Damned Love

CAPÍTULO 1 "BAJO EL ALA DE LA BRUJA."

ARCO 1: EL COMIENZO DE LA MAGIA

La noche envolvía el callejón cerca del bosque, con un manto de neblina fría. Entre los árboles , un niño de ocho años corría sin rumbo, los pies desnudos cortados por las raíces y la tierra húmeda. Detrás, los gruñidos de perros y las voces de hombres lo empujaban a seguir, aunque cada paso le arrancaba el aliento. No sabía quiénes eran ni por qué lo cazaban; en su corta vida, la huida había sido su único hogar.

Cuando las fuerzas lo traicionaban, una sombra se alzó frente a él. Era una mujer alta, envuelta en un manto oscuro, el cabello como una moneda de oro, de las que soñaba, y los ojos ardiendo con un brillo sobrenatural. Sin una palabra, alzó su bastón y el aire estalló en un muro de fuego. Los hombres retrocedieron,con miedo, pánico, temor más allá de lo común.

—Ven —dijo ella, con una voz grave que no dejaba espacio para negarse, pero con una calidad que lo hizo sentir cálido.

Esa noche, Kael siguió a Lyssandra hasta una torre solitaria, levantada sobre las colinas cubiertas de niebla. Allí descubrió el calor de un hogar que nunca había conocido: comida caliente, un rincón para dormir y un silencio que no estaba lleno de amenazas. Lyssandra no le preguntó por su pasado; en cambio, le mostró el suyo, un mundo tejido con runas antiguas, cánticos prohibidos y secretos dolorosos que el sol nunca debía tocar, pero que la luna admiraba.

Bajo su tutela, Kael aprendió a escuchar el lenguaje del viento, a llamar a la llama con un susurro, a doblegar la oscuridad para que le obedeciera. Al principio, la temía. Después, la respetó. Y, sin darse cuenta, comenzó a amarla como a la madre que nunca tuvo.

Pero más allá de las colinas, el odio crecía. En las tabernas, los hombres hablaban de la “bruja negra” y de su aprendiz, del peligro que representaban. El murmullo se volvió amenaza, y la amenaza, plan. Lyssandra lo sabía; sus ojos, cuando lo miraban, tenían esa sombra que precede a las tormentas.

Kael, aún niño, no entendía que los días de calma eran los últimos que viviría.




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