Cuthach

Taeyang I Lazos

Europa, 2013.


 

Podría llegar hasta ella, no era muy difícil. Todo lo que debía hacer era estirar un poco la mano y sujetar, secar las lágrimas que manchaba aquel rostro experto y revivir la nostalgia en él. Claro que podría cruzar los sueños que sirven de frontera para sus encuentros pero ¿De qué serviría? ¿Qué papel jugaría ella en la guerra que él y su hermano han llevado a cabo durante siglos? Era por el inmenso cariño que alguna vez sintió hacia Marianna que no se podía permitir arriesgar la vida de la única prueba que quedó en la tierra de su existencia. Al menos, era aquella la excusa que repetía desde hace años cuando la vio por última vez mientras la dejaba en el puerto a su suerte. 

Desde la cornisa donde se encuentra echa una mirada al Elizabeth Tower, el reloj marcaba un cuarto para las 3:33 a.m. Resopló un tanto entretenido, otro más indignado, para los humanos pronto sería la hora maldita mas para él y su hermano sería momento de partir; una pequeña parte de él, en ocasiones como estás, deseaba dar rienda suelta a sus deseos y al igual que su hermano mayor recorrer la ciudad tomando almas, hacer de las suyas como si de simples travesura se tratase. Incluso Hyun, en medio de aquella interminable búsqueda encontraba deleite y espacio para saciar sus instintos más básicos. Sin embargo, aquel era un privilegio del cual solo podía disfrutar de no haber sido maldito con una conciencia. 

Para Taeyang, cuya existencia se limitaba en buscar al responsable de todas sus desgracias, la noche solo servía para torturarlo con la imagen aquella niña que parecía haber nacido sin una estrella que cuidara de ella…, al igual que él y sus hermanos. Pero esa noche en particular lucía más desdichada de lo usual. Como en cada ocasión se irguió altiva y le hubiera creído de no ser su mirada tan parecida a la de su madre, de él no reconocer el dolor a kilómetros de unos ojos que gritan por consuelo. 

 

Sintió a Hyun acercarse y supo que era hora de partir. En aquella ocasión su búsqueda los llevaba hacia un clan de hechiceros con conexión en el más allá que prometían dirigirlos en la dirección correcta. Para Taeyang, lo más acertado era regresar a casa junto a lo poco que quedaba de la que alguna vez fue la imponente Dinastía Seung, la misma que él y Hyun habían hecho añicos.

—Hora de irnos —dijo deteniéndose junto a él sin disturbar la más mínima molécula con su llegada—. El jet  sale en veinte minutos.

—Estaré justo a tu lado —se puso en pie decidido a ignorar el llamado de la muchacha, no es que contara con mucha explicación después de todo.

—¿Apareció de nuevo? —concluyó Hyun sin necesidad de que Taeyang le brindara alguna explicación. En ocasiones, se preguntaba si de ser gemelos el lazo que compartían sería tan fuerte.

—Más bien no deja de hacerlo —es desconcertante verle ofuscado en torno a algo, no es su naturaleza darle importancia a temas menores, sin embargo, cualquier cosa que viniera de Marianna no calificaba como un asunto menor.

—Desconéctala —sonrió ante el inocente encogimiento de hombros de su hermano.

—Si tan solo supiera como. ¿Vamos?

—Vi al padre el otro día —acomodó un poco el suéter de cachemira oscuro como quien quita alguna pelusa invisible al ojo humano. 

—¿Lo mataste, cierto? —a diferencia de su hermano, Taeyang no había aprendido a tomar aquel tema a la ligera. tensó la mandíbula. Sus ojos se tiñeron de un rojo carmesí turbio. El silencio que recibió fue suficiente—. De todas las veces que te pido que te detengas y lo pienses antes de arrancarle la cabeza algún inocente ¿y lo haces ahora? ¿con ese bastardo?

—Ya tiene el castigo que merece. Me aseguré de que así sea.

—¡Mató a Marianna!

—Sí, y tiene que cuidar de la hija que dejó huérfana. Si lo mato ¿quien será hará cargo de ella? ¿Nosotros? —bufó incrédulo. Con suerte sabían si la pequeña seguía en América. Al menos, es lo que Hyun creía. 

No es como que están hechos para hacerse cargo de más de un desastre a la vez, incluso el poder que poseían era limitado. Los demonios no fueron creados para cuidar de los humanos, no están diseñados para asentarse y mucho menos prestar atención a los asuntos de los mortales. Sin embargo, allí estaban ellos años después, guardando luto. Ahí estaba Taeyang, observándola desde las sombras. 

La primera noche que sintió una presencia similar a la de Marianna escurrirse en su mente lo catalogó de demencia, fue el único ser vivo hacia quien sintió tal cosa como la empatía, incluso para él que junto a su hermano gozaba del ser indiferente a la existencia de terceros, la muerte de la mujer significó un antes y un después. Fomentó el odio que de por sí alimentaba en su interior, liberaba de vez en cuando el demonio con el que en ocasiones se desprendía e intentaba razonar a diferencia de su hermano mayor. Fue hace pocos años, mientras vivían en algún lugar de América que ya no recuerda. Y, aquella noche en particular mientras avanzaban a toda prisa entre callejones la punzada de familiaridad le atravesó sin perdón a la intromisión. Intentó deshacerse de ella pero le fue imposible. Estaba aquí.

Se detuvo de repente y sintió pasos detenerse detrás de él. Habían licántropos en esa zona, bien sabía que poco le interesaba si algún transeúnte terminaba degollado en el proceso, empero, si era quien presumía no podría perdonarse perder otra extensión de ella. Cerró los ojos durante segundos efímeros, afinó el oído en busca de algún licán y al dar con él corrió, dobló a la derecha, luego a la izquierda y al encontrarle arrancó su cabeza. Sacó un pañuelo blanco del chaleco de seda negro que vestía sobre la camisa blanca, recogió las mangas hasta los codos tintandolas de sangre y limpió el restante de sus manos.




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