Capitulo 39. La mentira.
JADE.
El aire fresco de Paradise abraza mi cuerpo como una dulce caricia, cierro mis ojos disfrutando de la calidez, de la paz, la tranquilidad. El señor canoso me mira con cierta gracia, respiro profundo y me siento en una banca de madera blanca, el señor se sienta a mi lado y observa el horizonte muy pensativo.
— ¿Sabe cómo llegué aquí? ¿mori a caso?.—le pregunto.
El dios del Paradise suelta una corta carcajada y me mira con diversión.
— Pues no has muerto, y yo no te he traído, es muy obvio quién te trajo ¿no crees?. Pensé que aún no controlabas tus poderes, Jade.
Alzo una ceja completamente perdida, ¿que quiere decir eso?.
— ¿Está tratando de decir que yo fui la que me trajo aquí? ¿y cómo es que hice eso?—exclamo sin poder creerlo.
— Vaya, parece que aún no sabes de lo que eres capáz de hacer.—murmura pensativo—. Si estás aquí es porque en el fondo estabas deseándolo, ¿qué esperabas encontrar aquí?.
— No lo sé, yo no tenía planeado venir a Paradise... hace poco supe de su existencia, sé que aquí vienen las almas de los seres sobrenaturales que fallecen y que tú eres el dios de éste lugar y eres el padre de Freya, no sé mas nada.—me encojo de hombros.
— Todo lo que has dicho es correcto, pero debes tener alguna razon, algún motivo para haberte transportado a éste lugar específicamente.
— Ya le dije que no, no tenía ninguna razón para venir a Paradise.
— Escuchame hija, Paradise está dividida en tres secciones; Shadai, el lugar al que llega todo ser puro que muere en la tierra, El Bosque Oscuro, donde van las almas impuras, y por último está éste lugar: Shalom, el lugar donde las almas que aún no nacen en la tierra esperan a ser procreados, y cuando nacen, olvidan su tiempo aquí. Si viniste justamente a éste lugar es por algo.
Mi garganta se seca al recordar al niñito que hace unos momentos corría hacia mi llamándome mamá.
— El niño...—susurro—. ¿Es mi hijo?.
— Aún no lo es.—contesta—. Su existencia depende de ti, él puede o no nacer. Si está aquí es porque existe la posibilidad de que en un futuro, él nazca, pero si algo referente a ti o a su futuro padre cambia en la tierra él posiblemente no nazca nunca.
Me llevo una mano al pecho, ese angelito podría ser mi hijo.
— Dime, ¿qué podría causar que él nunca nazca?.—pregunto temerosa.
— Muchas cosas Jade, pero principalmente podría ser... tu muerte, o la de su padre.
Tomo una bocanada de aire y cierro mis ojos.
— ¿A eso vine? ¿a ver lo que podría tener, pero también podría perder si muero?.
— ¿A eso crees que viniste? Recuerda que fuiste tú la que deseó tanto venir aquí que se transportó a Shalom.
Mis ojos claros se pierden en el horizonte, no tengo ni idea del por qué me traje a éste lugar, quizás era necesario ver a ese pequeñin, quizás él sea mi más grande razón para ser fuerte y afrontar lo que se viene, quizás debía conocerlo para así luchar por mi vida, luchar y no morir. De pronto recuerdo a la mujer que detuvo al niño, lo único que pude ver fue su cabello y su espalda.
— ¿Era Freya?.—le pregunto al señor—. La mujer que detuvo al rubiesito, él la llamó "abu", ¿era mi madre?.
Él asiente y yo salto del banco dispuesta a correr hacia el lugar por donde desapareció con los niños.
— ¡Espera, Jade!.
El señor me detiene tomando mi mano, lo volteo a ver impaciente.
— Por favor, dejame ir a verla.—le ruego—. Por favor, solo un momento.
— Ella te buscará cuando sea el momento indicado pequeña.—susurra con su voz potente pero tranquilizadora, lo miro con mis ojos llenos de lágrimas y tristeza, él acaricia mi mejilla con gentileza—. Es hora de que vuelvas.
Su mano abandona mi mejilla para posarse sobre mi frente.
— Nunca pierdas la fe hija, estaré a tu lado en todo momento...
Mis ojos se cierra lentamente y sus últimas palabras se repiten en mi mente una y otra vez.
"Nunca pierdas la fe"
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Lo primero que siento al despertar en nuestro mundo es un malestar en mi cabeza, mis ojos arden como si estuvieran secos, parpadeo muchas veces intentando hacer que el ardor se calme un poco. Intento moverme pero me quejo cuando intento doblar mi brazo y me entierro más lo que parece ser un catéter, ¿en dónde mierdas estoy?.
¡Vaya! ¡ya puedo decir "mierda" con toda la libertad del mundo!
— ¡Jade!.
Me quejo cuando escucho el grito de mamá muy cerca de mi, mi cabeza duele mucho y mis sienes palpitan de dolor, quién sabe cuando tiempo llevo postrada en ésta camilla.
— Mamá.—susurro estirando mi adolorido brazo para buscar su mano, la cual no duda en acercar para tomar la mía—. ¿Cuanto tiempo llevo aquí? Me duele mucho la cabeza...
— Solo han pasado unas cuantas horas, cariño.—contesta—. ¿Puedes ver bien? Tus ojos perdieron el color totalmente.
Dirijo mis ojos llorosos hacia ella, afortunadamente logro distinguirla, un poco borroso pero entre más parpadeo más se va aclarando la imagen.
— Puedo verte, pero mis ojos se sienten muy secos, ¿me desmayé?.
— Si Jade, te desmayaste durante la clase de Dominic, Aren te trajo aquí y la enfermera pudo tratarte, te estabas deshidratando y tu pulso estaba demasiado acelerado, por un segundo todos pensamos que te perdíamos... pensé que trayéndote al pueblo esa maldita enfermedad se iría pero parece que quiere volver.
Ella ahoga un sollozo, le doy un apretón a su mano para calmarla.
— Mamá yo no tengo ninguna enfermedad, el estar lejos de Julie, de Jane... me estaba matando.—susurro sintiéndome culpable, ella me mira incrédula—. Estamos conectadas mamá, si una se aleja no lo soporta y comienza a morir, y antes de que me digas algo; no lo sabías así que no quiero que te culpes por nada.