ARCO 1:EL COMIENZO DE LA MAGIA
El nombre de Kael corría como un veneno por todas las tierras. Aldeas arrasadas, ciudades enteras reducidas a cenizas, cadáveres que parecían deshechos por manos invisibles. Los reyes y señores de los reinos humanos sabían que no enfrentaban a un hombre, sino a una tormenta.
Pero no estaban indefensos. Desde hacía generaciones, existía una orden secreta creada para enfrentar lo que los ejércitos comunes no podían: los Guerreros Anti-Magia. Hombres y mujeres entrenados desde niños, endurecidos por rituales y armados con espadas forjadas en acero nigro, un metal que absorbía y anulaba cualquier hechizo al contacto. Cada filo era capaz de cortar un rayo, silenciar un conjuro o atravesar el cuerpo de un mago sin que sus defensas arcanas sirvieran de nada.
Kael los había oído nombrar en sus lecciones con Lyssandra. Ella los describía como fanáticos, criaturas más cercanas a máquinas de matar que a humanos, con el único propósito de purgar la magia del mundo. Si estaban saliendo de las sombras, significaba que el miedo había crecido lo suficiente como para que los reyes abrieran sus jaulas.
La primera vez que vio a uno fue en un bosque ennegrecido por el fuego. Kael estaba limpiando la zona de supervivientes de un asalto cuando sintió un vacío en el aire, como si alguien hubiera arrancado la magia del lugar. Entre el humo, un hombre alto avanzaba, vestido con una armadura oscura cubierta de runas grabadas a fuego. Su espada, negra y mate, no reflejaba la luz… y cada paso que daba borraba los hechizos que Kael había invocado para defenderse.
—Kael, el hijo de la bruja —dijo el guerrero con una voz grave—. Tu tiempo se acaba.
Por primera vez en años, Kael sintió algo que creía muerto en él: una punzada de incertidumbre.
Y supo que la cacería acababa de cambiar de manos...