Evelyn desliza su anillo por su dedo para dejarlo en el suelo junto a los demás formando un círculo perfecto.
—¿Ahora qué?—miro los anillos sucios con la sangre de sus dueños.
De pronto los aros empiezan a temblar en su lugar, un halo oscuro los envuelve, un espantoso y chillante sonido repercute en mis oídos lastimandome, todos nos cubrimos para evitar que nos reviente los tímpanos.
—¿¡Eve, qué pasa!?—grita Maia lo más fuerte que puede para hacerse oír. Arruga el rostro claramente sufriendo por lo que sea que están haciendo esos malditos anillos. Sin pensarlo me acerca para patearlos y que se detengan, los malditos se suspenden en el aire imposibilitando mi tarea. Comienzan a girar en el aire cada vez más fuerte hasta que se forma un solo aro. Un rayo cae del cielo partiendo el suelo bajo nosotros, formando un grieta en el concreto, dejo de respirar al ver los colores que resplandecen entre la grieta.
¿Que mierda?
Estoy seguro que esto no es normal.
—Se supone que cerraríamos el portal, ¿porque demonios hay una grieta en el suelo que claramente conduce al infierno?
—Tenía que matarlos Archer, ¿o hubieras preferido vivir en el apocalipsis con esos tres jinetes gobernando la tierra? Además si no me deshacía de sus anillos había una posibilidad de que regresaran—explica mirándome seriamente a los ojos.—No tenía muchas opciones, si no lo hacía era cuestión de tiempo para que demás demonios vinieran por mí, Lucifer a intentado subir desde hace milenios, los sabes, poseer los anillos nos ponía en un blanco perfecto.
—¿Y que se supone que hagamos cuando ellos suban?—ahora es el angelito quién la cuestiona.
—Los desterraré de la faz de la tierra para siempre—aclara con seridad.—Necesito que busques un escondite—mira a Maia a mi lado, quién no ha dejado de observar la grieta en el suelo con temor.—Ellos van a llegar en cualquier momento, y no sé porqué, pero tengo el presentimiento de que será a ti a quien busquen primero.
—Yo la protegeré—nadie va a tocarla mientras yo esté vivo.
—Haré lo posible por detenerlos, lo prometo—nos asegura Evelyn.
—Lo sabemos.
Veo a Maia abalanzarse a Eve, abrazándola. Me sorprende ver a la demonio mayor regresar el abrazo.
—Cuídense, si algo llega a pasar no me busquen, solo llámenme y los encontraré—pide por nuestra seguridad.
Yo igual abrazo con fuerza a mi amiga, esto va a ser difícil para ella, no solo subirá un demonio común y sin importancia como los tantos que hay en el infierno, será Adam quién llegue a la tierra tarde o temprano, no me imagino cómo será para ella enfrentarlo en este momento, bajo todas están nuevas circunstancia. No quiero dejarla sola, pero tengo que poner a salvo a Maia y a su familia. Me separo de ella mirándola directo a los ojos.
—Cuidate Evelyn—le pido sabiendo el peligro al que se expondrá.
Asiente dejándome más tranquilo. Sostengo la mano de Maia alejándome de aquí, viendo como el portal se abre cada vez más. Puedo sentir como Maia sostiene mi mano con más fuerza de la necesaria temiendo soltarme.
—Mis padres nunca aceptarán irse de aquí sin una razón justificable, mucho menos de un día para otro—me detiene a su lado.—¿Qué les voy a decir? ¿No van a creerme si les digo la verdad? Van a creer que perdí la cabeza. Necesito que me ayudes Archer—súplica.
—Lo haré, primero necesito que lleguemos a tu casa, después me haré cargo de que viajen lejos de aquí—rodea sus brazos alrededor de mí pegándome a su cuerpo, sé lo que quiere decir con eso.
Salto con ella en mis brazos afuera de su hogar, se separa para entrar a su casa, de pronto una voz la detiene.
—¿Maia?—su padre murmura detrás de nosotros conmocionado.
—Papá, ¿dónde están mamá y Ulises?
—¿Qué?—cuestiona él aún perdido.
—¿¡Dónde están los demás!?
—Dentro de la casa—apunta sin apartar la mirada de ella.—Hija, como apareciste…
No lo dejo terminar, me acerco a él tocando su frente, pronto se desploma cayendo inconsciente, lo sostengo en mis brazos antes de que caiga al suelo.
—¡Archer!—grita Maia asustada.
—Solo esta dormido, hará demasiadas preguntas que no podemos responder, esto es lo mejor para ellos—le aseguro cargando a su padre dentro de la casa.
—¿¡Maia?! ¿Qué pasó?—su madre aparece corriendo a nuestro lado, aprovecho que está inclinada en el suelo para dejarme inconsciente. No pierdo el tiempo, me muevo buscando a su hermano quién duerme en su cama. Lo cargo en mis brazos asegurándome de que esté bien, bajo con él hasta el comedor dónde están todos.
—¿Qué harás?—cuestiona Maia inclinándose en el suelo a su lado.
—Les plantearé una memoria falsa, después los llevaré a una cabaña en las montañas del norte dónde Eve me confirmó que estarían a salvo—dejo a Ulises en los brazos de su madre para proseguir a sostener su mano y la de Maia.—Necesito que sostengas la mano de tu padre.