De Bailarina a Primera Dama

V

Si tan solo hubiera una manera de cambiar algunos aspectos de nuestras vidas, seguro muchos hace tiempo que lo hubiésemos hecho. Todos los errores nos dejan lecciones, pero ¿Qué sucede cuando volvemos a cometerlos? Ya no podemos decir que no sabíamos porque actuamos consientes de todo, la desilusión llega tarde o temprano y nos damos cuenta que al final terminamos convertidos en aquello que juramos nunca ser. Mariana se sentía vacía, nada valía la pena en su mente se repetía la misma pregunta ¿para qué vivir? Toda la noche pensó en sus opciones, aunque se acostó decidida, ya sola en la oscuridad de la habitación lloró hasta más no poder.

No se preguntaba que había hecho mal porque ya lo sabía, lo supo desde que lo hizo por primera vez. No recordaba como fue que accedió a tener su primera relación sexual, siquiera estaba enamorada, tal vez solo quería sentir como era tener algo dentro de ella. Placer no fue exactamente, se concentró en su dolor, así fueron las veces que siguieron, pero una vez se acostumbró empezó a sentir la mayor satisfacción. No importó más, se propuso muchas veces dejar de hacerlo, pero cuando aquel hombre la tocaba simplemente dejaba de razonar y se entregaba sin reservas.

Tenía miedo de un embarazo, le aterraba el echo de ser madre soltera. No quería traer a un hijo al mundo a quien después tendría que contestarle preguntas como ¿por qué no tenía papá? Estaba claro que la relación que tenía con aquel hombre era solo sexual, no había sentimientos entre ellos, los unía únicamente el placer y ambos se usaban para satisfacer sus instintos, no tenia esperanza de vivir una vida junto a él. Pasó el tiempo cuando por fin pudo superarlo apareció otro y así la lista de hombres que pasaron por su cama aumentó.

Limpió sus lágrimas antes de levantarse donde estaba dormida. Un día nuevo estaba llegando. Mariana se dio una ducha antes de que el sonido del teléfono pudiera interrumpir su paz, dudó en contestar pero ante la insistencia lo hizo. Escuchó una voz del otro lado de la línea —Buenos días, perdona si te he despertado, solo quería saber si podemos desayunar juntos, sirve para que me comentes tu decisión —dijo con voz firme Daian al otro lado de la línea. Él tampoco había pasado buena noche, muchas preguntas rondaban su mente entre ellas el rechazo de su padre ¿por qué seguía menospreciando su trabajo? Ponía en duda su hombría.

Daian se sentía un hombre en todo el sentido de la palabra, pero parece que a su padre eso no le importaba. Cerró los ojos recordó las cosas que pasaron cuando era un adolescente, su mirada se volvió penetrante y gélida. Cada día luchaba por no convertirse en lo que tanto odiaba, pero en momentos como ese el odio nublaba sus pensamientos, reprimió toda emoción. Saludó al encargado de la seguridad y limpieza del lugar, tomó sus llaves para abrir, luego se detuvo y colocó el dedo en el intercomunicador.

Después de colgar la llamada Mariana pensó en hablar con él en un lugar privado donde su amiga y su madrina no escucharan nada de lo que iban a tratar. Se vistió con algo que no usaba excepto cuando hacía limpieza general en la casa, un jeans ajustado, una camiseta una sudadera negra y tenis  Su cabello estaba recogido en una cola alta al verla vestida así su madrina preguntó —¿vas a salir con eso? —Ella movió la cabeza para decir que si justo alguien llamó a la puerta.

Lucía corrió a abrir la puerta. Se encontró con un hombre vestido de manera casual con gorra y gafas oscuras, este la saludó y preguntó por Mariana. La chica no lo reconoció al instante ya que estaba diferente por lo que cerró y llamó a su amiga —Hermosa, allá afuera hay un papasito que pregunta por ti. No quise dejarlo pasar, pues aunque esté para untarlo en chocolate no me fío —Al escuchar eso ella corrió para recibir a Daian.

Daian estaba desconcertado, Lucía le había casi tirado la puerta en la cara ¿Cómo se atrevía? 《Ya no puedo entrar ni a mi propio apartamento》 pensó. Sacó las llaves de su bolsillo pero en ese momento alguien abrió, frente a el estaba una chica bastante diferente a la que había visto el día anterior. Examinó a la persona con la mirada, no era exactamente la mujer que necesitaba para su campaña, sin embargo algo en ella llamó su atención tenía un aspecto bastante despreocupado. Sin maquillaje tal vez no había pasado un cepillo por su cabello,  era un desastre.

—¿Qué pasa señor? A ya se, esperaba que me vistiera para la ocasión pues lamento informarle que esta soy yo. Sin  un gramo de maquillaje, si me permite un consejo no le recomiendo a alguien como yo para su acompañante —Su mirada había vuelto a ser desafiante, observó a Daian esperando una respuesta. No era su costumbre usar esa sudadera solo quería ver la reacción del hombre pero él parecía en otra dimensión. Minutos después respondió —Si a ti no te importa a mí menos —no reflejaba emociones. Mariana se vio tentada a darle un pellizco para hacerlo reaccionar.

Ese hombre era frío, parecía que nada podía hacerlo inmutar. Sintió mucha ira no sabía porqué, pero con él lograba enojarse con facilidad, limpió sus manos en su pantalón para ver si decía algo, a cambio consiguió una mirada desinteresada —¿nos vamos? —Preguntó el hombre con voz despreocupada. Le cedió el paso a la chica quien se sintió avergonzada al caminar frente a él, no estaba acostumbrada a eso y  se sentía extraña  ante tanta amabilidad.

Caminó lo más despacio que pudo, cuando estaban por abandonar el lugar un grupo de periodistas los sorprendieron con el flash y preguntas como: ¿Señor candidato del partido Juventud es ella su novia? —Daian que estaba acostumbrado a lidiar con la prensa mosto una sonrisa, mientras Mariana no sabía ni dónde esconder su rostro lleno de vergüenza, salió de esa manera para que él se diera cuanta que  no le convenía como pareja, pero todo salió mal.

Daian como todo el caballero que era le tomó la mano y dejó un beso sobre ellas antes de tomar la palabra —Así es señores, les presento a mi novia, la única mujer que a sido capaz de entrar a mi frío corazón como han dicho ustedes.




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