Culpable, su majestad.

CAPÍTULO 5

 

 Parece que tu locura es un intento de justicia, un desorden rebelde contra la mediocridad

 

Había llegado el día. Después de un corto viaje en carruaje, finalmente se encontraba frente a la majestuosa residencia del duque de Iterbio. La imponente fachada de la casa se alzaba ante ella, sus altos pilares y elaborados detalles arquitectónicos anunciaban la grandeza y elegancia que aguardaba en su interior.

Freya permanecía aún en el carruaje, sin poder apartar la mirada de la magnífica mansión. Poco después, un hombre de porte distinguido, vestido impecablemente con un traje oscuro y un guante blanco que cubría su mano extendida, se acercó al carruaje para ayudar a la joven a descender. La voz del caballero sonaba educada y respetuosa al dirigirse a ella, "¿Miss Freya Dagger?" preguntó, y la joven asintió. "Por favor, sígame", invitó el caballero, indicándole el camino hacia el interior de la mansión. "Lady Somerset la está esperando".

A medida que Freya caminaba por el impresionante vestíbulo, quedó sorprendida por la opulencia que la rodeaba. Los candelabros de cristal colgaban del techo alto y brillaban con una luz cálida y acogedora. Las paredes estaban adornadas con pinturas de renombrados artistas y tapices finamente tejidos, que contaban historias de tiempos pasados. Finalmente, el caballero la condujo a una sala de estar suntuosamente amueblada. Los muebles de terciopelo y madera tallada reflejaban el buen gusto y la sofisticación de sus propietarios. Freya notó a una elegante joven sentada en un sillón, vestida con un traje exquisito y joyas deslumbrantes, junto a un grupo de señoritas.

— ¡Miss Freya! —exclamó la hija del duque acercándose a la recién llegada.

— Lady Emma, ¿he llegado muy tarde? —preguntó Freya pasando la mirada por todas las jóvenes en la salita.

— Oh, no, no se preocupe. En realidad muchas acaban de llegar; venga, le presentaré a las demás —advirtió antes de rodear el hombro de la pelirroja—. Señoritas, señoritas, ella es miss Freya Dagger. Acaba de llegar a Iterbio y estoy segura de que se convertirá en una encantadora adición a nuestro círculo.

Las jóvenes damas respondieron con corteses saludos y sonrisas amigables. Algunas se acercaron a Freya para estrecharle la mano, mientras que otras se limitaron a asentir en señal de reconocimiento. Freya notó la diversidad en los estilos de vestir y los accesorios elegantes que cada una llevaba consigo, lo que reflejaba sus distintas personalidades y gustos. Lady Emma, siempre atenta, tomó la iniciativa de presentar a cada una de las señoritas, compartiendo un poco de información sobre sus antecedentes y logros. Había una joven de cabello oscuro llamada Lady Isabella, conocida por su talento musical y su participación en diversas obras de caridad. También estaba Lady Charlotte, una brillante poetisa cuyos versos habían sido elogiados en los salones literarios más prestigiosos.

No pasó mucho tiempo antes de que las conversaciones fluyeran naturalmente, abarcando una variedad de temas, desde el arte y la música hasta la literatura y las últimas tendencias de la moda. Después de una tarde llena de charlas y risas, las señoritas decidieron relajarse en una acogedora sala de estar, donde una mesa elegantemente decorada aguardaba con tazas de té humeante y una bandeja de galletas recién horneadas. Se acomodaron en cómodos sofás y sillas, disfrutando del cálido ambiente mientras las fragancias del té y las deliciosas galletas llenaban el aire.

Freya, por el contrario, se encontraba abrumada y aburrida por la compañía de aquellas jovencitas, unas menores que ella, solteras, y otras de su edad, también solteras. Fingir, definitivamente, no era un trabajo fácil; sonrisas, cuentos y bromas sin sentido parecían ser una tortura para Freya. Estar con aquellas mujeres en un ambiente cerrado era peor que los interminables castigos del general Galio.

Mientras las conversaciones continuaban con entusiasmo a su alrededor, Freya luchaba por mantener su fachada de cortesía y amabilidad. Sus pensamientos se alejaban de la sala y volaban hacia lugares distantes y emocionantes, donde el entrenamiento era parte de su día a día, donde podía agarrar su espada y mancharla de la sangre de sus enemigos. Sin embargo, en ese momento, una voz familiar y cálida llamó su atención. Era Lady Isabella, quien se acercó a Freya con una taza de té en la mano. "Miss Freya, parece distante. ¿Sucede algo que le molesta?"

Freya miró a Lady Isabella y se dio cuenta de que, a pesar de sus propias inquietudes, había una genuina preocupación en sus ojos. Las demás jovencitas, expectantes a su respuesta, se habían quedado calladas.

— Lady Isabella, debo ser honesta. Me siento abrumada por todo esto, la muerte de mis padres, conocer nuevas personas, casarme … Dioses, es tan cansado —confesó Freya, dejando escapar un suspiro de agotamiento.

— Comprendo perfectamente sus sentimientos, Miss Freya. La presión social puede ser agotadora y limitante en momentos como este —respondió Isabella, mostrando empatía hacia Freya.

— No se preocupe, Freya —añadió Charlotte con una sonrisa tranquilizadora—. Observe a nuestro alrededor, todas nosotras estamos solteras... Bueno, excepto Amelia, que está a punto de casarse, ¿verdad, Amelia?

— Así es, pero no quiero que se abrume, Freya. Si me permites tutearte, verás que en su debido tiempo encontrarás a alguien especial para compartir tu vida —expresó Amelia, ofreciendo su apoyo de manera amigable.




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