Culpa mía (1)

Capítulo 11

NOAH

Estaba completamente loca. Había perdido completamente el juicio y todo por lo que mi mejor amiga y mi novio acababan de hacerme. Mi mente estaba completamente nublada, lo único que parecía importarle era devolvérsela, y devolvérsela a lo grande. En aquel instante no podía pensar en otra cosa que no fuera la boca de Dan unida asquerosamente a la de Beth. Solo de imaginármelo me daba ganas de vomitar, solo de pensarlo mi mente se volvía completamente roja; nublada, ciega, ciega por el intenso sentimiento del odio, el dolor y unas profundas ganas de venganza.

Estaba en mi habitación, desnudándome mientras al otro lado de la pared un chico que había conocido hacia dos horas esperaba pacientemente sentado en mi cama a que terminara de cambiarme de ropa. No podía ir a aquellas carreras con un vestido de gala y menos con tacones de dos metros de alto. Me quité absolutamente todo y me puse unos pantalones cortos vaqueros una blusa negra de tirantes y unas sandalias normalitas. Sabía perfectamente que no podía ir como una mojigata a un lugar como aquel, por eso agradecí que en contra de todas mis costumbres aquella noche había dejado que me maquillaran en exceso. Me fui quitando lo más rápido posible aquellas horquillas que me hacían doler la cabeza y de las cuales me habían puesto más o menos un centenar y a medida que iban cayendo al suelo lo mismo hacían mis cabellos; rizados y largos cayeron en torno a mi rostro y con frustración los recogí en una cola de caballo que realicé de cualquier manera. Con aquella ropa y aquel maquillaje daba el pego de sobra.

Salí de mi vestidor y comprobé mi teoría en cuanto Mario, el camarero que acababa de conocer se le agrandaron los ojos con admiración.

-Estas guapa-me dijo con una sonrisa divertida y se la devolví sin mucho entusiasmo. Aquella noche no estaba para cumplidos tontos ni para nada que se le pareciera. En mi mente solo se dibujaba una imagen, yo conduciendo un cochazo a más de doscientos por hora, y yo enrollándome con el tío más macarra y buenorro del lugar. De esa forma me sentiría satisfecha, me sentiría menos utilizada, menos engañada, aunque en el fondo de mi alma supiera que nada de aquello podría borrar la realidad y la realidad era que estaba completamente destrozada y apenas podía mantener unidos los cachitos en los que se había convertido mi corazón.

Observé atentamente a Mario... latino de ojos negros y piel aceitunada, estaba bastante bien, más que eso, era un hombre y no un crio, pero aún no iba a hacer nada de lo que tenía planeado; más que nada porque no me sentía ni lo suficiente borracha ni lo suficientemente segura de mi misma. En ese momento me sentía completamente como una mierda, hablando alto y claro. Me habían engañado y no solo una persona si no dos puesto que lo habían hecho con mi mejor amiga, la amiga a la que siempre había defendido, la amiga a la que había confiado todas mis inseguridades, mis miedos... ¡Dios mío! ¿Le habría contado a Dan todas las cosas que le había confesado...? ¿Se habrían estado riendo de mí mientras yo intentaba dar lo máximo en mi primera y única relación? ¿Lo tenían planeado?

Respiré hondo intentando acallar todos aquellos sentimientos y pensamientos dolorosos.

-Gracias-le contesté a Mario al mismo tiempo que cogía mi bolso de la cama y me encaminaba hacia la puerta- ¿Vamos?

Mario se puso de pie y con una mirada divertida asintió al mismo tiempo que salíamos de mi habitación y poco después nos metíamos en su coche.

***

Llevábamos media hora conduciendo y según Mario ya no faltaba mucho para llegar. Las carreras tenían lugar en una zona abandonada cerca del desierto y mi entusiasmo por poder volver a disfrutar de aquel ambiente de carreras, coches y sano deporte me puso de mejor humor.

Otra media hora más tarde, Mario se desvió por una carretera secundaria rodeada de campos secos y arena roja y anaranjada. A medida que nos íbamos alejando más y más comencé a dejar de escuchar los coches de la autopista para escuchar una música repetitiva y cada vez más fuerte.

- ¿Has estado alguna vez en algo como esto? -me preguntó Mario que conducía con una mano en el volante y la otra cómodamente apoyada en el respaldo de mi asiento.

-He estado en bastantes carreras, sí-le contesté en tono un poco antipático.

El me observó unos instantes y luego volvió a fijarse en la carretera. Entonces pude ver a lo lejos a un montón de gente y unas luces como de neón alumbrando una zona desierta repleta de coches aparcados de cualquier manera. La música era ensordecedora, y cuando llegamos, vi a gente entre los veinte y treinta años bebiendo, bailando y comportándose de una manera del todo indecente.

Mis ojos se fueron agrandando cada vez más cuando me iba dando cuenta de a qué tipo de carreras y con qué tipo de gente me iba a encontrar. Mario detuvo el coche en un sitio bastante cerca de donde la mayoría de la gente se encontraba y se bajó de él esperando que yo hiciese lo mismo. Lo hice y no pude dejar de observar fijamente lo que me rodeaba.

Las mujeres iban vestidas casi con ropa interior, se restregaban contra los tíos de una forma asquerosa al mismo tiempo que hacían como si estuvieran bailando aquella música que tendría que estar prohibida de lo repetitiva y horripilante que era. Supe en cuanto las miradas comenzaron a fijarse en mí, que yo destacaba por mi normalidad. Abundaban las mujeres ligeritas de ropa, la gente fumada, bebiendo e incluso haciéndolo en donde se los podía ver...

- ¿Dónde me has traído? -no pude evitar preguntarle a mi acompañante. Este a mí lado soltó una carcajada.

-No te preocupes, guapa, estos son espectadores, los que importan aquí son aquellos de allí-dijo señalando hacia la izquierda, a un gran grupo de chicos y chicas que se recostaban contra los capós de unos coches impresionantes, tuneados de mil formas y de cuyos maleteros sonaba una música igual de horrible que la sonaba en donde yo estaba.




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