Al terminar las pruebas y medidas que nos hicimos para nuestros disfraces Elira y yo con una diseñadora que contactamos por internet por sus buenas referencias, estamos comiendo y poniéndonos al corriente de lo que ha sucedido recientemente en nuestra vida, más en la suya que en la mía.
—¿Entonces ya es oficial? Eres increíble, no pierdes el tiempo —dejo de comer mi baguette del local italiano en el centro comercial al saber todo lo ocurrido con Aeron.
Se limpia con su servilleta y asiente con orgullo.
—No se resistió a mis encantos después de esa noche juntos. Ya sabes, fuimos por unos cócteles al bar en esa terraza nueva que recién abrió y muy bonito todo, para ser honesta. Y después… Fuimos a mi departamento —eleva los hombros y bebe de su refresco con una sonrisa alegre.
Abro la boca con asombro. Ojalá todas las relaciones humanas fueran así de fáciles y efectivas.
—Había olvidado que tenías casa, o bueno, ya sé para qué sí la usas —río y niega sonriendo.
—Ahora me siento mal por presumir el comer pan enfrente de los pobres —se recarga y me mira con una sonrisa menos alegre.
Río nerviosa al saber a qué se refiere. Pero lo nuestro no es para nada así, es únicamente trabajo.
—Adelante, ya sabes que mi situación es diferente y no pienso discutirlo abiertamente en un lugar público —miro alrededor y mejor me enfoco en mi comida.
Me deja comer sin cuestionarme, hasta que la veo cruzarse de brazos y sonreír levemente.
Oh, no. Es una sonrisa pícara. Y el tener en cuenta que nos vio en una situación erróneamente comprometedora… No me tranquiliza en absoluto.
—Aeron me contó que la película favorita de Kieran es El joven manos de tijera, por lo que no pude evitar pensar en todas las opciones de disfraces de Tim Burton en vez de la que elegiste. Qué sí, es bastante linda, aunque me pregunté la razón por la cual ni siquiera fue una opción, y llegué a la conclusión de que era porque así no podría utilizar sus manos en ti.
Apenas termina de decir lo último y siento la comida atorarse en mi garganta, el pan impidiendo que hable, no puedo ni toser, el aire se me va y bebo de mi té helado hasta casi terminarlo. Elira se levanta asustada y me pega en la espalda con todas sus fuerzas hasta que regreso a la vida.
Hemos captado la atención de algunos presentes y siento una combinación de pena ajena con el enojo de la situación.
—¡Casi muero por tus bromas malas, Elira Velthorne! —aclaro la garganta y la siento raspada.
—¡Perdóname, Rhia! Creí que sería divertido verte sonrojarte con mis estupideces. ¡Juro que no lo volveré a hacer! Casi me quedo sin mejor amiga y sin jefa —en sus ojos se ve genuino arrepentimiento y luce asustada, culpable.
La miro y suavizo mi expresión. Es innecesario pelearnos por sí, atentar contra mi vida por su cuestionable sentido del humor que solamente le da risa a ella.
—¿Y por qué no mejor te vistes de Yandere o algo así? Te quedaría más en vez de ser Pucca —me burlo y termino riendo, aligerando la tensión.
Se ofende por la expresión que hace y después ríe.
—¡Eres una maldita! Sé que tengo instintos asesinos como alguien, por eso somos amigas —me mira y me toco el pecho, fingiendo estar ofendida. —Aunque decidimos un disfraz que tal vez no sea tan usado en la fiesta como las anteriores opciones, como Caperucita y el lobo, alguna Monster High con el novio, o del universo de DC. Cruzaremos los dedos.
Me imagino las opciones y aunque la elección de su disfraz es sencilla a comparación, seguramente será más cómodo e icónico si son los únicos como Pucca y Garu. Y sí, totalmente dan esa vibra.
Sonrío al pensarlo y ahora no me puedo quitar eso de la cabeza.
—Me gusta, es muy lindo. Aparte, es más casual que el nuestro. Seguramente se verá precioso en fotos aunque ya me pesa el vestido y los adornos del cabello de solo pensarlo, ni que fuera una mascarada —vuelvo a mi estado natural de renegar por todo.
—¡Como en Cincuenta sombras! —da un aplauso ante la referencia. —Oh, definitivamente deberían vestirse como Anastasia Steele y Christian Grey. ¿Y quién sabe lo que pase después?
—¡No va a pasar nada entre nosotros, Elira! —le pego a la mesa y la asusto. Si algunos ya nos habían mirado, ahora definitivamente, casi todos voltean.
Elira se queda sin palabras y mira a las personas hasta mirarme a mí.
—¿Por qué actúas de repente como si fueras una religiosa, Rhiannon? Tú no eres así, porque si fuera por ti… Hubieras elegido un estilo más atrevido con tus gustos dudosos como no sé, Tate Langdon, la máscara de Scream o todas esas fantasías hormonales.
Miro alrededor nuestro y ya no me siento segura de seguir hablando aquí.
—Te lo cuento en tu auto… —empiezo a acomodar la comida sobrante para llevar porque ahora siento un nudo en el estómago el cual no puedo evitar.
Al estar segura en su auto, le cuento para quitarme ese peso de encima al confesarme ante su presencia y pueda ser mi apoyo moral.
—¡¿Un beso?! —se emociona como si presenciara su telenovela favorita y se mueve con alegría, un baile improvisado que me causa risa.