La noche invernal se cernía sobre mí, implacable en su frío abrazo, marcando la estación más solitaria del año. Sin familia con quien compartir el rato, y apenas unos pocos amigos a los que recurrir, sabiendo que ninguno respondería a mi primera llamada.
En medio de esta desolación, mi mente se aferraba a él. Hacía más de un año que habíamos tomado la difícil decisión de distanciarnos, después de haber compartido más de la mitad de nuestras vidas juntos.
Klaus.
Su nombre resonaba en mi cabeza, ¿qué estará haciendo? ¿qué fue de él? Me levanté de mi cama para poder reposar en el balcón, saqué un cigarrillo y lo encendí. Decidí tomar asiento para poder apreciar mejor las estrellas. En ese momento, millones de recuerdos abordaron mi cabeza. Él como protagonista de todos ellos.
Recuerdo cuando solíamos escaparnos por las noches, recorríamos nuestros lugares favoritos, a menudo pasábamos por el lugar donde nos conocimos, aquella estación de tren. El viento gélido acariciaba mi rostro, y en la distancia, el silbido de un tren me transportó a aquellos momentos de complicidad y amor compartido.
La soledad de la noche se veía interrumpida por el humo de mi cigarrillo, mientras mis pensamientos viajaban a través del tiempo, anhelando respuestas que solo el destino podía deparar.
Mientras contemplaba el paisaje nocturno desde el balcón, una suave nevada comenzó a caer, cubriendo todo con un manto blanco y añadiendo un toque de melancolía a la escena. El crujido de la nieve bajo mis pies al salir al balcón me recordó las caminatas que solíamos dar juntos en invierno, abrazados para mantenernos calientes.
Cerré los ojos por un momento, dejando que la nostalgia me envolviera por completo. Recordé las risas compartidas, los abrazos cálidos y los secretos susurrados al oído en las noches estrelladas. ¿Cómo habíamos llegado a este punto de separación? Me preguntaba una y otra vez, buscando respuestas en los rincones más profundos de mi corazón.
Mientras tanto, las luces de la ciudad titilaban en la distancia, como luciérnagas perdidas en la oscuridad. Recordé las veces que habíamos paseado por esas mismas calles, explorando cada rincón como si fuera el primero y el último. Klaus siempre tenía una forma especial de hacer que incluso las situaciones más simples se convirtieran en aventuras memorables.
La brisa gélida me hizo estremecer, y me envolví más en mi abrigo mientras continuaba perdida en mis pensamientos. ¿Estaría Klaus en alguna parte, mirando las mismas estrellas que yo? La idea de que quizás él también estuviera reflexionando sobre nuestro pasado compartido me reconfortaba de alguna manera, aunque no pudiera estar segura.
Con un suspiro, apagué el cigarrillo y regresé al calor de mi hogar, llevando conmigo el peso de los recuerdos y la esperanza de que algún día nuestras vidas se cruzaran nuevamente.