Desde lejos las cosas se pueden apreciar mejor.
Isabella.
—Paracaídas y saltar en bungee — papá repite lo que dije —. Ni sueñes que iré a reconocer tu cuerpo si no se abre el paracaídas y toda tú explote por el impacto.
—¡Papá!
Ayer en la noche he estado sin dormir por mentalizarme que todo estará bien para que llegue este hombre y arruine todo.
Vamos de camino al centro de paracaidismo de la ciudad, no quise mencionarlo con mamá porque estoy segura que pensaría que me iría a suicidar desde un avión, aunque ni yo estoy segura de que se abrirá el paracaídas, y lo más lindo es que también escogieron para el mismo día saltar en bungee; si mis órganos no salen por mi boca es porque están bien pegados a mi querido cuerpo.
—Lo digo en serio, eso se lo dejaré a tu madre — se detiene y piensa algo unos segundos —. Aunque pensándolo mejor, si sabe que fui cómplice en la muerte de nuestra hija me matará también. Tendré que explicarle que tú me sobornaste.
—Con dejarte mis porciones de postre.
—Por una semana, no lo olvides.
No demoramos muchos en llegar al centro de paracaidismo y tampoco mi corazón se demora en martillear mi pecho.
—Ten, por lo que más quieras, mucho cuidado. Y hablo en serio, Isabella. Presta mucha atención a lo que diga los instructores.
—Sí, créeme que si lo haré — digo esto bajándome del auto.
—¡Dile a Emma y a Cameron que escojan otros sueños!
Grita desde la venta a medida que se aleja. Y qué tanto, se hubieran inyectado epinefrina si lo que quieren es sentir adrenalina. No he hablado del todo con papá, pero en partes sabe que lo que hacemos es cumplir nuestros sueños, no puso objeciones y tampoco preguntó mucho.
Me dirijo al guardia para preguntarle sobre dónde dan las charlas antes de saltar y me señala un pequeño salón que hay a un costado. Camino hasta allí mirando los aviones que hay en las pistas. Son más tipo avionetas, distingo a una pareja que se ven felices subiendo a una antes de que despegue, yo que ellos no estaría tan contentos si supieran que sí hay probabilidades del que paracaídas no salga de la mochila o que se rompa.
Al entrar distingo que mis amigos ya están ahí y varias personas más, seguro que adictas a la adrenalina.
Hay doce sillas separadas en filas de tres en tres; busco un lugar libre y distingo uno que hay en la tercera fila. Dylan e Ivy me guardaron lugar, pero cuando los saludo, noto que hay un poco de enojo en el ambiente por parte de él (lo de nunca), tomo asiento entre ellos dos y miro a Ivy en busca de explicación. Veo en su cara algo de ¿arrepentimiento? No quiero reír, pero es parecido a cómo sucedieron las cosas entre Emma y Cameron.
Llega una chica y nos informa que va a ser quien nos explique algunas cosas básicas e importantes antes de hacer paracaidismo. No se me escapa nada de lo que habla, no es que tuviera miedo a las alturas, pero a la altura del techo de mi casa y no a cientos y cientos de kilómetros del suelo.
Habrá dos aviones, tres personas para cada uno. En uno iremos Jake, Emma y yo y en el otro los demás chicos.
El instructor que me acompañará es un hombre de unos 30 años, bastante simpático y muy conocedor de mis miedos muy notables.
Nos subimos a la avioneta y cuando despega quiero gritarle al piloto "¡detén esta cosa o disparo!" pero no tengo nada con que amenazar y no soy así de salvaje.
Allí dentro y a una altura bastante aterradora, el instructor hace que me coloque el arnés que hará que no nos separemos en ningún momento al bajar, haciendo que él quede a mi espalada y claro que él llevara la mochila. Me coloco el casco, lo lentes y todo lo necesario.
Miro por la puerta abierta cómo todo abajo se ve tan chiquitito y hermoso, pero tan firme que, si caigo, como dijo papa <<tu cuerpo reventará>> y con tu se refiere a mí cuerpo.
Emma es la primera en saltar junto con su instructor, luego Jake y...
—¿Estás lista? — pegunta mi instructor a mi espalda.
—No.
—Claro que sí.
¿Y saben que hizo el muy infeliz? Saltó, obligándome a mí también.
En algún momento pienso que sentiré ese mismo tirón que sientes cuando caes, como si el mismo suelo tirara de tu cuerpo. Pero la sensación es más como si estuviera flotando o volando.
—¡Se aprecia mejor la vista si se tiene los ojos abiertos! — grita el hombre que tengo a mi espalda.
Bien, no pagué por esto para no ver nada, me obligo a abrirlos y quiero gritarle un "gracias" pero me ahorro eso para después, es una sensación bastante rara, el paisaje es hermoso y tanto que no se en dónde fijar mi vista y más la adrenalina de estar flotando me supera.
Siento como algo tira de mi un poco hacia arriba y me doy cuenta que ya se abrió el paracaídas, en esa "calma" trato de memorizar todo lo que mis ojos son capaces de ver; el verde del campo, cómo están divididos los terrenos y cómo se llega formar una línea entre el cielo azul y la tierra. El cielo que parece que, si tomo una escalera, podría llegar fácilmente, pero se necesitan inclusos hasta cohetes para llegar y traspasarlo.
Quiero gritar “¡Otra vez ¡” cuando la distancia de nosotros con el suelo es cada vez menos. Subo las piernas como me dijeron y el instructor es el encargado de aterrizar. Mi cuerpo pide de nuevo esa sensación de libertad, la adrenalina no se dispersa, se mantiene estática aun estando en el suelo.
Mucho de lo que vi se ve como borroso y me siento decepcionada un poco de no recordar bien todo, pero me dijeron que eso pasaría por la sobrecarga sensorial. Corro un poco mareada hacia los chicos cuando me libero del arnés, los abrazo y reímos juntos, se juntaron tres corazones que quieren salir de sus cuerpos.
Las sensaciones son las misma cuando ya estamos todos en hilera en un puente con un arnés en nuestro torso y pies que lo engancha a un elástico. Para saltar en bungee sí pudimos hacerlo todos juntos. También nos dieron una charla, salvo que ahora tengo más ganas de saltar que de escuchar a la instructora.