Aleksandrova
El tiempo es relativo. Pero en la Academia Kingston, una semana puede ser una eternidad.
O una sentencia.
Los días pasaron como cuchillas invisibles. El rumor crecía. Las miradas se inclinaban hacia mí con admiración y algo de miedo. Algunas alumnas ya comenzaban a copiar mi forma de recogerse el cabello. Incluso Yasmin me ofreció un café una mañana.
Annika... no decía nada. Pero su silencio hablaba más alto que cualquier queja.
El viernes, nos reunieron en el salón dorado para hacer el anuncio oficial del reparto de El Lago de los Cisnes.
Annika ya lo sabía. Lo vi en la rigidez de su espalda, en cómo sus dedos apretaban los laterales de su falda. El presentimiento es una forma de tortura lenta.
La profesora Moreau fue directa.
—El papel principal de Odette y Odile este año será interpretado por Aleksandrova Zakharova.
Un segundo de silencio. Luego, un par de aplausos tímidos. Clara sonrió hacia mí. Mila bajó la mirada. Yasmin asintió, como si lo hubiera sabido siempre.
Annika no se movió.
Hasta que lo hizo.
Las lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas, sin un solo sollozo. Silenciosas. Humillantes. La perfección rota frente al mismo escenario que antes la aclamaba.
Me acerqué. Todos nos miraban. Era el momento perfecto para ejecutar el acto más cruel de todos: la compasión.
—Annika… —dije en voz baja, rodeándola con un brazo. Ella estaba rígida, pero no se apartó—. Eres brillante. Siempre lo serás. Esto es solo… una oportunidad para mí. No quiero que pienses que te quité nada.
Ella temblaba. Sus ojos, aún empapados, me miraron con algo que podría haber sido odio. O desesperación.
Yo le ofrecí un pañuelo.
Lo tomó.
Más tarde, cuando todo se calmó, volví a mi habitación y escribí en mi diario:
“Las lágrimas son un lujo. Yo sangro.”
Y mañana, empezaré a hacerla sangrar también.
Pero no con heridas visibles.
Con grietas donde nadie más mire.