◈ Episodio 28: CAPÍTULO III. LA CAZA ESTÁ ABIERTA

DE ÉL

Nada en el universo es más dulce que el alma humana. Lo digo así para que lo entiendan mejor, ya que las sensaciones de sabor son las más intensas para ustedes. Nada despierta tanto deseo y ansia como un alma. Su sabor es jugoso, vibrante, lleno de energía y elasticidad. Y lo más importante: tiene voluntad propia. La voluntad de alterar las ilusiones que la rodean. El derecho a hacerlo, la determinación para lograrlo. De hecho, el alma es el centro mismo de la ilusión. Lo expreso de esta manera porque la realidad no existe, solo variaciones de la realidad. Todo es apenas una proyección del Ojo del Observador.

En toda la Existencia, solo hay un juego verdaderamente interesante: la caza del alma humana.

***

◈ DE DARA

— No querías que aceptara, ¿verdad?

Él guardó silencio. Estábamos en el pasillo del estudio de cine. La reunión había terminado. Las puertas de la sala de conferencias estaban abiertas. Me invadía la inquietud.

— Hablemos afuera, — respondió evasivamente Tomás.

— ¡Espera, espera! No te la lleves — apareció de pronto Estéf junto a nosotros. — Aún tenemos que firmar el contrato.

— Bien, entonces estaré afuera, — cortó el famoso actor de cine y, antes de que pudiera decir algo, se alejó rápidamente por el pasillo.

— Dara, ¿estás lista? — me preguntó con una sonrisa.

— Sí. Ya lo dije.

— Bien, bien. Solo quería confirmar. Vamos.

Empezamos a caminar por el pasillo. Y de repente, una voz familiar resonó en mi cabeza: “Entonces, está acordado. No te arrepentirás. No te preocupes.”

Quise responderle, pero no podía hablar en voz alta. Estéf pensaría que estaba loca.

Su oficina era elegante y espaciosa. Entró, abrió una gran ventana corrediza y cortésmente señaló una silla frente a su escritorio.

— Siéntate, por favor.

Obedecí. Se sentó frente a mí y comenzó a teclear algo en su computadora.

— Ahora imprimiré un contrato estándar. Lo leerás y...

— De todos modos, no me servirá de nada. Confío en ustedes.

— Bueno, puedes pedir modificaciones si lo deseas.

— Solo me interesa una cosa: ¿cuál es la paga y puedo recibir un adelanto?

— ¿Has firmado contratos como este antes? ¿Has compuesto música para películas?

— No.

— ¿Has escrito música por encargo alguna vez?

— No.

Ni siquiera parpadeó. Aunque, en su lugar, yo ya me estaría cuestionando si firmar un contrato conmigo.

— Pero compones tu propia música e interpretas tus canciones, ¿cierto?

— Sí. Desde hace muchos años. Prácticamente desde la infancia.

— Tónica, subdominante, dominante, ¿verdad? Pues excelente. Te pondremos la tarifa estándar para un principiante en el contrato. Luego podría ajustarse, en el sentido de que tal vez logre aumentarla. Aunque aún no lo sé... Solo soy el agente de Tomás, pero parece que en esta película seré también uno de los productores. Empiezo a cargar con demasiadas responsabilidades.

De repente, se interrumpió, dándose cuenta de que también estaba hablando demasiado.

— ¿Y el adelanto?

— Solo podré otorgarlo cuando aprueben todo el presupuesto de la película.

— ¿Cuándo ocurrirá eso?

— Un mes o dos.

Me quedé boquiabierta. Leyó la decepción en mi rostro.

— El rodaje de una película es un proceso largo, — dijo con un gesto de resignación y finalmente mencionó la cantidad de mi pago. Era una buena cifra. Me alcanzaría para seis meses de vida. Y, por supuesto, para pagar el alquiler. ¿Pero dos meses…?

— ¿Hay excepciones con respecto al adelanto? Necesito pagar el alquiler...

El hombre reflexionó, jugueteando con su bolígrafo. Mientras tanto, la impresora terminó de imprimir. Se giró, tomó el contrato y comenzó a marcar con un bolígrafo.

— Veré qué se puede hacer. No prometo nada, — dijo con calma. — Aquí tienes. Firma en todos los lugares donde hay marcas.

Me puse a trabajar. Otra indicación más, como si estuviera en la escuela.

— Dime, ¿por qué me elegiste para este trabajo? No tengo experiencia relevante, — pregunté y de inmediato me di cuenta de que la respuesta era obvia. ¿Para qué lo pregunté, si la respuesta era obvia?