—Creo que lo mejor será que vayas con tu familia unos días para que descanses y despejes tu mente, en verdad necesitas estar con ellos -su tono de voz es bastante calmado y comprensivo, aunque yo sabía que en el fondo siente un dolor similar al mío, él también estaba ilusionado.
Solo habían pasado unos días desde el incidente, estábamos abrazados en aquel sofá frente al enorme ventanal que daba al bosque como siempre solíamos hacer después de un día largo. Estar así, acurrucados, nos daba paz; pero esta vez nuestros pensamientos se quedaban enfrascados en una misma cosa. Aquella posibilidad que se nos había escapado de las manos sin siquiera tener tiempo para meditarlo.
—¿Estás seguro? -asintió, acercándome aún más a él.
—Quiero que te recuperes, además de que hace mucho no los ves -era verdad, extrañaba demasiado a mi familia, dos meses se dice fácil, pero es difícil estar lejos de tu hogar y tu gente. Él me hacía inmensamente feliz y procuraba que me sintiera cómoda en todo momento; pero siempre hay una parte de ti que extraña tu lugar de origen -Kaelum te llevará, -estaba a punto de replicar, pero se adelantó a decir -sólo en él confío. No tuve más remedio que aceptar que el mejor amigo de mi esposo me llevaría a mi bello pueblo.
Después de la boda tuve que seguir mi deber de esposa e ir a donde estaba mi marido, el gran Aiden Krane, el empresario canadiense más cotizado y odiado por sus competidores. En el mundo empresarial lo conocían como el hombre de hierro, siempre frío y con una máquina como corazón, pero bastante inteligente y astuto, tal vez fue eso lo que me conquistó, además de su apoyo incondicional cuando más necesitaba una mano amiga. A diferencia de las habladurías de la gente, Aiden siempre se mostró atento conmigo, un hombre bastante serio, sí, pero todo un caballero, un hombre cariñoso y detallista. También un tanto caprichoso, pero es uno de sus tantos encantos. Por todo esto, aún con la tristeza que nos embargaba le preocupó más mi bienestar que el hecho de quedarse solo una semana. Por supuesto, no me agradaba la idea de dejarlo solo, es un momento en que más unidos debemos estar; pero también lo conozco y sé que no va a desistir hasta convencerme, siempre ha sido así, lo que se propone lo logra.
Debo confesar que siempre me burlé de todas esas historias en las que la protagonista era una chica común que lograba conquistar al multimillonario empresario que era frío con los demás, menos con ella o que era todo un don juan, pero cuando la conoce ya deja de serlo. Y aunque nuestra historia es similar, yo no me enamoré de él en cuanto lo vi, no me deslumbré con el magnate. Solo era una chica común, ya tenía mi propio negocio y aunque mi familia no era acaudalada, el negocio familiar también era muy próspero. Aiden no fue el primero en mi corazón y, aunque lo quiero demasiado, mi corazón sabe que él no fue el gran amor de mi vida, pero ha sido el amor para mi vida.
Muchas personas afirman que en la vida tenemos dos grandes amores: uno es el amor de tu vida, quien te enseñará a amar con locura, aquel al que querrás aferrarte, aunque te destroce la vida, pero al final te ayudará a madurar; y el hombre de tu vida es aquel que te enseñará que se puede volver a amar, ese que no esperabas que ocurriera, el que dejas que ocurra sin expectativas y te sorprende lo bonito que puede llegar a ser, ese que te cura las heridas y te hace feliz. Muchas personas dicen que este es el verdadero amor.
—Cuídate mucho y llámame en cuanto aterrice el avión, -me da un beso en la frente y me abraza, hoy hace sol, pero aun así la brisa es fresca. Es una de las cosas que más amo de Canadá, aquí no mueres de calor -te voy a extrañar.
—Y yo a ti, cuídate tú también y pórtate bien -le apunto con el dedo, él sólo sonríe y me besa esta vez en la boca, de pronto se escucha el portazo de un carro, sabemos bien de quién se trata, y no me siento lista para enfrentarse a él, nunca lo estaré.
— Hey, amigo, creí que después de tantos años James me trataría con mayor amabilidad -el mejor amigo de mi esposo hace su entrada triunfal quejándose de su mayordomo.
—Es que a ti solo se te puede tratar con mano dura para ver si así maduras -se burla Aiden.
—Ni que fuera fruta -alega y enseguida Kaelum Kinnaird posa sus fríos ojos azules sobre mí, sus ojos siempre me gustaron, quizá porque el azul es mi color favorito -Kaira -hace un movimiento de cabeza a modo de saludo.
—Kaelum -respondo de igual forma. La relación entre nosotros no es tan amistosa que digamos, pero tratamos de llevarnos bien por Aiden.
—Por favor chicos no vayan a pelear y -se gira a su amigo -Kaelum cuídala mucho, si algo pasa llámame en seguida, el doctor dijo que podía presentar malestares y...
—Tranquilo, me cae mal pero no la dejaré a su suerte, confía en mí -exasperada suelto un bufido. Aun no logro entender por qué nos orilla a ir juntos sabiendo que no nos soportamos, es imposible que Kaelum y yo nos llevemos bien. Estar juntos solo nos causa incomodidad porque solo sabemos hacernos daño.
—Se hace tarde, -Aiden se vuelve a mí y me abraza -cuídate -asiento y tomo mi bolsa mientras Kaelum sube mi maleta a su coche.
Con cuidado, Aiden me acompaña al jeep negro de Kinnaird y al arrancar el coche veo cómo poco a poco su silueta desaparece entre los árboles. Ahora solo tiene que ser fuerte las próximas horas.
El trayecto al aeropuerto es sencillo porque concentro mi mirada en el bello bosque nos rodea. Aiden y yo vivimos a las afueras de Toronto, siempre quise una casa en medio del bosque lejos de todos. Canadá y Toronto son bellos al igual que su gente, pero siempre deseé tener este tipo de privacidad y gracias a la vida, mi esposo comprendió esto y accedió; aunque no fue del todo fácil. Yo quería una casa sencilla y él, acostumbrado al lujo, no pudo evitar tener una casa enorme; nuestro hogar es una mezcla de él y mío. Tuvimos un sinfín de conversaciones para lograr el equilibrio perfecto, yo quería bosque y él ciudad, yo buscaba rusticidad y él modernidad, yo decía pequeño y él grande. Al final llegamos a un acuerdo y quedó una casa hermosa en medio de la naturaleza, con toques modernos y rústicos. En otoño e invierno las vistas son sublimes y nos encanta acurrucarnos en el sofá solo viendo al exterior.