La certeza del trasfondo del amor.
Otra vez me sentía pesado, como si mis pies no puediesen avanzar, como si una sustancia pegajosa me insistiera en quedarme. Aunque mirase abajo, nunca encontraba nada.
Era como si mi propio cuerpo no respondiera a mis plegarias, como si yo mismo no tuviese control absoluto de mi persona.
Estaba solo, siempre estaba solo. No necesitaba buscar a nadie porque no habría nadie a quien mirar. Estaba solo con eso. Y necesitaba darle un nombre o cara a eso que me perseguía.
Pero ahora no estaba ahí, solo estaba yo, con mucho peso y sin poder avanzar. La desesperación subía por mi garganta hasta llegar a mi boca, pero tampoco podía gritar. Era como si yo mismo no existiera.
Cierro los ojos porque necesito un momento para mí, a pesar de que el miedo me abraza con sus fríos brazos. Confío en que todo seguirá su curso y cierro los ojos. Los mantengo cerrados y pienso... pienso en la sonrisa de mi madre y la risa de mi hermano, pienso en la carta de aquella chica, que olía a rosas y canela, y en la vez que caí de la montaña por un reto de mis amigos y me fracturé el brazo. Pienso en todo lo bueno que tengo en mi vida, cuando todo cae.
Todos los recuerdos caen al vacío.
Y pienso en que me fracturé el brazo y me quedé solo. Ninguno de mis amigos se preocupó por mí, ni fue a verme ni quisieron saber si me encontraba bien. Pienso en cómo mi madre se enoja conmigo todos los días porque nunca puedo ser perfecto. El hijo perfecto que ella desea, por más que lo intente no logro complacerla y solo espero que mi hermano sea lo que ella quiere porque yo nunca podré serlo. Y pienso en la chica que me entregó la carta y desapareció días después, su aroma a rosas y canela se quedó durante un tiempo mientras ella ya no lo estaba, solo los carteles con su cara pegados por toda la ciudad.
Pienso en que todo lo bueno es momentáneo y todo lo feo y lo malo y lo desgarrador... parecen quedarse más tiempo. Abrazarte con más fuerza para que no huyas de ellos.
Y siento las lágrimas calientes bajar por mis mejillas, los ojos me arden y no quiero abrirlos. Porque si los abro, entonces he perdido.
He perdido otra vez porque han llegado las cosas malas y eso está delante de mí, esperando que abra los ojos. ¿Qué pasaría si por una vez solo pienso en cosas buenas? Eso nunca se aparecería, porque es azul y no tiene rostro, es como humo o sombra, y huele a clavo, vinagre y madera vieja, a cigarro viejo como mi padre solía oler... y lo huelo.
Ahora sí lo huelo. Y sé que está cerca.
Y yo tengo que abrir los ojos y seguir adelante, tengo que continuar para saber cómo salir de aquí, cómo dejar de vivir esto, de sentir...
Y lo hago. Abro los ojos y veo su figura de humo y sombra desaparecer por la puerta vieja. Todo es azul, como si estuvieses bajo el mar, perdido, a la deriva... solo porque todo es azul sabes que nadie va a escucharte.
Entonces respiras... y es como si te ahogaras, como si todo doliera. Siento mi interior arder pero ahora puedo moverme. Mis pasos son pesados, como si caminaras en agua, muy lentamente.
Necesito llegar, acabar con todo esto. Averiguar por qué estoy atrapado en este bucle, por qué no me deja en paz... porque cada sueño es igual al anterior y me afectan de la misma manera.
Despierto llorando desconsoladamente, como si me abrieran el pecho de una tajada y dejaran que saliera absolutamente todo de mi interior, es como si eso, siempre que cierro los ojos para olvidar, me hicieron recordar. Entra en mi mente y me recuerda que el cuerpo no tiene consuelo cuando recuerda lo que la mente trata de olvidar.
Quiero creer que es solo un sueño, pero es difícil creerlo cuando te persigue. A veces pienso que en realidad nunca he despertado y sigo caminando en agua azul con los pulmones llenos de pena.
Pero aún vivo. Los días pasan y cuando me miro en el espejo para cepillarme los dientes o lavarme las manos todo huele a clavo, vinagre y madera vieja. Como si estuviera ahí. Miro el espejo y descubro que no puedo sostenerme la mirada a mí mismo.
Aún vivo y los días pasan hasta que cae la noche. Y todo se vuelve azul.
Logro llegar a la puerta, sigo el olor. Lo odio. Es un pasillo oscuro con esa luz azul que hace que todo sea vea de otra galaxia, y quizá lo estoy. Camino con incertidumbre aunque sé adónde voy.
He caminado por ahí todas las noches y nada cambia. Aun así siempre siento miedo o incertidumbre de lo que va a ocurrir, como si no lo recordara, pero lo sé muy bien, sé perfectamente que el pasillo tiene una alfombra desgastada de color azul y en medio una enorme mancha de algo. Es oscura.
Más adelante hay un mueble de madera de recibidor, y encima tiene una taza con el borde roto y café viejo y olvidado, dos libros con títulos raros: «la certeza del trasfondo del amor"» y «la angustia de ser uno mismo». No los he ojeados y hoy será el momento.
Me acerco al mueble y mi mano se encuentra con el primero: «la certeza del trasfondo del amor» al abrirlo me encontré con que estaba en blanco. Todas las páginas lo estaban. Entonces coloqué el dedo encima de una para cambiar de página y mi huela manchó la página de tinta... y cambió. Frente a mis ojos tomó forma y apareció un poema que nunca había leído:
"Muchas veces no sé si soy incapaz de amar,
o solo amo porque me gustaría amar.
No sé si amo porque tengo miedo,
o solo es miedo de no saber amar.
Muchas veces la certeza del amor
no está donde crees estar,
sino en lo que es."
No había firma ni nombre. Y tan rápido como lo leí, desapareció para volver a dejar una página en blanco delante de mí. Un poco desconcertado lo dejé y me hice con el otro, pasó algo muy similar, pero esta vez no había un poema, era una prosa lírica que me dejó un poco confundido:
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Editado: 19.06.2025