Me toman las fotos profesionales para el lanzamiento de mi nuevo libro, “Arcadis”, y aparte de ser las del estudio, tenemos una sesión en una biblioteca.
Veo a Kieran detrás de escena y hace muecas ridículas y dice frases de motivación para hacerme reír genuinamente y así, sonreír de manera natural en las tomas. A pesar de ser un proceso un poco agotador con los planes y demás que ya están tan cerca que nunca, es de esas ocasiones en que a pesar de sentirte totalmente agotado, irradias una enorme satisfacción y alegría en el rostro. Cansancio de felicidad, podría llamarlo.
Tomamos un descanso y Kieran me trae agua.
—Eres un buen asistente, tal vez debería contratarte —bebo y las estilistas me retocan el maquillaje y me acomodan el cabello, les agradezco y se retiran.
—Dejaré mi currículum, te sorprenderías de mi potencial —susurra y sonríe.
Niego y no puedo evitar sonreír ante su presencia.
—Lo pensaré —finjo seriedad y recuerdo el regalo que le tenía preparado y que no le pude entregar a tiempo en su cumpleaños.
Busco en mi bolso y encuentro las dos cajas envueltas en papel de regalo brillante.
—¿Qué tramas? —me sigue con curiosidad y sus pasos son lentos.
—Pon las manos —le ordeno y tarda un segundo en procesarlo hasta hacer lo que le pido.
Le doy los dos regalos y sobresalen de sus grandes manos. Kieran sonríe al sentir y observar lo que sostiene.
—¿Qué es? —examina los regalos como un niño pequeño, con emoción y esa ternura ante un gesto tal vez no tan grande, pero que para él, significa mucho más.
—Ábrelos.
La música pop de fondo se escucha más fuerte por un instante cuando no intercambiamos palabras, y lo veo abrir con prisa los regalos.
Aprecia lo que mandé a hacer: Un rompecabezas con la foto “familiar”, que tenemos en el parque junto a Caguama y un juego para rellenar y decorar con brillos de colores de la foto que nos tomaron en la fiesta de disfraces.
—Es lindo, original y creativo. No sé si podré usarlos, me gusta más para decoración —los admira con ternura y cuidado, apreciando cada pequeño detalle.
Al verlo dichoso, me siento feliz, que logré mi propósito con la intención que tenía en mente al planearlo.
—Oh, no. No te conviertas en una abuela que guarda todo en la vitrina como un trofeo —me cruzo de brazos, niego y me burlo, recordando a mi abuela que hace justamente eso.
Ríe y va a guardar los regalos en su mochila.
—Ya veremos si los estrenamos o se quedan intactos.
Regresa a estar cerca mío y me sonríe.
—Tal vez, deberíamos decorar de brillos tu mochila —apunto a la barbilla a la esquina donde están sus pertenencias y él niega de inmediato.
—Inténtalo, Rhiannon —me reta y se va por ahí a los libreros a buscar no sé qué o a hacerse el interesante.
Miro al equipo que acomodan las luces y demás, y aprovecho para escabullirme a seguir a Kieran.
No estoy segura de cuál sección de libros está aquí, parecen ser más informativos y se ven un poco gastados, por no decir que también abandonados. Elegimos un lugar en donde no molestáramos demasiado a las personas, tiene sentido al ser casi el último piso de la enorme biblioteca pública de la ciudad.
Es preciosa, con alfombra de color terracota, libreros y muebles de madera, así como puff de color café que están dispersos para leer, junto a las pequeñas mesas de lectura con lámparas. Tiene grandes ventanales en donde puedes apreciar que estás en lo alto, y el clima hoy nublado, lo hace mayormente acogedor.
Kieran parece buscar algún libro interesante y yo busco alguna portada llamativa, ya que sí, la portada sí es importante. Considero que es “la primera impresión”, de tu obra. El dar un vistazo sobre su mundo dentro, y que atrae inevitablemente por lo visual.
Me voy del lado contrario de él y veo una portada la cual me gusta, es de color índigo y tiene letras plateadas, luce moderno. Mientras tanto, Kieran está sumergido en un libro que encontró y hojea con genuino interés.
Intento alcanzar el libro que quiero, pero para desgracia de mi estatura, no lo alcanzo. Miro de reojo a Kieran. No lo quiero molestar y pedir ayuda sin realmente intentarlo antes, rendirme sin más, entonces prosigo a elevarme de puntillas y como no obtengo éxito, doy algunos pequeños brincos que me cansan.
Maldición, necesito utilizar zapatos con plataforma para estos casos.
Lo vuelvo a intentar una y otra vez, hasta sentir la cercanía de Kieran, quien se acerca de repente y está detrás mío. Lo miro y con una mano sostiene algunos libros arriba de mi cabeza y con la otra, agarra con firmeza el libro que eligió.
—¿Qué tienes ahí? —me llama la atención al leer algo con la palabra “amor”, deduciendo que quizás son poemarios por la corta extensión del libro, puede ser una antología.
—Un libro, ¿qué más?
Su respuesta me hace rodar los ojos. A veces, puede ser tan tonto que no sé si lo dice en serio o es su humor rancio.