Daemonium

Capítulo 28: Secuestro

¿Dónde estás?

¿Dónde estás?

—¡Maia!—la busco desesperado entre el fuego que me rodea.—¡Maia!

Avanzo con dificultad en su mente, la angustia oprimiendo mi pecho, me muevo desesperado por encontrarla, una figura aparece en mi campo de visión. 

—Te encontré. 

Corro a su lado, hecha un ovillo en el suelo, sollozando de miedo. La envuelvo en mis brazos poniendo toda mi energía en ayudarla, uso mi poder para luchar contra la fuerza de quién sea esta haciéndole esto. Algo me impide que lo haga, una fuerza mucho mayor que no me permite cambiar este espantoso lugar por uno mejor.

—Archer—mi humana se aferra a mi con fuerza, su cuerpo tiembla sin poder controlarlo. Puedo escuchar la voz llamarla, mi cuerpo se eriza al reconocerlo.

<<Vuelve a casa Maia>>

Mierda. 

<<Eres una de nosotros, no importa cuanto sigas luchando contra ello, por tu sangre corre mi sangre, eres mía>>

Una de nosotros... ella es...

Sus sollozos me sacan del estupor, la abrazo pegándola a mi pecho protegiéndola. 

—Estoy contigo, estas a salvo, no dejaré que nada te pasé—aseguro transmitiéndole todo lo bueno que puedo, aunque nunca he intentado algo como esto. 

Lo intento una vez más, pronuncio las palabras que me ayudarán a desaparecernos de este horror, poco a poco todo empieza a cambiar, el fuego es remplazado por una brisa calida, el mar aparece cerca de nosotros, la llevó a la playa, sentándonos juntos en la arena.

Me separo de ella para asegurarme que esta bien.

—Archer—murmura sollozando de alivio.

—Estoy aquí, mi cielo—limpio sus mejillas húmedas.

—No me sueltes—suplica con una mirada que si pudiera le daría todo en este momento. 

—Nunca—sonríe abrazándome.

De pronto el aire cambia, la veo borrosa, el cabello de mi nuca se eriza, siento la energía cambiar por completo.

—¿Archer, que pasa?

—No...

Salgo de su cabeza golpeando la realidad, Maia es arrebatada de mi lado, no puedo ver que esta pasando porque golpean mi rostro repetidas veces.

—¡Archer!—escucho la voz amortiguada de Maia.

La ira me nubla por completo viendo a mi humana ser atacacada por demonios, alejándola de mí. No sé que hacen aquí, ni como mierda llegaron, pero no permitiré que le hagan daño. Golpeo hasta dejar inconsciente el que me ataca, voy por los otros dos que la retienen.

Uno de ellos se acerca listo para atacarme, mientras el otro intenta escapar con ella, luchando por liberarse. Evado los golpes de esta escoria lo mejor que puedo, no por nada soy el mejor del infierno.

Atrapo su brazo cuando lanza su quinto golpe, lo retuerzo por su espalda aplicando tanta presión como puedo, me importa tres hectáreas de mierda si se lo rompo.

—¿Qué mierda hacen aquí?—gruño sin un ápice de paciencia. 

—Eso es algo que no te importa imbécil—escupe, retuerzo mas su brazo, seguro para este punto he abierto su piel.

—Suéltala o la rompo—sentencio volteando a ver al grandote que sostiene a mi humana.

—Vete a la mierda.

—Bien—quiebro el hueso de su compañero, su grito desgarrador inunda la casa.

El inconsciente despierta atacándome por detrás, giro con el demonio en mis manos, usándolo como escudo.

—¡Quítate!—le ordena lanzando golpe a diestra y siniestra. 

—¡Como si pudiera! ¡Golpéalo de una maldita vez!

Suelto al que tengo en las manos casi cayéndose al suelo.

Uno. Dos. Tres. Seis. Golpeo y golpeo, hasta que una cuerda aprieta mi cuello con fuerza, buscando privarme del aire, interpongo mi mano entre mi garganta y la cuerda logrando respirar un poco.

—Te tengo en mis manos basura—aprieta mas fuerte, el imbécil frente a mí sigue golpeándome sin descanso, busco a Maia desesperado, me duele el estomago, me duele el pecho, la frustración llega a niveles que me sobrepasan.

Mi humana no está. 

Se la llevaron.

Mi cuerpo va perdiendo fuerza a pesar de poner todo mi empeño para matar a estos hijos de puta. 

—Sigue durmiendo idiota—el demonio me golpe directo a mi rostro dejándome en la oscuridad absoluta.

°||°||°||°

Un grito ensordecedor me despierta de golpe, me levanto de un salto del suelo buscando a mi humana, su madre me mira aterrada, su padre aparece agitando un bate en mi dirección. Atrapo el arma obligándolo a verme a los ojos.

—Olvidarás lo que viste aquí, volverás a tu cama, y no despertarás hasta que amanezca.

Deja el bate obedeciendo mis ordenes. Sigo con su madre antes de que logre escapar, repito lo mismo viendo como ambos se encierran en su cuarto. Me aseguro que su hermano está bien, antes de regresar a su cuarto.




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