Me encaminé hacia mi siguiente clase, pero cada paso me pesaba más de lo que debería. Sentía como si hubiera cruzado una línea invisible, una de esas que uno no sabe que está ahí hasta que ya la ha pasado. ¿Por qué me llevé ese libro? Ni siquiera lo entendía del todo. Solo... lo hice. Como si algo dentro de mí supiera que no podía dejarlo atrás. Como si nunca se tratara de una elección.
El timbre que anunciaba el inicio de la última clase sonó por los pasillos, vibrando en las paredes, pero a mí me pareció lejano. Como si no estuviera realmente allí. Me senté en uno de los pupitres cerca de la ventana, donde siempre me gustaba estar. Desde niño, los ventanales eran mi escape favorito. Uno puede sentarse en silencio y dejar que el mundo pase sin tener que explicar nada.
Apoyé los codos sobre el escritorio y dejé que mi mirada se perdiera más allá del cristal. El cielo estaba cubierto por un manto espeso de nubes grises. No era un gris triste. Era ese tono melancólico que me abrazaba de una forma que pocas cosas lo hacen. Una especie de tristeza suave, tranquila. Como si el mundo también estuviera cansado y decidiera bajar el ritmo, aunque fuera solo por un rato.
Me quedé viendo cómo las gotas viejas de lluvia se deslizaban por los bordes de la ventana, marcando caminos irregulares como si buscaran algo. Las calles mojadas, las hojas agitándose suavemente por el viento... Todo parecía estar en pausa. Como si el tiempo mismo estuviera conteniendo el aliento.
Mis pensamientos se deslizaron hacia recuerdos de días similares en el pasado, momentos en los que había observado cielos grises y lluviosos desde la seguridad de casa, rodeado por la calidez de mis abuelos. La lluvia siempre había sido un consuelo, una pausa en el ritmo frenético del mundo, y ahora, en este nuevo lugar, ese mismo consuelo parecía reconfortarme. Me permitía recordar que no estaba completamente solo, que en algún lugar, el mundo seguía girando con su propio ritmo, y yo solo necesitaba encontrar mi lugar en él. A entender por qué este libro. Por qué ahora.
O tal vez... a recordar quién era antes de sentir tanto miedo todo el tiempo.
Una voz animada y clara, cortó el silencio de la clase mientras se acercaba a mi pupitre.
—¡Hola! Soy Katsumi —dijo una chica con el cabello corto y una sonrisa tan grande que por poco iluminaba el aula entera—. No te había visto antes. ¿Eres nuevo?
Me giré con lentitud, un poco descolocado por la repentina energía que había invadido mi burbuja de tranquilidad.
—Sí —dije simplemente, sin mucho ánimo.
Katsumi parecía inmune a cualquier señal de indiferencia. Se sentó en el borde de mi escritorio como si nos conociéramos de toda la vida. Su cabello corto se movió con gracia, y sus ojos brillaban con una mezcla de entusiasmo y curiosidad. No parecía tener prisa, ni intención de marcharse.
—¿Ya pensaste en unirte a algún club? Aquí hay de todo, y es una buena forma de hacer amigos —dijo con una sonrisa que, para ser sincero, era difícil de ignorar.
Traté de volver mi atención a la ventana. No quería ser grosero, pero tampoco quería fingir entusiasmo.
—No lo sé. No suelo involucrarme en esas cosas —respondí, esperando que eso fuera suficiente para que entendiera.
Pero no. Katsumi frunció un poco el ceño, como si eso fuera un pequeño desafío.
—¡Oh, vamos! Hay muchos clubes geniales. Yo estoy en el equipo de porristas, y créeme, es súper divertido. Además, te ayuda a ser más sociable. No todo en la vida es estudiar, ¿sabes?
Asentí apenas, sin mirarla. La verdad, me parecía simpática... solo que su energía era un poco abrumadora. Especialmente hoy.
—Y además —continuó, como si estuviera en una campaña de reclutamiento—, el equipo de baloncesto está buscando nuevos jugadores. Tal vez te interese.
Esa palabra hizo que, sin querer, alzara una ceja.
—¿Baloncesto?
—¡Sí! Kim, el capitán, es genial. Parece un poco presumido pero en el fondo es buena persona. El equipo es muy unido, te gustaría.
Me tomó por sorpresa la mención. Había jugado antes... hacía años solo para que el tiempo en casa no pasara tan lento. No era algo que hubiera considerado retomar. Pero el interés en mi cara debió delatarme, porque Katsumi se aferró a él como si fuera su victoria personal.
—No estoy interesado, pero... gracias por la sugerencia —dije, intentando cerrar el tema.
Ella se levantó de mi escritorio, pero no parecía rendida. Ni siquiera molesta. Más bien, tenía esa expresión decidida de alguien que no acepta un no como respuesta.
—¿Cómo sabes que no te va a gustar si no lo intentas? Solo échale un vistazo. Hoy hay entrenamiento después de clases. No tienes que quedarte, solo míralo. Si no es lo tuyo, nadie te va a obligar.
Suspiré internamente. A veces me costaba decir que no sin sonar rudo. No era que quisiera ir... solo que quería que ella dejara de insistir.
—Está bien —murmuré al final, con resignación—. Iré a mirar. Solo a mirar.
—¡Eso es todo lo que pedía! —exclamó ella, visiblemente satisfecha.
Me dio una descripción rápida de Kim, como si me estuviera preparando para una misión secreta.
—Alto, cabello despeinado, cuerpo atletico, cara de sabelotodo simpático y un silbato siempre colgado. No lo puedes confundir. El gimnasio está en el edificio principal, al lado del patio.
Asentí en silencio. No porque estuviera convencido, sino porque... honestamente, resistirse a alguien tan insistente era agotador.
—Nos vemos después entonces —dijo, lanzándome una última sonrisa antes de alejarse con ese paso despreocupado que parecía flotar.
La vi marcharse, preguntándome cómo alguien podía tener tanta energía en un día tan gris. Y, aunque no lo iba a admitir en voz alta... su entusiasmo había hecho que la idea de ir al gimnasio ya no sonara tan horrible. Solo un poco menos.
Tal vez mirar desde las gradas no estaría tan mal.
La clase terminó y, como si nada hubiera pasado, todo el mundo se levantó de sus asientos, recogiendo mochilas y charlando sobre cualquier cosa menos tareas. Yo, en cambio, seguía con la cabeza medio atrapada en la conversación que había tenido con Katsumi. Aunque había aceptado ir al entrenamiento solo para quitarme de encima su insistencia, la idea no se me iba de la cabeza. ¿Qué estaba haciendo siquiera considerando ir? Nunca había sido fan de los deportes en equipo... ni de la gente que los practicaba.
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Editado: 11.06.2025