Hace diez años, Lucio, entonces un príncipe, se anticipó a su 15º cumpleaños.
Debilitado en cuerpo y alma, no pudo evitar emocionarse por su cumpleaños y se despertó un poco antes de lo habitual.
Sus cumpleaños eran asuntos sin incidentes.
Incluso si el Emperador no estuviera actualmente en otra campaña militar, no se fijaría en el cumpleaños de su hijo.
Su madre tampoco haría una fiesta, así que hoy era sólo otro día.
El chico decidió ser feliz con el aumento simbólico de su madurez.
"Su Alteza, Su Majestad la Reina lo está buscando."
Dijo un sirviente.
Era mediodía cuando la Reina Alisa lo convocó, y una pequeña lluvia estaba empezando a caer sobre el suelo.
El chico fue al palacio de la reina, pensando que debía apurarse antes de que la lluvia se hiciera más fuerte.
Una pequeña llama de esperanza ardía en él.
Quizás hoy... su madre le daría un regalo en lugar de una paliza.
Desgraciadamente, el chico seguía siendo ingenuo sobre la realidad en la que vivía.
Sus expectativas aumentaron cuando llegó al palacio y vio a la Reina Alisa, que lo saludó con una rara sonrisa.
Siempre usaba palabras hirientes cuando lo veía, pero hoy su sonrisa brillaba como la plata.
La esperanza creció en su mente.
"Saludos, Su Majestad."
Dijo el muchacho.
"Bienvenido, Príncipe. El clima es hermoso."
El chico hizo una pausa.
El clima actual era todo menos hermoso, pero no dijo nada en contra de ella.
Si su madre decía que hacía buen tiempo, entonces hacía buen tiempo.
Tal vez se refería a que el aire se sentía más limpio debido a la lluvia.
"Sí, Su Majestad. El clima es bueno."
Respondió el chico.
"Hoy es su cumpleaños, ¿Verdad, Príncipe?"
El corazón del joven chico saltó.
¡Su madre se acordó de su cumpleaños!
¿lba a hacerle un regalo?
Él asintió vigorosamente con entusiasmo.
"Sí, Su Majestad."
"Tu madre te preparó un regalo."
Dijo la Reina Alisa, y se levantó de su asiento con una sonrisa.
Lucio, entendiendo el movimiento, la siguió.
Aunque estaba lloviendo, no dudó en salir.
Sus damas de compañía le colocaron paraguas a ella y a Lucio.
La lluvia, que había sido irregular cuando llegó al palacio de la reina, ahora se había intensificado a un ritmo constante.
El chico se preguntó qué clase de regalo le había preparado la Reina Alisa, pero mantuvo la boca cerrada, temiendo que ella retirara el regalo.
Pronto los pasos de Alisa se detuvieron, y el chico vio que habían llegado a un pabellón remoto.
Miró al centro del pabellón con perplejidad.
¿lba a darle eso como regalo?
"¿Qué ves, Lucio?"
Preguntó Alisa.
El corazón del chico latía con fuerza.
Era la primera vez que no lo llamaba "niño sucio".
"Parece una persona, su Majestad."
Respondió.
"Sí, es una persona."
Antes ellos había un gran objeto cubierto por una sábana blanca.
El chico no estaba seguro, pero parecía una persona ahí abajo.
Se veía feliz cuando adivinó correctamente, pero su felicidad se desmoronó en un instante con las siguientes palabras de Alisa.
"Vas a matarlos."
"...¿Qué?"
El niño miró a su madre con incredulidad.
Alisa le dio una sonrisa elegante.
"Hoy matarás, Lucio."
"Su Majestad..."
"Me hará muy feliz si los matas, Lucio. ¿Estarías dispuesto a hacer esto por tu madre?"
El chico no quería que su madre fuera infeliz, pero no podía hacer esto.
No podía asesinar a alguien.
Sacudió la cabeza, y la cara sonriente de Alisa se convirtió rápidamente en piedra.
El chico se puso tieso.
Sabía lo que venía después cuando ella hizo esa expresión: violencia.
Sin embargo, ella no lo golpeó, sino que dijo su nombre con la misma voz que antes.
El chico se sorprendió por su inesperada respuesta.
Le respondió con una voz ligeramente aterrorizada.
"Sí, Su Majestad..."
"¿Ahora intentas desobedecerme?"
"No, Su Majestad, eso no..."
"No quiero excusas. Realmente eres un niño malo."
Niño malo.
El niño se encogió ante esas palabras.
Había escuchado la frase innumerables veces cuando fue golpeado.
Niño malo, niño sucio, niño vulgar.
Aunque Alisa nunca detuvo sus golpes, sabía por experiencia que no eran las heridas del cuerpo las que realmente herían a una persona, sino las heridas del corazón y deseaba dejar más cicatrices en el niño más que cualquier otra cosa.
Siempre se había sentido inferior y celosa de Janet, especialmente cuando el hijo de la concubina sería ahora el que heredaría el imperio.
"No harás lo que tu madre quiere. Eres un mal hijo."
Se burló Alisa.
"Lo siento, Su Majestad... pero matar a una persona..."
"No quiero excusas."
La frialdad de su tono golpeó al joven.
Se mordió el labio y bajó la mirada.
Tenía que hacer todo lo que su madre le dijera que hiciera, o de lo contrario ella lo golpearía de nuevo.
Pero no podía hacerlo.
'¡Nunca podría matar a nadie!'
Excepto que "nunca" no era una palabra que Alisa conociera.
Ella era la reina del imperio, y sin el Emperador aquí, reina regente.
No podía controlar al actual emperador, pero sí al sucesor.
De lo contrario, no tendría nada que hacer más que revolcarse en la miseria.
Una reina que no tenía ni poder ni el amor del rey era insignificante.
"Querido, ¿Cuándo fue la última vez que sostuve un bastón?"
Susurró.
El niño se estremeció.
Esa era una frase que usaba cuando se refería a cuando lo había golpeado.
Casi se orina cuando escuchó esas palabras de su madre en su cumpleaños.
¿Su madre iba a pegarle?
Pero, ¿Por qué?
¿Sólo porque no mató a una persona?
El chico se mojó accidentalmente.
Su madre iba a pegarle porque no quería matar a nadie.