Capítulo Siete/ No me dejes sola aquí.

Nacemos tristes y morimos tristes

pero en el entretiempo amamos cuerpos

cuya triste belleza es un milagro

-Mario Benedetti.

Isabella.

Despertamos todos con un tremendo dolor de cabeza, la próxima vez me llevo algo para tapar mis pobres oídos antes de ir a un recital de rock. Por suerte todo salió bien y ninguno de nuestros padres se enteraron de nuestra salida, pero eso no implicó no sentirme mal mandarle un mensaje a mi mamá diciéndole que estaba viendo una película cuando en realidad estaba saltando junto a cientos de personas más.

Emma fue la primera en despertar y cuando bajamos ya tenía el desayuno listo para nosotros. Al terminar nos fuimos directo a descansar, ahora todos estamos tirados en el sofá o en los sillones. Me siento tan mal, solo quiero dormir por horas y despertar únicamente para comer.

—Creo que no fue buena idea que hayan ido a ese recital —. Santi se encuentra un poco preocupado por nuestro aspecto.

Empieza a tocar las frentes de cada uno y verifica si no tenemos fiebre, nos pregunta si tomamos nuestros medicamentos y controla nuestra presión.

—Santi estamos bien, déjalo ¿sí? — dice su hermana.

Ella trata de pararse, pero al hacerlo se desmaya. Su hermano por suerte fue rápido y logró sostenerla y, con Ivy en brazos, se dirige a la puerta. Con los chicos no tardamos en seguirlo.

—Dylan, conduce tú. — le lanza las llaves de su auto.

Él se ve nervioso, pero por lo menos sabe manejar bien la situación. Cuando ellos se suben nosotros hacemos lo mismo, pero en la camioneta de Cameron, ya que Santi se sube en los asientos traseros y no hay más espacio. Los seguimos hasta llegar al hospital y veo que Ivy ya se despertó, aunque eso no me tranquiliza.

—Ya Santi, puedo caminar sola — se queja, sin embargo, su cuerpo se nota aun débil.

Cuando cruzamos la entrada del hospital, Kevin ya se encontraba ahí, acompañado de una enfermera; le explicamos lo sucedido (omitiendo lo del recital) y la llevaron en sillas de ruedas para hacerle unos análisis. Los padres de ella llegarán lo más pronto posible. No sé si Santi les habrá contado lo que hicimos, y si lo hiciera tampoco me enojaría con él; bastantes problemas le causamos ya. Estamos esperando fuera del consultorio hasta que sentimos que llagan sus padres, no se detienen a saludarnos, simplemente entran y van en busca de su hija.

Todavía no se me va esa sanción extraña que tengo en el cuerpo, es por eso que me dirijo a un baño para refrescarme la cara con un poco de agua.

Al llegar por surte no hay nadie y voy directo a abrir el grifo. Apenas abro mis ojos luego de enjuagarme la cara noto que caen unas gotas rojas y, al mirarme en el espejo, me doy cuenta de dónde proviene. Rápidamente coloco mi mano en el tabique de mi nariz así poder detener un poco la hemorragia.

—¿Bella?

Mierda, es Jake.

—¿Sí? — mi voz sale un poco rara por lo que tengo la nariz tapada.

—¿Estas bien?

—Sí, enseguida salgo.

—Okey.

Mi alivio solo dura unos segundos porque Jake ingresa y su rostro se tiñe de un claro gesto de preocupación cuando ve la situación.

—¿Sabes que estas en un baño de mujer? — trato de bromear y aligerar el ambiente.

—Mierda, Bella — se acerca a mi lo más rápido y toma mi rostro entre sus manos — ¿Hace cuánto te está sangrando la nariz?

—Solo unos minutos, pero ya paró, ¿ves?

Toma un poco de papel y lo moja para limpiarme, se nota que aún está preocupado y un poco enfadado, espero que esto no arruine las cosas.

—Vine porque ya podemos ver a Ivy.

—Jake... — trato de hablar, pero me interrumpe.

—Lo hablaremos cuando estemos todos, Bella.

Caminamos en silencio hasta llegar a la habitación donde trasladaron a Ivy, lo único bueno es que solo le han puesto suero y nada más, supongo que eso significa que no es nada grave lo que pasó. Además de los chicos, Kevin también se encuentra aquí.

—Bien, ya que están todos, quiero que me digan qué fue lo que pasó realmente. No me creo eso de: "Se desmayó de la nada".

—Eso sucedió, solo comencé a sentirme mal y me desmayé — Ivy trata de mentirle.

—O me dicen la verdad o yo mismo les diré a sus padres lo que sospecho y dudo que quieran eso.

Con los chicos nos miramos. ¿Qué otra opción tenemos? Digamos o no, se los contará igual

—Ya no queremos internarnos y estar aquí — dice Emma luego de unos segundos de silencio —. Supongo que usted debe saber que los enfermos anhelan más que nadie cumplir sus sueños, porque saben que morirán pronto, que sus días de vida son muy pocos. Nosotros anhelamos eso también, tenemos nuestros sueños y los estamos cumpliendo.

—Los cuerpos tienen sus límites, Doc. — habla Dylan —. Compárelo como una batería, si no se recarga, no funciona. En este caso es así; si no descansamos, no mejoramos y nosotros hasta ahora no hemos tenido descanso. Se nos está acabando el tiempo y dejaremos de funcionar. De una u otra forma dejaremos de funcionar, ya sea si seguimos con nuestros sueños o nos quedamos acá. Pero si hacemos lo segundo, nuestra energía se acabará más rápido.

—No son los únicos que tienen cáncer — dice Kevin —. Como ustedes dijeron, todos ellos tienen sueños, y están luchando para que cuando los cumplan estén bien. Lo que ustedes están haciendo es rendirse.

—Kevin, tú viste los resultados de nuestros análisis y estudios, sabes de esto — digo, y las lágrimas amenazan con salir — ¿Crees que si nos quedamos mejoraremos? ¿Lograremos curarnos de esto? Si tú nos das una respuesta positiva, nos quedaremos y lucharemos como hemos estado haciendo. Si no es el caso, créeme que viviremos más tiempo afuera que estando aquí adentro.

Se aleja para estar más cerca de la ventana y supongo que para pensar. Su bata blanca brilla un poco más con la luz del sol; Kevin debe entender esto, es oncólogo y está rodeado de más personas como nosotros y oyendo las mismas lamentaciones. Nunca le he preguntado su edad, pero sé que pasó muchos años en este lugar, viendo personas que se curan y no vuelven más y otras personas que tampoco vuelven, pero no porque se curen.