Daemonium

Capítulo 26: Confusión

Mis manos están sudorosas, no puedo dejar de moverme, mis ojos se mueven por todo el lugar ansioso, el timbre suena de nuevo, me giro esperando verla, como la vez anterior y anterior y anterior a esa, no es ella la que entra al bar.

—¿Otro trago, guapo?—Nicole aparece de nuevo parpadeando más de lo normal, acomodándose en la barra de una manera que me deja ver sus pechos. No le presto atención, no me interesa nada de lo que pueda ofrecerme, la única que tiene cabida en mi mente en este momento es Maia.

—Estoy bien.

—¿Por qué tan serio de repente?—su mano se desliza hasta la mía.—¿Puedo ayudarte?

—No—ni siquiera sé porque pierdo el tiempo con ella. Miro el reloj en la pared encima de la puerta. Ya han pasado veinte minutos desde las ocho, y la noche empieza a pintarse afuera. No me gusta no saber de ella.

¿Se habrá arrepentido?

¿No confío lo suficiente en mí?

¿Y si le pasó algo?

La mujer frente a mí insiste, pasándome un papel con un teléfono escrito.

—Mi teléfono, por si en algún momento necesitas la compañía de alguien.

El timbre vuelve a sonar, por inercia volteo a ver la puerta, la mujer de mis sueños al fin entra al bar, buscándome por todo el lugar. Me levanto de mi asiento de inmediato dejando el papel con su dueña.

No sé porque me siento molesto, pero aliviado al mismo tiempo, es una sensación muy extraña. Esta humana me está volviendo loco.

—¿Porqué tardaste tanto?—le reprocho aunque no tengo derecho alguno de hacerlo. 

—Yo... me entretuve resolviendo unos asuntos—mira el lugar sin ánimos.— ¿Podemos irnos?

Esta comportándose muy extraño, quiero creer que las pesadillas tienen la culpa. 

—Te sigo. 

Abro la puerta para que sea ella la primera en salir, la sigo de cerca cuidándola de cada carro o persona que se cruza en nuestro camino, puedo sentir la tensión crecer a nuestro alrededor sofocándome, temo decir algo que rompa con la tranquilidad que tenemos ahora, no quiero decir nada que arruine esta noche. Voltea a verme de vez en cuando asegurándose de que la sigo. 

—¿Has hecho esto antes?—pregunta rompiendo el silencio. 

—No.

—¡¿No?!—grita deteniéndome a su lado. —¿Entonces cómo estás tan seguro que va a funcionar?

—Porque nadie es mejor que yo—rueda los ojos, me gusta verla más relajada, reviviendo ese brillo que desapareció en sus ojos—Te voy a cuidar, lo prometo.

Sus mejillas vuelven a tomar ese color que tanto me encanta. Retoma la caminada hasta su hogar, se detiene unas cuadras antes de llegar, se gira de golpe chocando contra mí pecho.

—Lo siento—se disculpa retrocediendo unos pasos.—Es en la casa café, ahí vivo—apunta nerviosa. 

—De acuerdo.

—¿Qué harás? ¿Cómo subirás hasta... mi habitación?—susurra como si temiera que alguien la oyera. 

—Cuando quieras que aparezca en tu habitación solo llámame con el pensamiento.

—¿¡Qué!?—grita, cubre su boca esperando que nadie la haya escuchado.—¿Puedes leer la mente acaso?

Ahora soy yo quién rueda los ojos.

—Si—ya no solo son sus mejillas las que se sonrojan, el color se expande hasta su cuello y su pecho, sus labios se entreabren impresionada, tengo que pegar mis manos a mi cuerpo para no besarla como quiero. Carajo, me estoy muriendo por tocarla.

—¡¿Has leído la mía?!—grita olvidando su vergüenza. 

—Si—me abstengo en decir más.

—No puedes hacer eso—me regaña apuntándome con el dedo, su ceño se frunce de una manera adorable, arruga su nariz de una manera chistosa.—No lo harás después de esto.

—Esta bien—me encojo de hombros, estrecha los ojos dudosa.

—Bien—evita mi mirada mirando hacia su izquierda.—¿Y qué has oído?

—¿En serio quieres saberlo?—se sonroja aún más si es posible. —Porque tan roja, ¿algo que quieras confesarme?—susurro en su oído. 

—No sabía que eras tan molesto—niega caminando a su casa.

—No pienses mucho en mí o entraré antes de tiempo—advierto con una sonrisa en mis labios.

Siento mi pecho revolotear con sensaciones extrañas, mi humana ríe negada a verme, me gusta escuchar su risa, más que cualquier otra cosa en este mundo. 

Como ella me lo pidió, me quedo en las sombras en espera de su llamado, aún me resulta sorprendente que haya acudido a mi por ayuda, me hace sentir especial y único.

<<Eres el único en el que confió en este momento>>

Mi humana confía en mí, observo su casa, las siluetas de su familia moviéndose de un lugar a otro, me siento en el suelo contando los minutos para volver a verla.

°||°||°||°

Maia.

No puedo comer, tengo la garganta cerrada. ¿Qué habrá escuchado? ¿Sabrá qué me gusta? ¿Qué he soñado con él? ¿Sabrá que muero por volver a besarlo?




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