Capítulo 1. Nuevos Comienzos.
JADE.
Una pesada caja cae de repente en mis brazos, me quejo sintiendo un dolor en mi espalda se hace presente, le gruño enojada al tipo de la mudanza quien me ignora y sin más arranca su camión y se marcha, bufo indignada ante su falta de empatía y comienzo a caminar hacia la nueva casa que de ahora en más promete ser mi hogar.
Ni siquiera entiendo porqué mamá aceptó el trabajo en el hospital de aqui, es decir, estábamos en una buena ciudad, en un buen país y de repente ¡Zass!... nos mudamos a un pueblo olvidado con unos cincuenta habitantes como mucho. Lo que más me molestaba del pueblo era su maldito clima del carajo, el aire era tan frío que tus labios se ponían resecos y quebradizos, ¡y ni hablar de los dedos engarrotados y el enrojecimiento de la nariz!. En pocas palabras... el pueblo es un refrigerador.
La puerta se abre antes de que llegue y mamá sonríe burlona al verme cargar la pesada caja.
— Quita esa cara de culo, hija. Te prometo que a veces no hace tanto frío.
— ¿Segura?.—alzo una ceja y ella se encoge de hombros.
— ¡Claro, en la casa hay calefacción!.
Gruño molesta y ella ríe de mi desgracia, todo lo que resta del día nos la pasamos arreglando nuestras cosas y acomodando muebles, fue un día pesado para ambas puesto que no teníamos la ayuda de ninguna otra persona. Solo éramos mamá y yo, una pequeña familia.
Mi padre había muerto antes de que yo naciera gracias a un ataque cardiaco, por ende no hubieron más hermanitos para mi, a veces miraba su foto y no podía evitar pensar como hubiese sido mi vida si él estuviera vivo, seguramente él nos cuidaría a mamá y a mi como si fuéramos su vida entera. Por alguna extraña razón, sentía que mi vida estaba incompleta, algo me hacía falta... era un sentimiento demasiado extraño, era como si faltara la mitad de mi ser, lo peor de todo es que no sabía si algún día podría encontrar esa pieza faltante, pensaba que quizá era mi padre, pero él siempre había estado en mi corazón a pesar de no haberlo conocido. En fin, siempre terminaba ignorandolo.
A pesar del horrible clima y el espeso bosque que invadía todo el pueblo, no me arrepentía de haber aceptado acompañar a mi madre.
Obviamente había enviado solicitudes a varias universidades de mi país, pero mi madre me rogó con locura que viniera con ella, no pude decirle que no. Ella decía que el pueblo tenía su encanto, pero hasta el momento yo no lo había descubierto. El primer día de clases llegó rápidamente, mentiría si dijera que no estaba nerviosa; porque me estaba cagando por dentro.
Una nueva etapa en mi vida comenzaba, ya era hora de comenzar a ser una adulta y prepararme para lo que voy a estar haciendo por el resto de mi vida. En un momento me había planteado ser pediatra como mamá, pero no soporto a los niños así que me decidí por estudiar una carrera que no tuviera nada que ver con ellos. Estaba lista para empezar a estudiar literatura. Todavía me asombraba que la universidad tuviera esa carrera.
— ¿Estás lista, cariño?.
Volteo a ver a mamá y luego vuelvo a ver la universidad.
— Creo que se me va a salir el trasero por la boca, pero estoy bien madre.—contesto en un hilo de voz, mamá sonríe y pone un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
— Todo saldrá bien, verás que va a ser una gran aventura, una de las etapas más bonitas de la juventud es la universidad. Haces amigos, tienes novios, vas a fiestas...
— ¿Tú hiciste todo eso, mamá?.
— No, pero en las películas que he visto hace poco sale todo eso. En mi tiempo lo único genial que hice fue ir a una reunión con mis compañeros, hablamos de la influencia y de infecciones gastrointestinales toda la noche, al menos tomamos vino.
Ruedo los ojos y le doy un beso en la mejilla.
— Nos vemos en la tarde mamá.—me despido de ella y bajo del auto antes de que se le ocurra acompañarme hasta el salón de mi primera clase.
Como es de esperarse, la entrada está llena de jóvenes que caminan de un lado a otro, lo que me sorprende puesto que pensé que no vivía tanta gente aquí.
Suspiro pesadamente y acomodo mi suéter antes de comenzar a caminar hacia el interior del edificio. En mi recorrido las personas parecen dejar de hacer lo que hacen para mirarme de una forma extraña, frunzo mis cejas y acomodo las correas de mi mochila en mis hombros, la incomodidad me invade y desearía estar en cualquier otra parte menos aquí. Miro de reojo y me incomodo más, es como si yo fuese un pedazo de carne y ellos fueran lobos esperando el momento exacto para atacarme.
Decido hacerme la loca y apresurar el paso para que la incomoda escena termine pronto. Y justo cuando llego a las puertas de la entrada... alguien decide salir y ¡pam! ¡puertazo en toda la cara!
— Mierda.—gruño sosteniendo mi nariz, escucho una risita enfrente de mi y alzo una ceja.
— Lo siento mucho.—exclama el chico enfrente de mi orinandose de la risa, lo miro mal.
— No parece que lo sientas en lo absoluto, pedazo de imbécil. Él hace un molesto sonido de burla que solo logra incendiar aún más mi sangre.
— ¡Oh vaya, tenemos a una chica ruda por aquí!.—se burla quizá pensando que iba a intimidarme, pero todo indicio de burla se borra de su cara cuando le doy una de mis famosas miradas de odio y desprecio.
Quito mi mano de mi nariz para ver si tiene sangre, asombrosamente está seca lo que me afirma que no me ha roto la nariz. Entonces tomo aire y miro de nuevo al idiota enfrente de mi.
— Si sabes lo que te conviene te recomiendo que tomes tus inservibles testículos agrandados y te vayas por donde viniste.
Él me mira tratando de ocultar su miedo, los chicos detrás de él se ríen y le animan a seguir jodiéndome.
— ¿O qué, muñeca? ¿Qué vas a hacerme?.—pregunta burlón.
Estoy a punto de hablar pero alguien detrás de mi se me adelanta.