Fragmento de Salvajes:
«Humano», pensé.
Humano. Extraño. Lejano. Tardío. Vivo.
Cuando alcé la mirada al cielo, fueron tus ojos los que me recibieron; par de estrellas fugaces. Me pareció inoportuno e incluso cruel, porque te veía y sabía que eras tú, pero era imposible y triste. Fue el viento, conmovido quizá con el peso de la ausencia o de la desdicha que por aquellos días me cruzaba los ojos, que apenas me permitía moverme; fue el viento que trajo la imagen viva del amor. Te trajo a mi memoria, como una súplica desmedida por calmarme el dolor de no verte, de no tenerte.
Dime, ¿piensas en mí cuando las noches se hacen más largas y frías? Yo pienso en ti por las tardes, cuando me siento a tomar el café, a ver el atardecer, cuando el ruido de la ciudad se hace inclemente. Pienso en ti cuando me despierto por las mañanas, cuando no quiero pensar pienso en ti; sé que estás aquí, que haces parte de todo, que haces parte de mí. Te recuerdo cuando la música se termina o cuando comienza una nueva. Lo cierto es que, amor, no te pienso tanto como me gustaría, pero te extraño de tal manera.
Te extraño con absoluto dolor y con exagerada calma. Te extraño cuando se hace el silencio o cuando me siento a tomar el café, las mismas tardes en que te pienso. Porque es injusto que tengas que estar leyendo esto y no escuchándolo, porque es terriblemente tortuoso seguir pasando noches sola, cuando esta cama, este lado de la cama no es más mío de lo que es tuyo. Porque no hay mañana, tarde o noche en la que no dese que estes de nuevo aquí.
Pero entonces la brisa se detiene, y te marchas.
Estoy sola de nuevo, sola con los años de ausencia. Sola sin ti, sola con un amor preso de ti. Estoy sola y vieja y lo nuestro no es más que un recuerdo.