—¡Voy a morir por tu culpa mujer!—el aire golpea con fuerza mi cara, tengo miedo de seguir viendo mi posible muerte, todo lo que siento se amplifica si cierro los ojos, el revolotear en mi estómago no es una buena señal.
—¡Levanta las manos!—la loca que tengo a lado grita y ríe como si no hubiera un mañana.
—¡Estas loca! ¡Me quieres matar!—mis músculos estas tan tensos que duelen, temo soltarme y salir volando de este aparato del demonio.
Una.
Dos.
Tres vueltas, subiendo y bajando, chocando el uno con el otro. Hasta que por fin la máquina se detiene. No lo pienso, en cuanto nos liberan salgo corriendo al primer bote de basura que encuentro vaciando mi estomago.
—No aguantas nada.
—¿Esta es tu idea de diversión?
—Si, ahora ven, tienes que probar esto, te va a encantar—me lleva arrastrando hasta un puesto con cosas esponjosas de color rosa, azul y morado, tiene un intercambio de palabras con la señora, después toma uno de esas cosas.
—Prueba—mete un bocando en mi boca.
¿Que es esta brujeria? La cosa desaparece en cuestion de segundos.
—Desapareció.
—Si, eso ocurre cuando entra en contacto con tu saliva, te come un poco más—me da otro pedazo.
—Me gusta.
—Es mi dulce favorito—come ensuciando su boca de morado. Uso mi camisa para limpiarla, sus ojos me miran con intensidad.—Ven, quiero enseñarte mi lugar favorito en todo el mundo.
La sigo disfrutando de conocerla más. Llegamos al parque con niños jugando por todas partes, ella va directo a unos columpios, meciéndose en ellos. Tomo el que esta a su lado viendo la hermosa sonrisa que tiene en este momento.
Los rayos del sol iluminan su rostro, traspasan su cabello dando un color más claro, toda ella resplandece, se ve hermosa, el músculo en mi pecho no deja de agitarse como un loco.
—¿Te estas divirtiendo?
—Mucho.
—¿Cuál ha sido tu parte favorita?—indaga intrigada, empujándolo en el juego.
—Estar contigo—admito hinoptizado por sus ojos.
—Incluso en la montaña rusa.
—Incluso en la montaña rusa, aunque sintiera que iba a morir.
—Fue divertido escucharte gritar—ríe.
—Lo sé, pude escuchar tu risa todo el recorrido—su risa es tan contagiosa que no puedo evitar sonreír.
—Este ha sido el mejor día que he tenido en mucho tiempo.
—Este a sido el mejor día de mi vida—admito.
Muerde su labio, mirándome diferente que hace un momento. De un momento a otro sus labios están en los míos, apoderandose de mi cuerpo y mente. Probar sus labios es el más delicioso dulce que jamás probaré. Se levanta de su lugar llevándome con ella, dejo de pensar en todo, solo puedo la tengo a ella en mi mente.
De un segundo a otro se separa abruptamente.
—No me siento bien—el color de su piel cambia radicalmente, mi humana se tambalea de un lado a otro. La sostengo en mis brazos evitando que caiga.—Esta aquí. El... jinete.
Se desvanece perdiendo el conocimiento. No de nuevo. Paso la mirada por el lugar, pocas personas quedan aquí, salto de regreso a la cabaña recostandola en mi cama. No entiendo cómo lo supo, pero tiene razón, algo se siente diferente en el ambiente, algo que no me gusta.
°||°||°||°
Maia sigue sin reaccionar, aparto el cabello de su rostro, asegurándome que está cómoda. Puedo sentir la energía de Eve cerca, bajo corriendo las escaleras para enfrentarla e informarle lo que sucede. La abordo apenas abre la puerta.
—Evelyn...
—Lo sé—me corta.—Tengo que hablar con Maia.
Abro la boca para decirle que no es momento para hablar con ella.
—Estoy aquí, Eve—la miramos parada al pie de la escalera. Se ve agotada, Evelyn es la primera en acercarse a ella preocupada.
—Estoy bien, Eve—intenta sonreír, no llega a ser ni una mueca.
—No lo estás, mírate. ¿Qué tienes?
—Pesadillas.
—A tenido sueños con respecto al apocalipsis, se pusieron peor desde que el portal fue abierto.
Quizá Evelyn tenga una cura para ella.
—No lo sé, hace unos días me enteré que soy mitad demonio..
—¡Qué!—no me había dado cuenta del ángel.
—Nadie más de mi familia tiene sangre de demonio, no entiendo porque yo sí—continua. Ella también puede sentir nuestro poder, seguro no siente ninguna en su hogar confirmando mis sospechas.
—¿Eres adoptada?—cuestiona la demonio mayor.—Maia...
La detengo antes de que diga algo que ponga peor a mi humana, no necesita escucharlo, no en este momento.
—Aún me cuesta creerlo, pero no puedo negar lo que tengo en la sangre, ¿cierto?—bromea para aligerar la situación, sus ojos se nublan en lágrimas.
—¿En que piensas?—el ángel se mueve presionando el hombro de Eve.
—He consultado tu caso con Miguel...
—¡¿El ángel Miguel?!—Maia abre los ojos impresionada. Por supuesto que le impresiona, no es cualquier ángel, es un maldito arcángel.
—¿Qué te dijo?—seguro viene en este momento para matarme, o a quitarme lo único bueno que he tenido en mi vida.
—Aún no tengo noticias de él—dejo salir el aire que no sabia estaba conteniendo.—Pero considero que lo mejor es que no te separes de ella, tengo el presentimiento de que es una pieza clave en todo esto.
—¿Yo?—Maia alza ambas cejas.
—Esos demonios no te secuestrarían para nada—tiene razón.—Tenemos que irnos.
—¿A dónde?—no creo que sea buena idea salir.
—Guerra esta aquí, seguro los humanos ya empezaron a actuar.
—Guerra, el jinete del apocalipsis—murmura mi humana, ella lo supo, antes que cualquiera de nosotros, sabía que estaba aquí.—¿Cómo lo detenemos? —alcanzo a escuchar su pregunta, regresandome a la realidad.
—¿Detendremos?—no va a detener nada.—Tu te quedas aquí, ya la oíste, es peligroso si algún demonio te vé.
—Para ti es peligroso hasta ir al baño—se queja cruzándose de brazos, eso no es cierto, solo que temo se desmaye en cualquier momento y se golpeé más la cabezota que tiene.—Tenemos que ayudarla.