No lloro porque terminó, lloro porque todo pasó muy rápido.
Isabella.
Dos semanas después.
—¿Por qué tengo que ser la Bestia?
—Porque yo soy la tetera — le responde Ivy a Cameron.
Y yo soy el reloj. No me quejo, bueno, sí lo hago, porque cuando Jake decidió interpretar "La Bella y la Bestia" creí que yo sería Bella, pero soy el hermosísimo reloj y mi disfraz está hecho de cartón súper cómodo (sarcasmo, todo sarcasmo) y las agujas que marcan la hora están pegadas en mi nariz generando que me dé picazón. Al menos no soy Dylan y no tengo que llevar en mi cabeza goma eva fingiendo ser una vela.
—Hago de nuevo la pregunta: ¿Por qué yo soy la Bestia y el dueño de la idea solo será el narrador? — Cameron mira con deprecio a Jake.
Asiento varias veces con mi cabeza para dejar en claro de qué parte estoy.
—Sí voy a actuar. Y además tengo que hacer las voces de cada uno de ustedes.
—Eso no es actuar — dice Ivy.
—Andando. Unos niños nos están esperando — sí, para él es mejor evitar el tema porque saldrá perdiendo.
Emma empuja la silla de ruedas en la que está Ivy y salimos de la habitación. Daremos una obra de teatro en la parte de oncología infantil, pedimos permiso y con todos los cuidados aceptaron para que lo realicemos.
En el camino muchos niños nos detienen para sacarse fotos con la Bella y la Bestia está un poco malhumorado, menos mal que el traje que lleva Cameron también cubre su cara.
Ambientamos todo para que quedara lo más posible al escenario de un teatro, incluso conseguimos un telón rojo.
—Te desprecio por esto — le digo a Jake.
—No me digas eso — toca con su dedo la punta de mi nariz —. Si tú eres la única que se ve hermosa en un disfraz de reloj.
Pongo los ojos en blanco, aunque trato de ocultar mi sonrisa. Él se inclina y deja un beso sobre mis labios evitando que una de las agujas se le clave en los ojos.
Me acerco hasta la tela roja y abro un poquito viendo a los niños que se encuentran emocionados por la sorpresa que les tenemos.
Ellos aun no comprenden bien esto, solo están como yo cuando era niña. Una súper guerrera batallando contra un gran monstruo. Y puede que sea así, en realidad, sí fui una guerrera y todos esos niños también. Todos ellos son unos guerreros y cada uno de los médicos y enfermeros que los acompaña son como soldados, que los ayuda a no batallar solos y le dan las armas para que puedan vencerlo.
Pero, viéndolo desde afuera también y queriendo comprender un poco la vida, todos somos guerreros. No solo nosotros por estar aquí y en esta situación. He visto personas ocultar sus lágrimas, pero aun así enfrentan la vida con la frente en alto; cada uno sabe lo que carga y cada uno descubre cómo liberarse.
Jake va hacia el otro lado del telón y da pie para que comience la obra:
—Había una vez...
Emma sale con su vestido amarillo y exagera todos sus gesto; Cameron debajo de la máscara debe estar quejándose; Ivy en su turno de actuar lo hace de mala gana; Dylan se entorpece y a veces tropieza; Jake agudiza o pone grave la voz dependiendo del personaje y yo, yo creo que lo hago espectacular.
Nuestro público ríe, aplaude, grita e incluso nos abuchean. No hay forma de explicar cómo los niños pueden ver la vida de otra manera, cómo encuentran el brillo a algo que los demás lo vemos opaco. Pero ahí están, sonriendo y divirtiéndose sabiendo que cuando nos vayamos comenzarán con la quimio. Puede que el error de nosotros está en crecer y olvidarnos de la esperanza.
...
Dos días después.
—Y la ganadora es… ¡Isabella!
—Yo ya no tengo tanta fuerza.
—Yo tampoco y no me ando quejando — le saco la lengua a Ivy.
Giro sobre la silla de ruedas viendo a los chicos para ver quién será mi nuevo contrincante.
—¿Qué están haciendo?
Oh, no. Una de las brujas.
—Unas carreritas — responde Cameron, indiferente.
—Ya no son unos niños para que hagan esto. Vayan cada uno a sus habitaciones que les llevaremos la comida.
—Sí, bruja — murmura Ivy.
—¿Cómo me dijiste?
Le sonreímos con malicia, no tenemos problema de repetírselo.
—¡BRUJA!
Y cuando quisimos escapar hacia el lado opuesto, Kevin se interpone en nuestro camino.
Como castigo tuvimos que comernos esas cosas que se hacen llamar gelatina. Aun no sé con qué sustancia las hacen.
...
—¡Isa!
—Monstruo.
Sam corre hacia mí y trepa en la cama para abrasarme. Papá viene con ella y también me abraza, trae consigo unas cuantas fotos y las comienza a pegar en una de las paredes de la habitación.
—Aun no tomas esa cosa que hace que se te caiga el cabello.
—No, ya no me hace falta.
—¿Te mejoraste? — pregunta ilusionada.
—Aun no, Sam.
Ella se desilusiona, pero no comenta nada más al respecto. Paso la tarde con mi familia, dibujando y charlando con Sam, aún se encuentra en una encrucijada con respecto a Math, pero ojo, no descarta la idea de tener una cita de verdad con él. Los niños de hoy, repito, están más revolucionados.
Kevin entra cuando ya mi familia se fue y me quedo sola en mi habitación.
—¿Cómo te vas sintiendo?
—Un poco mal. Quiero toda la morfina del mundo si es posible — esto es el típico rio para no llorar.
—¿Y los vómitos?
—Solo vomité esta mañana.
Anota unas cuantas cosas en la planilla, charla un poco conmigo y se va. Y, al parecer, con él se va nuestro tiempo.
...
Dos días después.
—Solo fue un susto — nos dejaron poder visitar a Ivy luego de esperar casi siete horas.
Con eso no logra calmar a Dylan, ni a nosotros. Dylan ha estado alterado todo el día, ni siquiera me quiero imaginar cómo habrá reaccionaron cuando lo despertaron en la noche para decirle que Ivy tuvo tanta fiebre que no se la podían calmar con nada.