Daemonium

Capítulo 22: El Daeva

—Pensé que no vendrías—recrimina Eve en cuanto aparezco a su lado.

La disucion con Maia me dejó mal, en este momento no quiero pensar en nada, ni en nadie, y la mejor solución para eso es ayudar a Evelyn con lo que sea que sucede ahora.

—¿Qué estamos haciendo aquí?—miro la casa abandonada frente a nosotros.

—Un daeva, alguien lo trajo aquí.

—¿Piensas que fue Quinn?

—Estoy segura que fue ella—lo dice más molesta de lo que aparenta.

De pronto los pequeños sonidos de los animales que habitan el lugar desaparecen de golpe, la tenue luz que alumbraba el lugar desaparece detrás de un manto oscuro.

—¿Qué sucede?—incluso viniendo del infierno puedo saber que esto no es normal en este plano terrestre.

—Lo están haciendo de nuevo.

Evelyn desaparece, la veo aparecer por la ventana dentro de la casa. La sigo detrás subiendo por las escaleras, una luz emerje debajo de la puerta, voces se escuchan detrás recitando palabras que  reconozco.

—Ut faciam manifestate. ¡Ut faciam manifestate!—repiten invocando a alguien.

Evelyn abre la puerta de golpe asustando a quien sea que esta dentro, la sigo adentro para ver quien este haciendo todo este circo. Tres humanas, que reconozco de la escuela, están sentadas alrededor de un círculo rojo, que rápido reconozco como el símbolo de invocación, las pocas velas que las rodean son lo único que nos permite ver, las sádicas tienen una copa con sangre utilizándolo como anzuelo.

—¿¡Qué haces aquí!?—una de ellas se levanta del suelo, mirando a Evelyn con odio.

—¿Profesor?—la otra chica de cabello rojizo me mira con el ceño fruncido.

Me adentro más a la habitación, es claro que no saben lo que están haciendo, están jugando con fuego.

—Sabemos lo que están haciendo y deben parar.

—¿Qué si no? Ustedes no son nadie para decirnos que hacer?—Quinn mira de una manera retadora a Eve, yo no lo haría si fuera ella, esta cavando su propia tumba.

—Se que tu hiciste que tu padre muriera—luce impresionada ante las palabras de Eve, aunque intente disimularlo.

—Se lo merecía.

Una vibra diferente invade el lugar, el cuarto se está tornando frío, puedo percibir algo entre las sombras.

—No sabes con lo que te estas metiendo.

—¿Y tú si?

—Mira mocosa...

—Eve...—la llamo viendo la figura cobrar vida entre las penumbras.

El fuego en las velas se desvanecen dejándonos en la completa oscuridad, todo unos  segundos en ajustar mi visión, apenas logro ver algo con la luz que se filtra por la ventana.

Unos gritos me alertan, no estamos solos en la habitación.

—Sácame de aqui—me ordena la demonio mayor.

Sin pensarlo dos veces me muevo por el lugar con mi escasa visibilidad, un grito ensordecedor llega a mis tímpanos. A pesar de estar acostumbrado a estos gritos, este no es el momento ni el lugar en el que me complace hacerlo.

—¡Layla!—una de ellas grita aterrada.

—Ordeno que las dejes—demanda Eve buscando al daeva con la mirada.

—No puedo hacer eso—responde el ser con una voz tenebrosa, casí como si estuviera parado junto a tí susurandote.

Sus sombra aparece y desaparece en cuestión de segundos, me acerco a la humana en el piso revisando sus signos vitales, algo caliente y pegajoso mancha mis manos, no necesito ver para saber que abandono este mundo.

—El trato se acabó, el alma ya está pagando su condena—continua la demonio mayor frustrada por no poder detenerlo.

—El trato no se ha acabado.

—¿De qué hablas?

—Sus almas, hicieron un pacto.

Por supuesto que lo hicieron, no midieron las consecuencias de su justicia y ahora estas pagando sus actos con sus almas, almas que no tardarán en llegar con mis hermanos para ser torturadas una y otra vez.

—¡¿Vendieron su alma!?—explota Evelyn furiosa.

Las dos humanas la miran con auténtico temor y una suplica muda por ayuda. Eve las ignora enfocándose en el ser que las persigue con sigiloso  esperando el momento perfecto para actuar.

Me levanto del suelo rodeando a las humanas, usando mi cuerpo como escudo de protección. Mi intento de ayudar no sirve, el daeva se las ingenia para pasar sobre mí, atacando a la humana con el cabello rojizo.

—¡Ayúdenme!—grita, escucho como su piel es rasgada al igual que la otra, es cuestión de segundos para que también termine con ella.

—Te tengo—Eve apunta al daeva, usa su poder para inmovilizarlo, como el animal que es empieza a retorcerse buscando liberarse aunque es imposible, si la gran y poderoda Eve te tiene en sus manos solo hay una salida para ti.

—¡Será mejor que cubran sus ojos!—advierte.

Pronto una luz emerje de sus palmas, cubro los ojos de las humana, cierro los ojos girando con las humanas en mis brazos para que el impacto sea menor. Espero a que se desvanezca para abrirlos de nuevo.




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