CAPÍTULO 3 "EL HIERRO Y LA SOMBRA."

ARCO 1:EL COMIENZO DE LA MAGIA

La celda era fría, húmeda y tan pequeña que Kael apenas podía estirarse. El olor a óxido y podredumbre impregnaba cada piedra. Los días se confundían con las noches; aquí, el tiempo no era más que una broma cruel.

Al principio, gritó. Maldijo, golpeó los muros hasta sangrar. Los guardias se reían, llamándolo “el cachorro de bruja”. Cada insulto era un clavo más en la tumba de su paciencia.

Con los años, el silencio reemplazó los gritos. Kael dejó de responder, dejó de mirar a los ojos a quienes lo vigilaban. Solo observaba… y esperaba. Esperaba el momento en que el hierro cedería ante su magia. Aunque los grilletes limitaban su poder, no podían apagar lo que Lyssandra había sembrado en él. En la oscuridad, murmuraba los conjuros que ella le había enseñado, recordando cada gesto, cada palabra.

Soñaba con su rostro, con sus manos marcando símbolos en el aire, con su voz grave repitiendo: “La magia no es buena ni mala… es el corazón quien decide su filo”. El suyo ya había decidido: sería un cuchillo sin misericordia.

A los dieciséis años, Kael ya no era un niño. Su cuerpo era delgado pero resistente, sus ojos, dos brasas encendidas por el odio. Los guardias lo veían como una sombra más de la prisión, sin notar que bajo la piel se gestaba una tormenta.

La oportunidad llegó una noche sin luna. Un descuido, una cerradura mal asegurada… y un susurro arcano que convirtió el metal en polvo. Kael se deslizó fuera de su celda como un espectro. Los primeros guardias no tuvieron tiempo de gritar: el aire se volvió cuchillas invisibles que les cortaron la garganta.

Con cada paso, su poder crecía. Las antorchas explotaban en llamaradas, las puertas se doblaban como papel. No era una fuga silenciosa: era un mensaje.

Cuando salió al aire libre, la prisión ardía como una hoguera gigantesca. Kael no miró atrás. Ahora estaba solo, y el mundo entero era su enemigo.

Y él, su peor pesadilla....