— ¿Llegaste bien? Te ves un poco pálida -comenta apenas respondo la videollamada.
Al otro lado se encuentra mi esposo, es evidente la preocupación que emana y comprendo que se debe a la hora. Ya todos han ido a dormir, pero yo no tengo sueño, ha sido un día lleno de emociones y, aunque mi energía esta baja, no he podido conciliar el sueño.
— Solo estoy un poco cansada –sonrío para tranquilizarlo, pero su gesto no cambia –tú también te ves cansado, ¿qué tal fue la junta? –no contesta y solo la mira atentamente – ¿qué pasa?
— Tienes algo en la cara –rápidamente volteo al espejo para buscar una mancha o algo.
— Pero yo no veo nada –su seriedad se quiere quebrar cuando suelta una pequeña risa.
— Ahí, justo en tu rostro.
— ¿Pero qué tengo? –comienzo a impacientarme.
— Una belleza infinita –deja salir plenamente la sonrisa que trataba de contener y yo solo ruedo los ojos aumentando la diversión de mi querido esposo.
Es curioso, pero el simple hecho de verlo y hablar con él me hace sentir una calidez inexplicable. Pensar que al principio lo único que quería era mantenerlo lejos, yo no estaba abierta al amor y él me parecía el típico hombre rico que va por ahí conquistando mujeres. Aiden es un hombre serio, pero siendo empresario, joven y guapo, era obvio que tendría a muchas mujeres a su disposición. Aunque me agradaba pesar de su actitud caprichosa y que era un poquito amargado, el pobre tuvo que batallar para que realmente confiara en él, nunca se rindió a pesar de mi actitud y poco a poco, sin que me diera cuenta me conquistó, me mostró que siempre se puede volver a confiar... a amar.
— Eres un tonto, –sonrío negando con la cabeza –no puedo creer que sigas usando eso.
Era un hecho que él sigue siendo una persona bastante reservada y cerrada ante el mundo, su carácter y forma de ser fue lo que lo posicionó como uno de los empresarios más exitosos de Canadá; sin embargo, la nobleza de su corazón siempre sale a flote cuando esta con las personas que quiere y a mí me ha mostrado una faceta de él que muy pocos conocen. Admiro enormemente la paciencia que este hombre me tiene, me ha ayudado a crecer mucho como persona.
— Y yo no puedo creer que aun sigas cayendo en eso. Sigues siendo tan despistada como el día en que te conocí.
Tres años atrás...
Me encontraba en la oficina planeando la decoración de la sexta edición del Festival del Mezcal, estábamos cargadísimos de trabajo; además, el fin de semana teníamos una boda para seiscientos invitados. Todo el lugar era un ir y venir de personas cargando cosas y hablando entre sí hasta que el silencio inundó el lugar, curiosa levanté la vista por encima de mi computadora y pude ver al hombre que iba cruzando el recibidor. Mi oficina tenía tres paredes de cristal, por lo que tenía acceso visual a todo el lugar. Me pareció extraño vera alguien joven vestido de traje un martes por la mañana, aunque no voy a negar que se veía bastante atractivo vistiendo tan formal; parecía que el traje de daba un porte más varonil y desde ahí comencé a creer que los hombres se ven más hermosos cuando portan un traje hecho a la medida.
Parecía que estaba buscando algo porque paseaba su vista por todo el lugar tratando de encontrar algo o a alguien. Recorrí el lugar con mi mirada y no pude evitar soltar una pequeña risa al ver a las chicas sonriendo embobadas en su dirección; negué y continué con lo mío, estaba tratando de organizar las mesas para que se pudiera apreciar mejor los eventos del Festival que cada año se hacía más popular logrando que el turismo aumentara y todos los negocios se expandieran.
De pronto escuché que alguien golpeaba el vidrio levemente e inmediatamente volví a levantar la vista, los ojos de aquel muchacho me observaban atento, tenía una mirada muy profunda y las espesas pestañas hacían que su mirada se viese más oscura y misteriosa; sin duda ese hombre tenía unos ojos muy hermosos. Ese canadiense tenía una mirada de esas como las que tienen muchos protagonistas de libros, de esas que derretirían a cualquiera y que no necesariamente deben tener un color llamativo en sus iris.
Me fijo más allá de su espalda y compruebo que las chicas siguen atentas a él y a lo que sea que vaya a pasar en mi oficina; ladeo la cabeza y las observo con las cejas levantadas provocando que rápidamente reanuden sus labores. Sonrío negando y vuelvo mi vista al atractivo hombre que sigue detallándome con la mirada, la mayoría de mis compañeros de trabajo con mujeres, por eso las hormonas se alborotaron tanto. Algo similar pasó cuando mi novio vino por primera vez, pero cuando supieron quién era, respetuosamente perdieron todo interés en él.
— Buena idea lo de la resbaladilla –su voz era igual de profunda que su mirada.
— Gracias, a veces debemos cargar cosas pesadas así que es un buen medio de transporte –sonrío, no solo la usamos para lanzar cosas, todos aquí amamos bajar por esa resbaladilla en lugar de usar las escaleras – ¿en qué le puedo ayudar?
— Estoy buscando a mi amigo, se supone que estaría aquí con su prometida, pero al parecer aun no llega.
— Creo que has llegado demasiado temprano, llegarán hasta dentro de una hora –dije segura, pues no tenía ninguna cita para esa hora.
— No puede ser posible -pasa una mano por su cabello, pero sigue sin perder el gesto serio -tengo que irme en 15 minutos o perderé mi vuelo, solo pasé a despedirme.
— Tal vez se confundió en los horarios y te dio la hora incorrecta, ellos no vienen hasta las 12:00.
— Bueno, no lo puedo esperar así que tendré que dejarle un mensaje avisando que me voy.
— Muy bien -sonrío con amabilidad -ya se verán en la boda de todos modos.
— Al parecer así será, muchas gracias –se giró dispuesto a salir, pero se detuvo y volvió su mirada hacia mí –por cierto, señorita, tiene algo en su cara -arrugo el ceño.
— ¿Qué tengo? –comienzo a tocar su rostro y con mi mano derecha trato de ubicar mi teléfono.