Culpable, su majestad.

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 4

La ingenua Lady Somerset

 

 

Sueño con vivir con las lágrimas de viuda, porque con ellas son las únicas que no querrán asesinarme.

 

La familia Dagger. El apellido Dagger resonaba en todos los rincones de Iterbio, desde los salones elegantes de las familias adineradas hasta las tabernas más humildes donde se reunían los lugareños. La mención de los nuevos comerciantes había encendido la imaginación de la gente y los rumores se esparcían rápidamente como las cenizas en el viento.

Una de las versiones más populares hablaba de los Dagger como una familia de joyeros sumamente adinerados. Según esta historia, los padres de la familia se encontraban enfermos y los hijos eran solteros, lo que generaba aún más especulaciones sobre su origen y sus intenciones en Iterbio. Se decía que su fortuna provenía de valiosas gemas y joyas que habían adquirido en sus viajes por tierras lejanas, sin embargo, otro rumor que ganaba fuerza sugería que los recién llegados eran en realidad fugitivos de algún reino vecino. Nadie parecía haber oído hablar de ellos antes de su llegada y la compra de la casa en Iterbio. Esta teoría despertaba aún más curiosidad y expectación en la gente. Aquellos que pasaban cerca de la imponente residencia Dagger no podían evitar mirar de reojo y levantar ligeramente el cuello, ansiosos por descubrir la verdad y ser testigos del surgimiento de una nueva jerarquía en el pueblo. Iterbio, al igual que los otros pueblos que conformaban Garicia, estaba habitado por una serie de familias adineradas que creían tener el control absoluto sobre el lugar. Entre ellos se encontraban comerciantes afortunados que habían construido sus imperios en el comercio de bienes diversos, familias con títulos nobiliarios como duques y barones que se consideraban la élite de la sociedad, y también había hijos de coroneles y generales que gozaban de privilegios y prestigio debido a su linaje militar.

La llegada de los Dagger y los rumores que los rodeaban amenazaban con perturbar el delicado equilibrio de poder existente. Todos esperaban con curiosidad y expectación el momento en que los dueños de la casa Dagger salieran a la luz, conscientes de que su presencia podría alterar la jerarquía establecida y desencadenar una lucha por el poder en el pueblo.

— Pobres demonios —susurró Freya mientras observaba por una de las ventanas a las personas más mediocres y metiches del pueblo.

— Kali… Lady Dagger, ya está todo listo, la estamos esperando.

Freya miró sobre su hombro derecho y se limitó a decir:

— Diles que en un momento bajo, Katrina … Oh —soltó al girar su cuerpo hacia la joven—. Veo que ya te metiste en el papel —Freya la recorrió con la mirada. 

— ¡Ay, Kali! ¡Es horroroso! 

— Sé que no estás acostumbrada a este tipo de vestimenta, pero aquí en Iterbio tenemos que mantener las apariencias y adaptarnos a las normas locales.

— ¡Es horrible! ¿Sabe cuántas veces he tropezado con la basta de este vestido? Y encima me aprieta tanto que apenas puedo respirar. Pensé que las esclavas no tenían que usar corset.

— Doncellas.

— ¡Es lo mismo! 

— Debes de estar presentable a mi lado, Katrina.

— ¿Usted usará uno de estos?

— Sí y mucho más apretado que el tuyo, así que deja las quejas y lleva tu ropa para que suban el doblez del vestido cuatro dedos y hasta cinco, no quiero verte en el piso cada vez que camines.

— Es usted tan amable, señorita Dagger —Katrina rodó los ojos—. Supongo que tendré que acostumbrarme… Pero no puedo evitar sentirme atrapada en esta prisión de tela y hueso.

Freya iba a responder como su puesto lo ameritaba, sin embargo unos leves golpes en la puerta de su habitación la interrumpieron.

— Adelante.

Por la puerta, Bronson aproximó su cabeza para luego dejar ver todo su cuerpo completo.

— Uy, uy, general; va a tener a todas las jovencitas tras usted.

— Katrina —advirtió Freya con burla—. Más respeto a tu superior.

— Solo decía, general. Le da muy bien parecer una persona normal.

— Nadie en esta casa lo es, Katrina. No olvides quién eres y cuál es tu tarea en este lugar, estamos de paso, no se acostumbren.

— Bien, terminó nuestra amena charla, comencemos a trabajar —dijo Bronson, intentando suavizar el ambiente.

— Kali... —empezó Katrina, buscando un acercamiento.

— A trabajar, Katrina. Coronel, después de usted —dijo Freya con un todo más suave, señalando la puerta con determinación mientras reconocía el esfuerzo de la adolescente.

Bronson suspiró y caminó hacia la puerta, dio una última mirada a su compañera de batallas y terminó por salir de la habitación, dirigiéndose hacia la planta baja de la casa.

Las dos mujeres bajaron las escaleras hacia el sótano, una detrás de otra. Mientras seguían su camino, aprovechó para observar rápidamente el movimiento de la casa. Un grupo de personas se encontraba ocupado ordenando y arreglando cada detalle. Los muebles eran trasladados de un lugar a otro, las vasijas eran colocadas en estanterías, los libros eran acomodados en una biblioteca, las velas eran encendidas en elegantes candelabros y los espejos eran colgados estratégicamente en las paredes.




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