De lo que deseamos y no podemos olvidar

DE LO QUE DESEAMOS Y NO PODEMOS OLVIDAR

DE LO QUE DESEAMOS Y NO PODEMOS OLVIDAR

Hay cosas que no te debía, pero que me pediste y decidí cumplir. Aun así, quiero recalcar que esto no es un acto de amor, sino de perdón. De perdonarte a ti, pero más perdonarme a mí; Ahora, aunque suene difícil de creer, puedo dormir ocho horas, desayunar a tiempo y no olvidarme de la cena cada noche. Créelo cuando lo digo, ahora puedo leer un libro antes de dormir… perderme entre sueños y descansar al fin. Al fin, cariño, descansar. Porque, después de tanto, dejé de sentir el peso de la consciencia, porque sé qué, entre todas las cosas, alejarme fue lo correcto.

Y lo que más me pesa, entre tanto bienestar, es que solo lo he conseguido gracias al peso de una mentira. Porque en realidad, aún me duele. El extrañarte y que no estés cerca. Mi mente es cobarde y traicionera; jura odiarte y no añorar tus besos o ver tu sonrisa, pero en el fondo, en lo más recóndito, sigue conservando una pizca de esperanzas del glorioso futuro. Nuestro futuro, el que nos debemos. 

No debería decirlo en voz alta, porque solo estaría contradiciéndome. Es esa la razón por la que estoy aquí, entre palabras diáfanas, que no pueden mentir. Porque después de todo, siguen siendo tuyas de la misma manera que son mías. Esto viene de ti, de mí, de ambos. De los que somos, de lo que nos perdimos. Nos perdimos, amor, seguimos perdidos, lejanos el uno del otro y no consigo desprenderme de aquel ínfimo recuerdo de felicidad que nos dimos.

Ahora, entre mi lucha de olvido, encuentro en mi memoria aquellas extrañas coincidencias de una despedida anticipada. Lo sabías, lo sabía. Éramos finitos.  

Por eso te escribo. Te escribo una y otra vez, cada que llegas a mi mente. Es ahí, el único lugar donde nos encuentro diferentes; fuertes, apasionados, luchadores, unidos. En aquel mundo imaginario somos más que un eterno olvido, somos la parte más grande de la esperanza y cobramos tanto sentido que, del mismo modo, lo perdemos. Somos nosotros flotando en el universo, perdidos en la infinidad del amor, del deseo y la gloria. Somos. Somos todo lo que hoy perdemos.

Te hago perpetuo e infame entre todas estas palabras que no tendrían sentido sin ti. Cobras valor solo cuando es mi puño el que escribe, quien te idolatra de una manera que no has merecido. Estás presente aquí, en cada coma, en cada pausa, pero sobre todo, en cada punto suspensivo.

Esa es tu condena, cariño, tu condena y la mía. La de vivir recordándonos el uno del otro y de todo lo que perdimos, lo que deseamos y no podemos olvidar.

Somos aquella historia que termina en el suspense, que quiebra el pecho y doblega la voluntad. La mía más que la tuya. Y pasarán los días con sus noches, entonces llegará el día del final, ya sea por mi mano o por la del destino —infame destino— que dejaremos de pensarnos y de amarnos y de desearnos. Entonces ambos habremos muerto.

 




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