¿Qué gana, el amor o el miedo?
Isabella.
—Supongo que debí comprar una jaula antes de traerlo.
Todos estamos corriendo queriendo atrapar a Rayitas; muy ingenioso el nombre ¿a que sí? Apenas Ivy lo dejó en el suelo de su casa, él comenzó a correr y a escabullirse por todos lados, no saben lo difícil que es sacarlo cuando se mete debajo del sofá.
—¿Tú crees? — pregunta un ya malhumorado Cameron.
—¿Qué están haciendo?
—¡Cierra la puerta! — gritamos todos.
Santi, que acaba de entrar, cierra la puerta con algo de miedo por nuestro grito. Él es el hermano mayor de Ivy, tiene 25 años y de vez en cuando viene a visitar a sus padres y hermana, ya que está en la universidad siguiendo el camino de su padre para ser uno de los mejores abogados. Él fue nuestro enamoramiento adolescente que tuvimos un tiempo con Emma; no nos culpen, su pelo negro, sus ojos azules y su contextura atlética nos derritió cuando entramos en la adolescencia.
El escurridizo hurón otra vez se metió debajo del sofá y ahora estamos todos rodeándolo para que no se escape por ningún lado.
—¿Ivy me vas a decir que están haciendo? — Santi pregunta más calmado.
—Compré un hurón.
—¿Qué?
—Shhh, tenemos que atraparlo.
—Yo y Cameron levantaremos el sofá — dice Jake — y a la cuenta de tres ustedes tratarán de atraparlo. ¿Listos? — es gracioso ver cómo Santi también se posiciona para atrapar a Rayitas.
—Uno, dos… Tres.
Apenas Cameron da la señal, nosotros buscamos con la mirada a Rayitas y por el susto comienza a correr de nuevo, pero por suerte lo hace en mi dirección lo que me facilitó atraparlo. Sí que es raro tener esta cosa en manos, es largo y sus patitas son muy cortitas. Empieza a olisquearme la cara y sus bigotes me hacen cosquillas por lo que rio un poco. Cuando levanto la mirada, mis ojos conectan con los de Jake; es mejor no hacerme la cabeza con las miradas que me dedica, sino la realidad me golpea muy fuerte.
—Supongo que esto no lo sabe papá — Santi se acerca a mi para acariciar a Rayitas.
—Supones bien — responde Ivy.
—Y supongo que esta noche se irán, ¿no?
—De eso queríamos hablarte.
—Bien, soy todo oídos.
Ivy comienza a contarle con detalles a su hermano, incluso las listas y los sueños. Sé que con él no hay secretos, de hecho, él siempre nos ayudaba con nuestras travesuras junto a la hermana de Cameron. Así que, sin ocultarle nada, le decimos que hoy iremos al recital.
—¿Saben que si se enteran sus padres no solo los mataran a ustedes, sino también a mí? —mandaron a este sujeto para que nos vigile. Que lindo, dieciocho años y todavía necesitamos de una niñera.
—No lo harán, si somos cuidadosos, no lo sabrán — sonríe Dylan con inocencia.
Santi suspira como si no tuviera otra opción, se sienta en el sofá y me extiende los brazos para que le dé el hurón. Pensativo, comienza a acariciarle su cabeza y luego de unos minutos de suspenso habla:
—Está bien — todos nosotros soltamos aire con alivio —. Pero tendrán que mandarme un mensaje cada treinta minutos, diciéndome cómo se encuentran y tienen que tener activado la ubicación de su celular.
—¡Gracias! — Ivy le da un puño en su hombro —. Vamos, hay que arreglarnos.
Las tres subimos para ir a su habitación y vestirnos como se debe para ir a un recital de rock.
Cameron.
Veo con atención cómo las chicas suben entusiasmadas para arreglarse y me concentro solo unos segundos en la sonrisa de Emma, es tan llamativa que es difícil no verla. Su remera blanca con su pantalón corto amarillo y su cabeza llena de flores son casi hipnotizantes para mí.
—Supongo que ninguno de ustedes todavía les dice a las chicas lo que sienten.
La voz de Santi interrumpe mis pensamientos y veo que no solo era yo el que estaba mirando como ellas se alejaban. Él deja el animal en la misma caja grande donde lo trajimos.
—Es complicado — la voz de Jake suena un poco molesta y se dirige a la cocina.
—Tu hermana sabe muy bien sobre mis sentimientos que tengo por ella — dice Dylan con orgullo.
—Pero ella ni te registra —digo y sigo los pasos de Jake.
—Claro que sí, sé que ella siente lo mismo. Es por eso que no me rindo y no me rendiré. Respetaría si en verdad ella no sintiera nada, pero veo en sus ojos un poco del mismo brillo que tienen los míos al mirarla.
—Vaya, qué romántico — dice Santi cuando ya todos estamos en la cocina —. Es decir que ustedes dos son los únicos cobardes aquí — su dedo índice viaja de mi hacia Jake.
—Ya lo he dicho, es complicado — Jake se sienta en un taburete de la cocina.
—¿Y cuál es tu excusa? — genial, Santi está en modo paterno hoy.
Pienso en mi excusa y no encuentro nada, de hecho, sí soy un cobarde. ¿Cómo sé que Emma en verdad siente algo por mí? Ella a veces larga unas indirectas bastantes directas, pero ¿y si solo es un chiste? Quizá ni siquiera gusta de mí.
—Ninguna. Solo no me voy a arriesgar en algo que sé que no es seguro — termino por decir.
—Cameron, lo que pasó hace unos años no fue tu culpa.
—Santi, sí lo fue, eso me pasó por ser demasiado confiado y tonto por creer en algo imposible.
—Juguemos a la Play hasta que bajen las chicas.
Jake y Cameron saben que odio tocar ese tema y por eso les agradezco por salvarme de tener esta conversación con Santi. Además, los tres estamos hundidos en la misma mierda, los tres estamos enamorados de personas que quizá solo nos traigan dolor.
Isabella.
Ivy me prestó a mí una remera ancha de color negro que me llega un poco más arriba de mis rodillas, con el logo de los Rolling Stones que abarca todo el pecho y unas medias de red del mismo color que la remera, claro que debajo llevo un short. Y a Emma le prestó un top y short negro y en su cintura lleva atada una camisa roja a cuadros, es raro verla con mucho negro.