# De Fake A Date

¿Dormir con Kieran?

Hicimos un viaje de amigos por el cumpleaños de Kieran, una acampada frente al lago. Es un evento significativo, ya que tenemos un poco de tiempo libre en nuestras agendas y todo se acomodó para poder “escaparnos”, a la naturaleza y aprovechar el buen clima.

Rentamos una camioneta para llegar al destino, nos turnamos en los asientos y en quiénes manejan en distintos tiempos. Paramos algunas veces en las casetas para comprar comida, ir al baño y estirarnos un rato, hasta que la tarde nos alcanzó y cuando llegamos, a lo que parecía estar en medio de la nada, era hora de la cena.

El ambiente es bastante familiar, hay pocas familias alrededor del lugar, y debo admitirlo, es precioso cada aspecto del viaje. Aunque estemos adoloridos, cansados, con sueño y hambre, una sonrisa de emoción y diversión decora nuestro rostro. Sin mencionar a Kieran, que está asando la carne junto a su mejor amigo, Aeron, y que en este momento es solamente eso, no su mánager.

Elira y yo armamos las tiendas de campaña, es un caos y reímos en el proceso, sin embargo, no puedo evitar ver de reojo a Kieran, sonríe como un niño pequeño, sin cámaras de por medio, sin internet y poder ser simplemente él.

—¿En qué piensas, Rhia? Llevas rato haciéndole ojitos a Kieran. ¿Ya por fin consumaron su relación o es hoy la “noche especial”? —me da un codazo y casi me caigo encima de la tienda de campaña de color beige.

—¡Elira! —la empujo y ríe. —¿Es en lo único que piensas? Casi arruinamos la tienda.

Chasquea la lengua en negación.

—Evades la respuesta. O todo debe estar o “muy bien”, o “muy mal”, no hay término medio.

Suspiro y niego.

—Sabes perfectamente que lo nuestro no es real. ¿Por qué incitas a crear ilusiones y fantasías innecesarias? Quiero disfrutar este momento sin tener en cuenta los días que faltan en el calendario para que nuestro contrato se acabe —termino de acomodar la tienda, me retiro para verla un poco de lejos y ver si estoy satisfecha con el resultado.

—Oh, no —su tono de preocupación me alarma como si pasara algo malo. —Conozco esa mirada —me apunta y al procesarlo, avanzo y la dejo hablando sola.

Por ende, me persigue hacia la camioneta, la cual está llena de luces, tiene sillas a los lados, una hielera con bebidas, suministros de más comida y estamos relativamente cerca de ellos. Hasta acá llega el humo, el olor de la comida y carbón y se escucha el sonido de la carne en el asador.

—Mejor ayúdame, anda.

—¿Ayuda a qué, específicamente? ¿A aceptar tus sentimientos, escribir una confesión o la plática sobre la importancia de usar protección? —sus palabras me irritan ya que exagera su tono y goza el burlarse de mí.

—¡A armar la última tienda de campaña! No la encuentro —busco en la cajuela y no está, la cierro con fuerza y avanzo. A lo mejor está en otro lugar.

La volteo a ver y sonríe maliciosa.

—¿Por qué me miras así? No me digas que…

—No hay una tercera tienda de campaña —me interrumpe y se cruza de brazos victoriosa.

¡Oh, no! ¡No, no, no!

Me agarro la cabeza ante su respuesta y comienzo a negar como si fuera un juguete de pilas defectuoso.

—Lo hiciste a propósito, no lo puedo creer. Eres Judas.

—Me lo agradecerás después… —me da una palmada y yo amenazo con pegarle.

Ríe cínicamente.

Wow, ahora siento lo que debió sentir Jesús.

—Dormiré en la camioneta —sonrío satisfecha y me dirijo a abrir la puerta, aunque no funciona, está más cerrada y bloqueada de lo que aparentaba mi corazón. —¡Elira! Dame las llaves.

—Yo no las tengo. Tal vez, estén enterradas en algún lugar de aquí. Y tú misma cerraste la última oportunidad que tenías para escapar de tu destino por la cajuela.

Es una verdadera alcahueta.

Ante tal posible solución, saco mi celular para utilizar la linterna y comienzo a buscar entre la arena y piedras, las llaves escondidas como el mayor de los tesoros. ¡Ahora necesito un detector de metales!

—¡Ya está la carne! ¿Qué pasa, se les cayó algo? —escucho a Kieran llegar de repente con una brocheta de carne cuando estoy agachada y escarbando como un animal.

Luce tan inocente sin pista alguna de lo que está sucediendo en realidad y del cruel destino que nos espera al final.

—No es nada, seguramente estará buscando su dignidad. Por cierto, le gusta la carne en “término medio” —la escucho susurrar lo último y lo único que quiero, es aventarle las piedras que encuentro. Estoy de rodillas, luciendo patética y sin remedio.

—¡No es cierto! —grito y Elira arranca un pedazo de carne de la brocheta y me lo da de comer para que no hable más, casi me ahogo.

Maldición, y esto apenas comienza. La noche es joven.




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