Mi cuerpo no quería despegarse de la cama para ir a trabajar, pero hoy y solamente hoy, iba a ver a alguien que no veía hace tiempo.
Las horas en el trabajo me absorbían y hoy, gracias a Iris, podría hacerme un lugarcito en el horario para escapar un rato.
Recordar el viento chocando en mi cara me hizo soltar una sonrisa.
No era una persona muy romántica, pero Matt despertaba ese lado.
Al llegar hasta el espejo de mi cuarto, en la mesita que estaba debajo de éste, había una linda foto de mamá, papá, Nancy, Luke y yo. Tendría unos ocho o nueve en ese momento. Éramos unos pequeños niños que vivían felizmente su vida sin saber lo que se les venía. Luke, Nancy y yo fuimos los que quedamos de esa familia.
Todavía recuerdo que papá y Luke se odiaban. Un día llegué a la casa y estaban ellos dos a los gritos, diciéndose cosas inentendibles cuando Luke finalizó la pelea con un portazo. Nunca supe la razón de la discusión. Cuando le pregunté a Nancy no quiso contarme y no me atreví a preguntarle a mamá ni a Luke.
Los gritos repletos de dolor de Nancy todavía me atormentan.
Luke nada más iba de la habitación al baño y de estos a la universidad. Mamá le subía la comida y lo motivaba a salir.
Su muerte le afectó más que a mí o a Nancy. Tenían una relación hermosa, era la que lo entendía y apoyaba. Me hubiese gustado poder tener ese tipo de relación con mamá.
Las veces que vamos al cementerio a visitarlos, Luke se vuelve antes porque ni siquiera se acerca a la tumba de papá. A veces incluso me insiste en que me vuelva antes de llegar a su tumba.
Tampoco lleva flores para él.
Al bajar me encontré con Luke intentando hacer el desayuno. Llevaba un delantal bastante ridículo de flores y mariquitas. Y también tenía una cola en su pelo, que ya está bastante largo.
—Buen día.
—Hola.
Sirvió unos huevos un poquito quemados.
— ¿Y Nancy? — dije con la boca llena
—Durmiendo, supongo—. se encogió de hombros para luego llevarse a la boca el tenedor con comida.
—Dale su pastilla.
—Tranquila... Así que hoy ves a Matt.
Ante su respuesta me atraganté con uno de los huevos y pareció divertirlo mi nerviosismo.
—¿Cómo sabes? —dije desesperada y aún atragantada.
—Iris me contó. Nada más te pido que te cuides, nunca me cayó bien ese tipo. No quisiera aguantar a un mini Matt, sería un infierno.
Luke y Matt nunca se llevaron bien, en cambio Nancy disfrutaba cada vez que venía a casa.
Creo que lo quería más que a mí. Compartían el mismo fanatismo por un programa en especial.
Para Luke, Matt era muy soso y para Matt, Luke era innecesariamente "extravagante". Toda ropa que tuviera color o representase felicidad, era innecesariamente extravagante.
—Cambiando de tema, ¿cómo va tu cosa?
—Igual. Ayer pasó de nuevo. Espero no haber asustado a Nancy, golpeé varias veces la pared.
Pareció dudar un segundo.
Me incliné un poco más sobre la mesa, ansiosa y un poco cagada por su respuesta.
–Corrió hacia mi habitación y durmió ahí.
Solté un suspiro. Me entristece el hecho de que me tenga miedo, me asusta pensar que puede que algún día ya ni siquiera se acerque a mí. Ella era valiente, y quizás ese temor en realidad no era más que preocupación.
Prefería pensar eso.
–Tienes que pedirle ayuda a alguien, Leo. No es normal que te transformes en una cosa rara y peligrosa.
Me quedé pensativa con sus palabras.
–¿Creés que soy peligrosa?
***
Corrí hacia mi auto y fui directo al trabajo. Una cafetería que no era la gran cosa. Pagaban bien y quedaba medianamente cerca.
En el camino mi celular vibró. Era Luke. "Ten cuidado con lo que haces, Leo :) Nancy despertó y le di su pastilla. Ya puedes manejar tranquila, mamá." A lo que contesté con un "idiota."
Al llegar me puse el delantal.
Cómo siempre, era yo la que abría y tenía que soportar a los recién levantados e irritados clientes que iban camino a su trabajo, muchas veces me pegaban el humor.
En una de las ventanas de la cafetería, un auto azul oscuro se estacionó en frente. Era un auto que reconocería en cualquier lado.
De éste bajó Matt, con sus típicos jeans negros y sus lentes oscuros. Me saludó del otro lado del cristal con emoción y con una sonrisa enorme.
Un señor de aspecto un poco extraño, se atravesó en frente de Matt al momento de entrar.
Al ver su cara, sentí que lo había visto alguna vez en mi vida. Era un señor regordete y bajito de estatura, vestía con unos pantalones viejos y una camiseta grisácea.
Me observó y luego su mirada se dirigió a Iris. Tenía una mirada vacía.
Su cara de pánico se podía ver, sus manos estaban llenas de moretones y pequeños tajos de los cuales salía poquita sangre. Sus uñas estaban sucias de lo que parecía también sangre pero seca. Su respiración era demasiado agitada, estaba descontrolada. Tenía una piel demasiado pálida. Parecía un muerto...
Y en su cuello... ahí ella estaba. Estaba la marca, mi marca.
Preocupada, me acerqué.
–¿Señor, está bien? –dije casi en un susurro, y el hombre levantó su mirada y esta era...extraña. Una nerviosa sonrisa se dibujó en la cara del hombre.
Matt me observaba confundido y con los ojos entrecerrados, y su mirada jamás se dirigió al hombre.
–Daril. Daril, querida, ¡tanto tiempo, que grande que estás! ¿Cómo has estado? Lamento la pérdida . El señor Jack siempre te amó–me sostuvo las manos y tocó mi mejilla. Su mano estaba helada y era muy áspera. Como la lengua de un gato–. Tu pelo. ¿Qué le pasó? Y a tus ojos, ¿estás bien, querida? Mi hijo ha estado preguntando por ti desde que desapareciste, te extraña mucho. Toma, y ojalá le des una sorpresa.
Me dejó un feo y peculiar collar. La piedra que tenía era como la marca de mi cuello. Doble triángulo y roja.
Lo miré extrañada unos segundos, era raro como ese triángulo podía mantenerse flotando en medio del otro sin ninguna ayuda. Y al momento de levantar la vista el hombre se había ido.