—No quiso comer tampoco hoy—me anuncia Maia.
Nunca había visto así a Evelyn, se ve tan diferente a ese ser indomable y fuerte que era antes, la escucho llorar en las noches, perdí la cuenta de cuantas veces Maia ha ido a su cuarto para consolarla, no me atrevo a entrar con ella, creo que no se sentiría cómoda si lo hago, además de que no sabría qué decir o qué hacer. No ha querido salir del cuarto y cada vez come menos.
Julian se alejó de nosotros desde que ella llegó, aunque el bunker es pequeño es difícil verlo estos días. Me enfurece que estén tomando ese papel de no hablarse ni verse el uno al otro, porque si bien su relación terminó la guerra sigue afuera. No pienso permanecer en estas paredes por el resto de mi vida, quiero conocer la tierra a lado de mi humana, y poder tener el sueño que quiero de crear una familia lejos de este lugar con ella.
—Archer—susurra Maia a mi lado para que nadie nos oiga.—Tengo una sorpresa para ti—pasa la mirada por el lugar asegurándose que nadie puede vernos. Saca sus manos debajo de la mesa, las abre mostrándome dos anillos.
—¿Anillos?
—Anillos—repite acomodando uno en mi dedo anular, después se dispone a hacer lo mismo con el suyo.—Los encontré entre las cosas extraviadas, quiero que estos sean nuestros anillos de compromiso por mientras.
—¿Y qué compromiso sería?—observo la sortija el mi dedo.
—Quiero que este sea un compromiso de que pasé lo que pasé seguirás a mi lado—dice poniendo mi corazón a latir como hace días no hacía.—No imagino cómo hubiera podido sobrevivir a este infierno sin ti a mi lado, no me importa quién se oponga a esta unión yo quiero seguir junto a ti, no hay nadie más en quien confíe como confío en ti…
La beso dejando que esa sea mi respuesta, solo ella puede producir todo esto que siento en el pecho, solo ella puede ponerme a sus pies rogando por un beso, pronto me olvido de en dónde estamos, solo soy consciente de sus labios y de la necesidad que corroe mi cuerpo por recorrer el suyo, es ella quién tiene que bajar la revoluciones del beso, presionando un poco mi pecho para alejarme.
—Quiero correr a todos de aquí solo para poder hacerte el amor—admito respirando con dificultad.
—Pensé que ya lo hacíamos—me mira con una sonrisa y un brillo en sus ojos.
—Me refiero a desnudarte y…—cubre mis labios con su mano para que pare de hablar, se sonroja apenada, aunque sigue sonriendo. Niega con la cabeza acercando sus labios a mi oído, erizando mi piel de inmediato.
—Conozco un lugar, ven conmigo—me incita a levantarme de la mesa, la sigo poseído por sus hermosos ojos, no hay nadie más que tenga tanto poder sobre mí como lo tiene ella y lo sabe a la perfección.
Llegamos a un pequeño cuarto dónde hay útiles de limpieza, la oscuridad se apodera del lugar cuando cierra la puerta, escucho a mi humana moverse encendiendo una bombilla que apenas alcanza a iluminar nuestros rostros.
—Nadie nos va a interrumpir aquí—rodea sus brazos alrededor de mi cuello atrayendo mi cuerpo al suyo, me inclino lo suficiente para alcanzar sus labios.
Mi corazón late a mil por hora, siento el calor apoderarse del pequeño espacio en el que estamos, me tomo mi tiempo para apreciar y besar cada parte de su cuerpo como tanto deseaba, nunca voy a cansarme de hacer el amor con ella, de una u otra manera, su voz, su respiración, el calor de su cuerpo junto al mío, sus caricias, no lo cambio por nada del universo. No me importa el lugar ni la situación, si ella está a mi lado puedo soportarlo todo.
—No quiero olvidarte Archer, nunca—menciona temiendo que haga lo que Evelyn le hizo a Julian, mientras me encargo de ayudarla a vestirse de nuevo.—Aunque volvamos a pelear no quiero que manipules mis recuerdos.
—Nunca lo he hecho y nunca lo haré mi cielo—prometo dejando un casto beso en sus labios que ayuda a calmar la necesidad que tengo por sentirla todo el tiempo. Me abraza descansando su cabeza en mi pecho, suelta una risilla que logró escuchar.—¿De qué qué ríes?
Alza la cabeza para poder verme a los ojos.
—Estaba recordando lo que sucedió con la carta de Olga en el salón, creí que me reprobarías en ese instante, estaba nerviosa cuando me hablaste que no podía dejar de sudar, el hecho de que seas apuesto no ayudó, mucho menos esa mirada penetrante con la que mirás, fue difícil no empezar a sentir cosas por ti.
—Suelo producir ese efecto con las mujeres—me mira mal.
—Si, me di cuenta cuando coqueteabas con Paula.
—¿Con quien?—frunzo el ceño sin poder recordar.
—La mujer maestra rubia y robusta que siempre parecía estar contigo. Creí que tu y ella tenían algo. Luego en el bar con Nicole, tuve que chocar contigo a proposito para que dejara de verte como si quisiera comerte. Y perdí la cuenta de cuántas alumnas esperaban para verte en los pasillos…
No puedo creer lo que oigo. ¿Mi hermosa humana estaba celosa?
—No puedo creer que hayas hecho lo mismo que yo.