"Carpe diem"
Isabella.
Vivir, vivir, vivir.
Es lo que siempre deseamos con mis amigos. Pero no como lo deseamos ahora.
Hemos estado deseando eso para tener tiempo. Deseábamos vivir cuando entrábamos a un quirófano y no sabíamos qué pasaría luego. Queríamos vivir en sentido de tiempo, de querer tiempo para poder seguir respirando.
Pero cuando la realidad nos golpeó, también deseamos vivir, pero ya no solo para respirar. Vivir en verdad, porque tiempo ya no podemos pedir.
Y he querido seguir viviendo para respirar, hasta que hablé con Jake y me dijo que muchos de los que respiran no viven en verdad.
Y bueno, acá estoy, mirando con emoción la mochila que tengo en frente, donde guardo lo necesario para vivir otro de mis sueños.
Y olvidémonos qué pasará cuando todo esto termine. Concentrémonos en que sucederá cuando todo esto empiece. Sin embargo, para mi empezó desde el momento en el que fui a una clase de guitarra y no sabía el significado de acorde.
Miro mi hermosa pared por última vez, esa que tantas veces me vio llorar o armarme de valor, miro las fotografías donde hay sonrisas sinceras y sonrisas que ocultan dolor, y todas las manos de las personas que admiro plasmadas ahí.
Me miro por última vez en mi espejo, sonriendo por la imagen que me devuelve. Una chica brillante, sin nada que la esté opacando.
Sonrío y tomo mi mochila cargándola en mis hombros, está pesada, pero a mí se me hace tan liviana. Abro la puerta de mi cuarto y antes de cerrarla miro todo de nuevo (hasta la media con agujeros que está en el suelo), con el intento de memorizar y guardarlo.
Bajo y veo a mis padres y hermana al final de las escaleras. Abrazo a Sam y sus bracitos rodean mi cuello con fuerza.
—Tráeme muchos regalos — dice señalándome con un dedo y asiento riendo.
Veo a mamá y, aunque ella no esté muy a favor de que me vaya, tiene en manos un protector solar para que lleve, además, ella misma organizó mis medicamentos y metió todo en la mochila. Se acerca a mí, me abraza y besa mi cabeza. Cuando nos separamos me regala una sonrisa y yo le devuelvo el gesto.
—¿Lista? — pregunta papá.
Abre la puerta para nosotros y nos dirigimos al auto. Solo papá me llevará y mamá se quedará con Sam. Dejo la mochila en los asientos traseros y subo al asiento de copiloto.
Luego de despedirse, papá se sube al auto. Me despido de mamá y de Sam con la mano cuando él comienza a conducir y no dejo de hacerlo hasta que ya no las puedo ver y una lágrima fue capaz de deslizarse por mi mejilla. Me la seco con la mano y le sonrío a papá.
—Nunca creí que me tocaría una hija tan loca.
Rio y saco mis auriculares para conectarlos a mi celular. Pero antes veo los mensajes de los chicos.
Dylan: ¡Adivinen quiénes se van a Italia!
Emma: ¡NOSOTROOS!
Jake: Nosotross.
Ivy: nosotros.
Yo: ¡Nosotros!
Cameron: Supongo que también tengo que decir "nosotros".
Sonrío y le doy play a la canción de Grace VanderWaal – Clearly.
¡Iré a Italia! JA. Menos mal que me voy pellizcando de vez en cuando para comprobar que esto en verdad está sucediendo.
Suelto un grito que hace que papá pegue un respingo cuando veo el aeropuerto. En este momento me debo ver como el guasón por mi sonrisa, pero es que es Italia, amigos.
No dejo que papá estacione bien cuando ya estoy abriendo la puerta para bajarme.
—Ten más cuidado, loca — lo escucho decir.
Me rio junto con él porque mi pico de aceleración casi hace que me caiga y bese el suelo. Abro la puerta trasera y saco mi mochila.
—¿Y los chicos? — pregunta
—Dentro.
—Vas a estar bien, ¿verdad?
—Sí, papá. No haremos ninguna locura — le sonrío y hace lo mismo con el mismo entusiasmo.
Lo abrazo tan fuerte como sea posible, seguro que quebrándole unas cuantas costillas.
—Si todos van con tu misma energía no me extraña que me llamen diciendo que mi hija está detenida en otro país.
—Iré a Italia y conoceré la playa.
—Lo sé — dice poniendo los ojos en blanco —. Ya entra antes que me repitas lo mismo otra vez.
Me rio y lo abrazo por última vez. Es como mucha emoción de ir, pero a la vez no lo quiero hacer, pero a la vez sí. Ustedes me entienden.
—Te quiero, papá.
—Y yo a ti, loca.
Me separo de él y giro para entrar. Es increíble la cantidad de personas que hay por aquí; sigo caminando hasta que encuentro un grupo de chicos bastante disparejos.
Uno de pelo negro y ropa negra, o sea Cameron. Otro con una remera celeste y bermuda blanca, Dylan. Una chica con un vestido de flores y varios vuelos, nuestra alegre Emma. Otra chica con short, musculosa negra y una peluca roja, la salvaje de Ivy. Y un chico con una bermuda de jean y remera blanca, mi novio.
Corro hasta ellos y prácticamente me lanzo. Siento que unos brazos me sujetan por la cintura y me pegan a su cuerpo y solo por su perfume sé quién es:
—Hola, Bella.
Giro mi rostro y lo beso, aunque no dura mucho por las quejas de Cameron.
—Casi nos tiras a todos.
—Pues te jodes.
Rueda sus ojos ante mi respuesta y es Emma quien va a tranquilizarlo antes que se pelee conmigo.
—Bien, nuestro vuelo ya está por salir.
Nos movemos y hacemos todo lo necesario antes de subir al avión. Cameron no se ha despegado de Emma en todo lo que llevamos y está claro que es con ella con quien se va a sentar y el muy raro no eligió el lado de la ventana. Gustos son gustos.
Me siento con Jake y yo sí que pelee por estar cerca de la ventana. Luego de unos minutos, el avión despega. Cameron y Emma se sentaron en los asientos que están adelante del mío y veo entre medio de estos que Emma coloca una mano sobre la de Cameron para tranquilizarlo. No me burlo porque yo solo viajé una vez al igual que Cameron; mi primera vez fue cuando me subí para tirarnos en paracaídas. Pero algo ilógico de Cameron es que le tenga más miedo estar sentando en un avión a tirarse de uno.