Daemonium

Capítulo 30: Pelea

Otro golpe revienta mi labio, escupo a un lado la sangre evadiendo lo mejor que puedo sus puños. Regreso los golpes, pero para mi mala suerte sana mucho más rápido que yo. Aunque no quiera aceptarlo el ángel es más fuerte.

Puedo escuchar los gritos de Maia, suplicando que me detenga, pero como hacerlo si este ángel pretende alejarla de mí.

—¡Julian, vas a matarlo! ¡Por favor suéltalo!

—Te esta controlando Maia, este ser te estaba lastimando, eso es lo que su especie hace—otro golpe en las costillas.

—¡No! ¡Basta!—suplica mi humana.

Golpea mi mandíbula tan fuerte que truena, un inmerso dolor se apodera de mí cuerpo.

Mierda.

Creo que me la quebró.

No lo mato porque estoy seguro Evelyn me matará después, pero ganas no me faltan. Solo quiero noquearlo o por lo menos lograr que se detenga, que desista de la idea de apartar a Maia de mi lado.

Sin verla venir, la demonio mayor separa a su ángel de mí, no tenga idea en que momento regreso. Me paro erguido, esperando su regaño por la pequeña batalla en su cabaña, sin embargo pasa de largo caminando hasta Maia, todo pasa a segundo plano al instante, se me hace un nudo en el pecho al verla tan pálida, casi por perder el conocimiento.

—¿Qué le pasa?—mi voz flaquea, no es normal que esté así.

—Tu le haces daño—el maldito ángel escupe en mi dirección.

—Yo no...—intento discutir, pero quizá tenga razón. Lo mismo sucedió en el salón antes de desmayarse. Puede que yo este ocasionándole ese dolor, no entiendo como si lo único que quiero es ayudarla, sanar lo que sea que la lastima. Me aparto para no seguir empeorando su estado.

—Solo estoy cansada—Maia busca mi mirada suplicando que no me aleje más.

—Cuando te dije que te la llevaras no me refería a que la trajeras aquí—Eve me enfrenta analizando a mi humana, usando su poder para ayudarla a sanar mas rápido.

—No sabía a dónde más llevarla, además, esta más segura aquí contigo que en cualquier otro lugar.

—¿Segura que estás bien?—vuelve a preguntar Eve.

—Si—responde en un suspiro, la comisura de su labio se eleva un poco formando una pequeña sonrisa.—Gracias por salvarme, Eve.

—No fue nada, pero tengo...

—¿Qué te pasó?—el ángel la corta.

—Nada, estoy bien—apenas soy consciente de la sangre que ensucia su blusa. El ángel busca su herida preocupado. Esto es tan extraño de ver, creo que estoy alucinando.

—Julian...

—Se te abrió de nuevo—la herida es grande, sangre sigue saliendo de ella, no entiendo porque no parece curarse.

—Estoy bien—insiste la demonio mayor, sin embargo él le impide que se mueva.

—Podrías dejar de ser tan testaruda y dejar que te cure.

Eres ángel muerto. Evelyn nunca...

No. Puede. Ser.

Ella acepta a regañadientes quedarse en su lugar. Estoy alucinando, ¿verdad? 
Por fin alguien logró controlar a la fiera y no morir en el intento. Trato de no sonreír, pero es imposible, no puedo creer lo que mis ojos ven, no creí que Evelyn fuera capaz de ser tan... humana.

—Esta bien, pero no he terminado con ustedes dos—nos señala a Maia y a mí.

Con Evelyn nunca nada es así de fácil.
Sostengo la mano de mi humana para subir al cuarto y que descanse, el maldito angelito nos detiene de nuevo.

—No puedo dejar que se vaya con él—tiene que estar jodiéndome.

—Él esta conmigo, Julian, confió en Archer—esas palabras repercuten en mi con fuerza, aun me cuesta creer la extraña relacion que tenemos ella y yo.—No le hará nada.

Debo admitir que dude de ella, por un momento creí... después de todo lo que hizo creo que no volveré a dudar nunca jamás.

—Pero...

—Confió en él–repite segura en su postura.

¿Necesita que se lo grabe en el cerebro?

No dice nada, se aparta dejándonos pasar. Guío a Maia hasta la que es mi habitación. 

—Ahora regreso, te traeré algo de ropa limpia—salgo del cuarto hasta la de Eve, buscando lo que sea que pueda quedarle, consigo una camisa y un short que puede servir. 

Regreso al cuarto con las cosas en las manos, cerrando la puerta con seguro para que nadie pueda molestarla. 

—Aquí tienes—se la entrego, retrocedo esperando a que haga algo, no entiendo cuando hace unos movimientos con los ojos. 

—¿Podrías darte la vuelta?

—Ah, claro—giro dándole la espalda. Todo mi cuerpo me grita que me de la vuelta, será tan fácil verla, solo un movimiento rápido. Tengo que usar todo mi maldito autocontrol para quedarme en mi lugar. 

Ocupo mi mente asegurándome que la ventana este bien cerrada, reviso todo, hasta el más mínimo hueco. 

—Ya puedes voltearte—la encuentro sentada en la orilla de la cama, más tranquila, regreso con ella sentándome a su lado. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.