos inseparables. Mi mejor amigo fue quien nos presentó a Ricky, era un chico atractivo, extrovertido y con la necesidad de bromear a todas horas, llevaba la picardía en las venas y entre su facilidad para tirarle la caña a todo aquello que se moviera y su influencia en las redes no tardó en perder la cuenta de todas las personas con las que se había acostado. Sin embargo, más allá de sus seguidores y sus anécdotas inacabables respecto a fiestas y experiencias de alcoba, me di cuenta de que nunca había dejado de fijarse en la misma persona, me lo confesó una noche de fiesta sentados en los escalones de un portal.

Estaba tomando el aire con la esperanza de que el mareo se me pasara, le di una calada al cigarro, era el primer paquete que me compraba y apenas sabía liar pero bueno, hacía un apaño.

—¿Me dejas hacerme uno? —me preguntó Ricky sentándose a mi lado.

Le pasé el tabaco. Él suspiró sentándose a mi lado cabizbajo.

—¿Estás bien o has bebido demasiado?

—Ojalá fuera eso —contestó encendiéndose el cigarro.

Le miré incrédulo y frunció el ceño.

—¿Qué?

—No creo que sea lo que estoy pensando —me reí.

Rodó los ojos.

—Dispara —dijo con vagancia.

—¿Mal de amores? —inquirí con una expresión burlona.

Chasqueó la lengua echándose hacia atrás.

—Eres muy observador eh, deberías levantar la cabeza menos del monitor.

—Cuéntamelo venga, que esto es un hito en la historia de la humanidad —seguí bromeando.

—Mira Drake, voy a darte un consejo muy en serio —comenzó dando una larga calada —da igual la cantidad de personas con las que llegues a estar, cuando sientes algo por alguien tan jodidamente fuerte... No existen ni polvos ni personas que puedas echar y cuando pienses que ya lo has superado, serás consciente de que solo te gusta aun más.

—Así que es de hace tiempo ya eh —murmuré acabándome el cigarro.

Asintió.

—Es Dash.

Le miré haciendo una mueca.

—Está con Marta y...

—Ya —me interrumpió —él y yo hablamos de esto hace unos meses, intenté besarle y bueno... Tuvimos una laarga conversación —su risa quedó en exhalo —me imaginaba la respuesta pero yo que sé, además no es tan fácil que te rechacen, te acuestes con un par y estés como nuevo, hombres, mujeres... Nunca terminan de llenarte —confesó desanimado.

Le puse una mano en el hombro.

—Estás jodido —sentencié —pero se te pasará, conoces a mucha gente y alguien habrá.

Sonrió escéptico y tiró la colilla incorporándose.

—A saber.

Con los años todos creímos que realmente pasaría página, pero ese día nunca llegó, Ricky se conformaba con ver a Dash feliz aunque no fuera de tan cerca como le gustaría y no tenía ningún problema con Marta. Vivía de su influencia en las redes sociales, subiendo fotazas y viajando por el mundo grabando todas las fiestas a las que asistía, promoción de marcas y ese tipo de cosas, era una cara bonita y extrovertido por lo que encajaba perfectamente en ese estilo de vida. El día que Dash murió algo se rompió dentro de él, fue una brecha tan profunda que no volvió a ser el mismo, lloró más que nadie en su entierro y se ahogó en el vaso que le daba de beber, una vida de excesos suele ser corta y cada fiesta a la que asistía iba un poco más lejos, y más, y más, y más, ansiando que las drogas, los cuerpos, el alcohol llenaran ese vacío que le devoraba por dentro. Había amado a mi amigo de un modo que pocos llegan a hacer en su vida, aunque no fuera correspondido ni jamás lo fuera a ser, durante muchos años, habiendo conocido y estado con personas con las que otros tan solo pueden soñar, Dash había sido el número uno siempre. Le dio una sobredosis buscando una calma para su dolor que jamás llegó, no pudimos ayudarle ya que estaba en otro país y semanas antes de que cumpliera un año la muerte de Dash consiguió salir de rehabilitación.




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