Cupidalentín (libro 3)

I

Prólogo:

La fiesta de Navidad del colegio está en su punto más álgido cuando Néstor decide que ha llegado el momento. La terrible Duendavidad está a punto de comenzar.

Se desliza con sigilo por los pasillos oscuros que conectan con el gimnasio, su corazón golpeando con fuerza dentro de su pecho. Ha dejado de vigilar al profesor Rojas. Hay cosas más importantes que hacer. Su disfraz lo espera.

Llega al cuarto de implementos de educación física, el único lugar donde hay una escalera que conduce a los conductos metálicos suspendidos en el techo. Sabe que el tiempo es crucial. Encuentra la mochila que dejó oculta días atrás y, con movimientos rápidos, se enfunda en su disfraz de duende. El tintineo sutil de los cascabeles en su gorro acompaña su ascenso.

Desde lo alto, tiene una vista privilegiada del gimnasio transformado en pista de baile. La música retumba, luces de colores parpadean sobre la multitud y los adornos navideños cuelgan con un aire festivo. Pero su atención no está en la celebración. Busca con la mirada el rincón donde vio por última vez a Rojas.

Su estómago se hunde. El profesor ya no está allí.

El miedo lo sacude. Cree saber adónde va. Sin perder más tiempo, desciende de los conductos y corre hacia el taller de carpintería. Evita la puerta principal y, en su lugar, entra por la puerta trasera que da al jardín, la misma que Ángela usó la noche en que asesinó a Kenia. Abre con cautela y su peor temor se confirma: el profesor Rojas está ahí, acorralando a Leila contra la pared, usa una navaja para amenazarla mientras la acosa sexualmente.

La ira de Néstor estalla en su interior. Da un paso lento y silencioso, pero Leila lo ve. Sus ojos se encuentran, y él sabe que ella lo ha reconocido, incluso con su disfraz. En un movimiento rápido, Néstor agarra la cabeza de Rojas y la estrella contra la pared. El profesor cae al suelo, aturdido. La navaja resbala de su mano, y Néstor la recoge, ofreciéndosela a Leila. Pero ella, temblando y aterrorizada, huye.

No hay vuelta atrás. Si Leila no lo hace, él lo hará.

La decisión es instantánea. Con varios movimientos brutales, decapita al profesor Rojas. Su cuerpo cae pesadamente, pero Néstor no se detiene. Toma la cabeza y se dirigirse hacia los controles de la discoteca. Noquea al DJ con un viejo monitor y toma el micrófono. Regresa a los conductos y, desde arriba, su voz resuena desde las bocinas y acapara la atención de todos en el gimnasio.

—¡La Duendavidad ha llegado! —grita, y enseguida deja caer la cabeza de Rojas en el centro de la pista de baile.

El pánico se apodera del lugar. Gritos, confusión, profesores tratando de mantener el control. Aprovechando el caos, Néstor se escabulle. Regresa al cuarto de implementos, toma la mochila, y como está claro que pronto los profesores entrarán por esa puerta, decide trepa unos estantes para alcanzar la ventana en lo alto de la pared. Se desliza por ella, cayendo de espaldas sobre el césped del jardín. El dolor es agudo, pero no tiene tiempo para quejarse. Se levanta y corre, ocultándose en la foresta cercana.

En la oscuridad, se despoja del disfraz de duende. Con unos paños húmedos que saca de su mochila, se limpia el maquillaje, dejando su rostro libre de la identidad que acababa de crear. Se cambia de ropa y regresa al gimnasio como si fuera un alumno más, alarmado por el caos reinante.

Busca a Leila o a Betty mientras recorre los pasillos del colegio con el corazón acelerado. De pronto, un grito desgarrador rompe el caos. Sin pensarlo dos veces, corre hacia su origen: un aula. Dentro, encuentra a Betty sosteniendo el cuerpo de su prima. El vestido azul marino de Leila está empapado en sangre. Alrededor de ellas, un par de profesores intentan detener la hemorragia.

—¿Qué pasó? —pregunta Néstor con el corazón acelerado.

Betty, con lágrimas rodando por su rostro, responde entre sollozos:

—Fue la bruja... ¡La bruja la atacó!

Néstor siente que el aire lo abandona. No puede ser. Ángela. ¿Por qué lo hizo?

Su mirada se posa en el cuerpo inconsciente de Leila y una furia abrasadora lo consume. No hay más dudas. Va a buscar a Angela. Va a obtener respuestas.

Justo antes de que Néstor salga del aula, Betty nota un detalle que en un principio le parece irrelevante: sus zapatos están cubiertos de lodo. No le da demasiada importancia en el momento, pero días después, mientras visita a Leila en el hospital, los recuerdos regresan con fuerza. Las palabras de la bruja resuenan en su mente, esas que insinuaban sus sentimientos por Néstor. Luego, la imagen de los zapatos enlodados de Nestor. Algo no encaja. Todas las rutas de escape del colegio están pavimentadas, sin tierra ni lodo en el camino. ¿Qué hacía él en los jardines aquella noche? La duda se instala en su pecho como una espina, y en ese instante, todo cambia... El Cupidalentín se acerca.



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En el texto hay: asesinatos, estudiantes, violencia

Editado: 19.02.2025

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