La noche es fría al igual que los días, y hoy, esta noche, no es la excepción. Me envuelvo en mi abrigo, preparándome para ver una película ya que Luke y Nancy no están, cuando la tele comienza a parpadear.
–Mierda– digo en un susurro. Me acerco al televisor, golpeando los costados como si eso arreglara algo. Suspiro, irritada, cuando siento un pitido, mi marca empezó a arder. El miedo comienza a hormiguear de la cabeza a los pies. Me doy la vuelta para agarrar el control y apagar el televisor cuando ese pitido sucumba y de repente me encuentro envuelta en la oscuridad. Mi corazón comienza a latir cada vez más rápido.
La luz me odia, y la oscuridad me ama. En la oscuridad es cuando esos ataques aparecen.
Siento que mi cuerpo se retuerce de maneras imposibles. De mi garganta sale un gruñido impropio de mí. A lo lejos, cerca de la puerta, hay una sombra más oscura que la oscuridad de la casa.
–¿...Hölle?– mi voz es un susurro forzado.
Estoy llena de jadeos, me encuentro tirada en el piso rodeada de un charco negro vizcoso, y con manchas de sangre en las manos, pero no estoy dentro de casa. Estoy tirada en la calle. Mi corazón late cada vez más rápido, siento que me voy a desmayar del frío.
–¡Leo!– gritan Luke y Nancy, corriendo a ayudarme.
–Estoy bien… –respondo, aun susurrando, tratando de levantarme, pero mis intentos son nulos. Estoy bañada en ese líquido negro.
–¿Qué te pasó?
–No lo sé…
Al otro día, esperando que aquello haya sido una pesadilla, bajo las escaleras para desayunar.
–Hey. ¿Estás bien?– Wein me acaricia la cabeza que está refugiada en la capucha de mi campera.
–Sí, solo no dormí bien.
Ellos no saben lo que pasa cuando estoy a oscuras, no quiero que se alejen y piensen que estoy loca. No quiero que pase lo mismo que con Nancy que cada día se aleja de mí más y más. No quiero empeorar las cosas, ya bastante tiene con sus problemas…
–Qué bueno está este chico.
Levanto la cabeza de inmediato y sin pensarlo me dirijo hacia Hölle casi corriendo.
–¿Qué hacías en mi casa?– pregunto, tratando que el miedo que sentía no se notara en mi voz.
–No sé de qué me estás hablando, Willows– nunca lo había oído hablar, su voz es grave, casi roca. La manera en la que mi nombre salió de sus labios me provocó un cosquilleo.
Lo miro fijo, esperando otra respuesta, pero nada.
Así que, tragándome el miedo, le digo mirándolo a los ojos:– No me intimidas, Hölle, para nada. Sé que eras tú.
Estoy dispuesta a unir las partes de este rompecabezas llamado Hölle, y leer lo que sea que hay detrás de esos oscuros ojos.
Su mirada choca con la mía y trato de parecer más firme, desafiante. Él se levanta de su silla aun mirándome.
–Recuerda, Willows, que cuando haya oscuridad, tu mundo siempre se consumirá.
Se levanta de su asiento rompiendo mi espacio personal. Me mira entrecerrando sus ojos, no sé si está esperando una respuesta, o está esperando que me dé la vuelta sin decir nada, pero me le planto sin mover un pelo, sin romper el contacto visual.
–La oscuridad te seguirá mientras yo esté acechando.
–¿Qué quieres decir?– pregunto, desconcertada, un escalofrío me recorre por el cuerpo.
–Averígualo tú misma, My Love. Por cierto, soy Jade.