Culpables y mentirosos

Capítulo III

—¿Invitar?— su paciencia ya rozaba los límites, y estaba dispuesto a dejarle en claro a la joven morena que no era bienvenida— Por si todavía no te has dado cuenta, la invitada aquí eres tú. Ni siquiera voy a preguntar quién sugirió que vinieras, aunque de seguro te autoincluiste en el plan, igual que llevas haciendo todo el día.

Expulsaba a aquellas palabras duras e irónicas con el objetivo de que Georgia levantara el trasero de la silla de madera, y tener que verla solo en los pasillos y en las clases que tenían juntos.

Sin embargo, él todavía no era consciente de que el segundo nombre de Georgia Sharp era persistencia, y que cuanto más tirara de la cuerda, más disfrutaba ella del juego. Ladeo la cabeza hacia un lado, mientras que empujo su larga cabellera castaña hacia atrás. Ensancho aún más su sonrisa, con el único objetivo de hacer que aquella vena en el cuello del pelinegro se hiciera aún más visible.

—Yo la invité.— Morgan entrelazo ambas manos sobre la mesa, e intento suavizar la situación con su mejor sonrisa.— ¿Por qué no hacerlo? Es nuestra nueva amiga.

Morgan y Wren se conocían mucho antes de convertirse en amigos, y por ello ella estaba al tanto de lo poco amable y cálido que él podía llegar a ser. La pelinegra amaba a sus amigos más que a nada, pero hacía varios meses que echaba en falta una presencia femenina a su lado que la pudiera entender mejor que nadie en ciertas situaciones.

Había temas que un chico jamás podría ver con los mismos sentimientos que una chica.

Esa importante presencia solía ser Maya, sin embargo, con cada día que pasaba la relación entre ambas se enfriaba. Por ello, la llegada de una chica como Georgia era para Morgan el regalo del universo que ella había manifestado durante tanto tiempo.

Y si tenía que hacer brujería para que Wren y Georgia se llevarán mínimamente bien, lo haría.

—¡Ah, las bebidas ya llegaron!— Nelson repartió las bebidas a cada uno, odiaba los conflictos, ya que entonces tendría que elegir lados. Y elegir tampoco era su fuerte.

—Ya siéntate, tampoco es para tanto.— susurro Milo mientras tironeaba disimuladamente de su camisa.

Claro que se iba a sentar, no le daría ese gusto al estorbo sonriente. Si alguien se tenía que ir, desde luego que no iba a ser él. Con una mirada seria y los labios fuertemente apretados, agarro la silla que había en una mesa vacía, y se sentó en el único hueco libre.

Casualmente, frente a la castaña entrometida.

—Y… ¿dónde pasaste el verano, Georgia?— Francis, asombrado por encontrar a alguien quien igualara su nivel de historia y geografía, esperaba que la nueva chica fuese una absoluta viajera.

Guardo silencio mientras tomaba de su bebida, aprovechando ese lapso de tiempo para pensar en una respuesta convincente.

Se le había olvidado planear una contestación para aquel tipo de pregunta.

—Un amigo de mi padre tiene una pequeña granja de caballos. Hacía mucho no me rodeaba de tanta naturaleza.— dijo con suma tranquilidad, esperando que nadie viera ni un gramo de nerviosismo en sus ojos.

El peor enemigo de un buen mentiroso eran los nervios. Y con el tiempo y la practica, Georgia había aprendido a manejarlos de maravilla.

—Pensé haber oído que estuviste haciendo voluntariado en un orfanato.

Levanto la vista al frente para encontrarse con el dueño de aquella voz que solo intervenía para atacarla. Esta vez no sonrió como solía, sino que mordió con disimulo el interior de su mejilla. Tal vez Wren Russell podía leer las personas mejor de lo que ella pensaba, y su buen olfato para mentirosos no jugaba a favor de sus planes.

—Mi voluntariado acabo en mayo. El campo es la mejor opción para desoxigenar el cerebro. Deberías intentarlo.— ambos se dirigieron el uno al otro una sonrisa falsa muy evidente para cualquiera en aquella mesa.— ¿Cómo fue el vuestro? Me imagino que habréis ido a algún lugar juntos.

—Dos semanas inolvidables en la ciudad. El resto del verano fue entre piscinas y cruceros.— Milo se inclinó ligeramente hacia ella, esperando que su nueva colonia cara fuese lo suficientemente irresistible.— Mi padre tiene un yate ahí, cuando quieras podemos dar una vuelta en él.

—¿Tu padre no te había prohibido cogerlo después de la fiesta en la que te robaron los boxers?— Nelson se rascó la cabeza al recordar los gritos del señor Reed en la mañana al ver que a su yate le habían quitado hasta el volante.

—Gracias por el recordatorio amigo, que haría sin ti.— Milo chasqueo la lengua y hablo con un tono claramente sarcástico.

—No creo que a Georgia le impresione tu simple yate. Con tanto dinero uno ve mejores cosas ¿cierto?— por alguna razón, Wren estaba seguro de que Georgia no tenía tanto dinero como el que decía.

—Así es, pero hasta las cosas más simples son valen oro rodeado de buenos amigos.— no habían pasado 24 horas desde que se conocían, y la castaña ya le empezaba a pensar en maneras para deshacerse del pelinegro.

Por más atractivo que le pareciera, estaba empezando a ser una piedra en su camino.

Entre unos tragos y otros, cada uno hablaba de sus asuntos, y el bar comenzaba a llenarse cada vez más a medida que el sol se escondía. Wren conversaba de vez en cuando con Maya, aunque sus conversaciones se basaban en él respondiendo preguntas.

No tardo en regresar a su humor habitual, y sumergido entre risas con sus amigos, se olvidó de la extraña que había en su mesa. Por su parte, Georgia no pudo evitar observar con curiosidad la nueva expresión que había en el rostro de Russell. Debía ganárselo para evitar problemas.

Por lo menos hasta que supiera la verdad.

Wren dirigió sus ojos verdes hacia la chica de pelo largo al ver como se inclinaba para susurrar algo a la oreja de Morgan. Esta última asintió rápidamente para volver a su conversación con Maya, y Wren frunció el ceño fuertemente al ver como Georgia tomaba algo en sus manos antes de levantarse de su sitio.




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