"Me besó sin pedir permiso y a mí me pareció la gloria. Le devolví el beso con hambre atrasada."
-Mario Benedetti.
IVY.
Traté de ponerme algo sencillo para hoy, algo que no sea todo negro. Un pantalón short de jean y una remera negra (pero tiene una flor chiquita a un costado de mi pecho) y mi peluca negra con las puntas azules. Tal vez sí era casi todo negro, pero le añadí color. Un paso a la vez.
Las chicas organizaron para que Dylan solo me lleve a mí y así poder hablar con él. Quedarme a lamentar mis errores no va a conseguir nada. Dylan siempre tomaba la iniciativa de invitarme a salir, esta vez puedo hacerlo yo. No voy a ser muy romántica, pero algo puedo hacer. Además, declararse a alguien en un parque de atracciones ya es bastante romántico.
Decido no llevar nada y guardar lo necesario en los bolsillos de mi pantalón. Sigo castigada, pero la que me permitió salir hoy fue mamá, por eso cuando recibo el mensaje de Dylan cruzo rápido la oficina de papá y bajo las escaleras.
Me apuro en ir al auto y subirme en el asiento de copiloto. Siempre Dylan me ofrece su mejilla y me dice: <<estoy esperando por tu beso>>, pero como sé que eso no sucederá, soy yo ahora quien toma la iniciativa y me acerco a besar su mejilla.
—Hola. — lo saludo volviendo a mi asiento.
—Hola — responde un poco afectado y sonrío. Se aclara su garganta y enciende el auto.
Repito en mi mente las palabras que le diré estando allá. No es nada complejo, seré directa. Entre más rápido diga las palabras, más rápido tendré su respuesta.
En realidad, no sé cómo empezar la charla. Está bien que quiera ser directa, pero no le puedo decir "ey me gustas" y luego nada. Tal vez con "siempre me han gustado tus ojos", no, demasiado cursi.
—Mira una biblioteca — señala a un lado de la calle.
Detiene el auto en frente y observo la supuesta biblioteca. Parece más una casa que una biblioteca; es de dos pisos, con paredes blancas y ventanas azules. Cuando bajamos iba a replicarle que no hay rastros de que sea una biblioteca hasta que observo un pequeño letrero que dice que es así.
Apenas entramos distinguimos varios estantes llenos de libros, el ambiente es rustico, incluso la parte que se llega a ver del segundo piso, básicamente parece un dúplex que lo convirtieron en una biblioteca.
Dylan toma de mi mano y nos lleva hasta el mostrador. Supongo que va a aprovechar de cumplir su sueño de besar a una bibliotecaria.
Al momento que vemos quien está detrás del mostrador ambos nos tensamos. Recuerdo lo que Dylan respondió cuando Cameron le preguntó sobre la razón de ese sueño: <<Las bibliotecarias por lo general son unas ancianas aburridas y gruñonas, sentiré adrenalina cuando bese a una y quiera sacarme a escobazos del lugar.>>
Pero la situación no es así.
Quien está detrás del mostrador es una chica.
Una chica bonita, con pelo largo hasta la cintura. Incluso cuando nos ve y sonríe podría decir que su rostro es muy angelical, con sus ojos color miel.
No se parece en nada a como describió Dylan que sería una bibliotecaria.
La chica se aclara la garganta cuando nota que ninguno emite ni una sola palabra y con eso Dylan reacciona.
—Eh... Hola, soy Dylan y ella — dice señalándome — es mi amiga Ivy.
—Hola — dice sonriente, se llevaría bien con Emma —. Soy Summer, ¿En que los puedo ayudar?
—Emm...
—Yo busco libros de asesinatos — suelto antes de que Dylan comience a coquetear con ella.
—Están en el segundo piso, te acompaño así...
—Puedo buscarlos yo. — sé que soné bastante cortante, por eso antes de caminar me dirijo de nuevo a ella —. Podré buscarlos sola, gracias.
No tiene la culpa de nada y mi malhumor no debe recaer en ella.
Subo las escaleras, pero me detengo al ver que un chico bastante alto está apoyado en las barandillas con la cabeza inclinada tratando de ver hacia el mostrador.
—Déjame decirte que la imaginación de las personas es bastante amplia — digo y él pega un brinco mirándome confundido —, y así como estabas, pareces todo un acosador.
Se recompone de su confusión y pasa a mírame con cara de pocos amigos. Si piensa que va a intimidarme está muy equivocado, yo también suelo mirar así a la gente.
—Uno, no soy un acosador y dos, no tengo que darte explicaciones.
—Tampoco las pedí — lo desafío y creo que vi una sombra de una sonrisa en su boca.
—¿Qué quieres niña?
¿Niña? Y este cuantos años tiene, como mucho 22, pero entre 18 y esa edad no hay mucha diferencia. Además, sé que las mujeres maduramos primero. Y, aunque tenga mucho por decirle, me ahorro las palabras:
—Busco libros.
—No me digas — se hace el sorprendido —. No sabía que en este lugar había libros, tal vez encontrarás de seguro en una ferretería.
—Oye, si así atiendes a los clientes, déjame decirte que dejas mucho que desear. Y lo puntualizaré en el libro de quejas.
Él nota que tengo razón y destensa sus hombros. Es muy alto, con pelo negro y unos increíbles ojos verdes, pero los de Isa están mejor a los de este acosador.
—¿Es tu amigo? — me esperaba una disculpa, pero noto que es orgulloso. Miro de soslayo hacia abajo. Mis ánimos caen en picadas cuando escucho que ya se están riendo.
—Si, es mi amigo — y creo que así va a quedar. El acosador suspira y se pasa la mano por el pelo, frustrado.
—Creo que el negro no puede estar con los colores — genial, ahora tengo cara de psicóloga
No creo eso, pienso en Emma y Cameron, son tan diferentes que ni te imaginas que podrían estar juntos.
—El negro sí puede estar con los colores, solo se siente así porque está intimidado, porque sabe que si está con los colores se sentirá vivo junto con ellos y se acostumbrará, sin embargo, cuando se vayan se consumirá de nuevo en la oscuridad.