De mi propiedad

Capítulo 11.

Izan Harrison:

- ¡Miley! - grité.

La pequeña criatura se encontraba imperativa el día de hoy, no dudo en dañarme uno de mis peluches y un par de calcetines.

Estaba sorprendido y maravillado ver el crecimiento, me sentía como un papá orgulloso, cada día engordaba más y crecía. Y no decir que se volvía cada vez más traviesa. El día de ayer había roto un cojín de la sala.

No podía enojarme mucho con ella, en serio, es tan tierna. Sabe cuando estoy enojado o triste y no duda en ir a reconfortarme.

Estos días me la pase llorando imaginado mi secuestro, ella estuvo a mi lado lamiendo mis lágrimas.

Tenía dos mascotas. Zac y Miley, ahora sólo tengo una.

Todavía me sigo preguntando como ese pequeño gatito perezoso se dignó a salir de la casa y pasar las cercas.

Encontré su cuerpo en la esquina de la calle. Ese día había tenido un mal día, la profesora de francés no quizo aceptar mi trabajo, según por que mi trabajo no estaba bien ¡Ni lo había dado un vistazo! 
No tenía la culpa que mi padre rechazó una cita con ella.

- ¡Pequeña juguar! - volví a gritar.

Di vueltas en mi habitación buscando los posibles escondites.

- ¡Abajo! - escuché gritar a mi padre -, está comiendo.

Suspire, había comenzado ha asustarme.

- ¡Gracias! - grité.

Había olvidado que era la hora de su cena, por suerte tenía a mi padre que me recordaba todo siempre.

Fui hasta la estantería donde reposaba mis libros. Está estaba hecha de madera de sándalo y la forma de la estateria era de forma muy curiosa. Un árbol de navidad.

Pegada en la pared cerca de mi cama dónde sólo extiendo el brazo derecho y alcanzó un libro.

La madera olía bien, tiene un olor muy peculiar. Es muy dulce y me sorprende que ese olor no se haya ido con el paso del tiempo.

Un libro de Stephen King estaba en mis manos.

El resplandor.

Había comenzado el libro hacia unas horas pero sólo avance unos cuantos párrafos del primer capítulo. Ahora que estaba sólo podía disfrutar leer.

Tomé mis lentes de lectura y me senté en mi puf gris que estaba al frente de la ventana abierta.

Ullman le había hecho una pregunta, sin que él alcanzara a oírla. Mala suerte, se dijo. Ullman era una de esas personas capaces de archivar en su computadora mental los errores de este tipo para tenerlos en cuenta más adelante.

-¿Qué decía?

-Le preguntaba si su mujer conoce realmente el trabajo que ha de hacer aquí. También está su hijo, por supuesto -echó un vistazo a la solicitud que tenía ante sí- ... Daniel. ¿A su esposa no le asusta la idea?

-Wendy es una mujer extraordinaria.

-¿Su hijo también lo es?

Jack esbozó una amplia sonrisa de «relaciones públicas».

-Creemos que sí. Para sus cinco años es un chico bastante seguro de sí mismo.

Ullman no le devolvió la sonrisa. Guardó la solicitud de Jack en una carpeta, que fue a parar a un cajón. La mesa quedó completamente despejada, salvo por un secante, un teléfono, una lámpara y una bandeja de Entradas/Salidas, también vacía.

- Izan ya es la hora de cenar - gruñi ignorando los llamados.

En serio intenté seguir con la lectura pero los toques en mi puerta eran muy fuertes.

Me levanté del puf y marque el párrafo donde había quedado.

- ¡Voy!

- Rápido se enfríara. - Lo oí decir detrás de la puerta seguido de sus pasos alejándose.

Salí de la habitación con mi teléfono en mano, tenía pensado llamar a Cole. Para molestarlo un poco. Igual no tenía nada que hacer y quizás el libro lo lea cuando sienta que nadie me interrumpira.

Llegué al comedor saludando en el camino a Nat, la cocinera desde hace tres años, le tenía un cariño enorme a la señora.

- Hoy comeremos sólo tú y yo - hice un puchero, no dije nada -, y también tengo que decirte un par de cosas.

Asenti con la cabeza viéndolo sin decir nada.

Me asustaba como de repente se había puesto serio. Natacha no demoró en traernos nuestros platos de comida, le agradecimos y en unos segundos comenzamos a comer.

Le hablé un poco de como iba el intituto y de como me había ido en la práctica de fútbol en la tarde.

Cuándo ya casi había terminado mi pasta el tomo de mano apretando un poco fuerte.

- Tendrás un guardaespaldas. - Soltó.

Alce ambas cejas sin entender.

Me limpie los labios con la servilleta y tomé un trago de mi vaso de agua.

- ¿Porqué?

Ya lo tenía. Algo que el no sabía.

- Sólo es una advertencia de un ex socio - rodó los ojos -, aún así mejor hay que prevenir. Mañana se presentará temprano, te seguirá a todas partes hasta en el intituto.

Rose Lewis:

- Ya me contaron todo. - Oí decir a Cole.

Reí negando con la cebeza. Tomé foto al pequeño papel y busque un traductor en internet.

- Lo pensé - susurre dando la vuelta de mi silla encarandolo - , así nunca fueras llegado hasta aquí. Estuve tres días intentando localizarte.

- Mi agenda es muy ocupada.

- No me digas - rodé los ojos -, como sea, desde hace rato quería hablar unas cosas contigo.

Sonrió arreglandose mejor en el sofá.

- Soy todo tuyo. - Se burló.

- Anne. - Comencé -. Es tú novia lo entiendo, intenta que no toque a Izan porque después no responderé...

- ¡Qué mala eres! - Chilló emocionado mientras aplaudía.

Reí.

- Como decía - rodé los ojos - Michael ya me contó de sus roces... Tú sólo no hagas que se le acerqué.

- Muy bien - se deslizó en el sofá cruzando las piernas -, ahora que me amezaste con un pistola en la cabeza y me prohibiste no dejar que mi dulce novia no esté con mi mejor amigo quienes se llevan de maravilla - fingió limpiarse una lágrima -. Me toca a mi hablar.

Sonrió.

Cruce mis piernas.

- Comienza.

- Izan es un tonto al rechazarte.

- No lo es - negué -, lo entiendo en partes pero lo entiendo.




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