Estornudo por milésima vez, el agua helada del lago no es nada benéfica para la salud y encima, le añado los síntomas de mi periodo. Terminaré siendo el Río Rojo.
Ya he tomado varios tés, tanto que siento que tendré una intoxicación, así como medicamento genérico de farmacia y aún así me sigue doliendo todo el cuerpo, estoy muriendo. Un resfriado post-tragedia.
Me llega una notificación y es una transferencia bancaria, abro los ojos con una gran sorpresa al tratarse de la cantidad que gano en todo un mes y tiene el mensaje de:
“Lo prometido es deuda. Posdata, debía lo de aquella vez en la cafetería”.
Oh, ya sé de quién se trata, pero… ¿Por qué tanto? Y más que nada, ¡¿Cómo demonios?!
—¡Elira! —le grito desde mi habitación y llega corriendo de la cocina.
—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? ¿Vamos al doctor?
Niego.
Ella siempre en su papel maternal, terminándome de criar a pesar de tener la misma edad.
—Fuiste tú, ¿verdad? —le muestro mi celular con la notificación. Y cuando la miro, es tan evidente que fue ella quien pasó mi cuenta bancaria porque sonríe sin ocultarlo, sin descaro.
—Digamos que Aeron me lo pidió y no pude negarme —se mira las uñas y se sienta en mi cama como una traidora. —Por favor, Rhia. ¡Es solo dinero! Si no lo quieres, dámelo a mí que buena falta me hace —me intenta arrebatar el celular y lo bloqueo.
—Más que el dinero, es mi dignidad. ¡Hice dos veces el ridículo para tener qué comer!
Elira ríe.
—Dos accidentes consecutivos ya es mala suerte o destino —recalca la última palabra y se va de ahí.
Eso, ¡Huye de mí!
—El señor le da las peores batallas para sus mejores guerreros —agrega.
—¡Te escuché! —reniego
—Ese era el propósito —asoma la cabeza y después se aleja.
Maldición, lo que faltaba. Si yo fui la que perdió la apuesta y de la manera más ridícula posible.
Es como si te humillaras en frente de tu crush, pero sin que sea precisamente tu crush, más bien, toda una audiencia detrás y ni siquiera la mía como para dejarlo pasar.
Me recuerda a la vez que me caí en frente de todo un grupo de chicas de último año de secundaria cuando yo era de primero. ¡Y era mi primera semana! Quedé salada desde entonces, más que “me chupara el diablo”, me escupió y me aventó al abismo. Ahora todo tiene sentido. ¡Por eso existen los pecados capitales en la biblia! El único libro que no he leído. ¿Cuántos llevaré cometidos? O quizás, estoy pagando el karma de una vida pasada, como traicionar a mi nación.
—¿Estás teniendo otra crisis existencial? —Elira me observa y no sé cuánto tiempo lleva ahí parada en la puerta, creí que estaba sola perdida en mi monólogo interno.
—Es la primera en la semana, faltan otras diez más, como mínimo. Acostúmbrate —bromeo y ella ríe. Sin embargo, no es tan mentira.
—Oh, querida Rhia. Lo sé desde los proyectos grupales en la universidad. Por eso en vez de contactos, recibimos enemigos. Graduarse con honores no ayudó en nada. Pero, ¿Quién los necesita? Nos tenemos mutuamente —llega a abrazarme y le correspondo el abrazo.
—Necesitaba esto, pero tú necesitas alejarte si no quieres enfermarte.
—Tengo defensas fuertes a diferencia tuya —me acaricia la cabeza y la empujo suavemente, fingiendo molestia hasta que los cólicos me provocan quejarme.
Elira me mira con preocupación, entendiendo.
—Estoy en esa fase del mes en donde odio ser mujer. Siento que me acuchillan por dentro y por eso soy una escena del crimen andante —me aprieto el abdomen con dolor.
—Iré a hervir agua para ponerla en la bolsa caliente.
Al verla irse, me tiro en la cama en posición fetal. Odio esto. Culparé la responsabilidad de mis malas decisiones a mis hormonas y fingiré demencia, siempre funciona para justificar mis errores.
Niego, debo hacer algo más… Profundo. Entonces, decido hacer lo que cualquier persona madura y en su sano juicio haría ante el conflicto: Preguntarle al tarot.
—Elira, ¿Me lees las cartas? ¡Es una emergencia! ¡Por favor, ten piedad por esta pobre mortal!
—¿Para qué? ¿Vas a preguntar tu futuro con Kieran? —la escucho esforzarse en elevar la voz desde la cocina.
Sonrío con pesadez.
—Si fuera así, preguntaría por su personalidad plana y banal.
—Sí, sí, mentiras. Aparte, ¡Ya te dije que no soy tarotista! Te leí las cartas una vez estando borracha… ¡Y fue con una lotería!
Me rindo.
—El alcohol hace magia porque tuvo sentido para mí. Podría intentarlo, es lamentable que no pueda beber en mi estado —respondo dejando a la luz mis pensamientos intrusivos.
—¡Ni lo pienses! —amenaza con autoridad. —Confiscare tu alacena hasta nuevo aviso, hasta que no seas un peligro para ti misma.
¿Acaso es eso posible?