El brillo inclemente del sol me arrancó de mi sueño, obligándome a abrir los ojos con pesar. La luz inundaba la habitación desconocida en la que me encontraba, haciendo que la tarea de despertar fuera aún más difícil.
Desorientada, luché por recordar cómo había llegado hasta allí. Mi mente tropezó con la imagen de una conversación entre Katherine, Klaus y Jordan la noche anterior. ¿Qué habría sucedido después? La curiosidad me empujó a explorar la habitación, que parecía extenderse más allá de los límites de cualquier espacio familiar.
Caminé entre muebles desconocidos, mis pasos resonando en el silencio de la habitación. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta aquí?
Un repentino golpeteo en la puerta me sobresaltó, y mi corazón dio un brinco en mi pecho. Me acerqué con cautela y, con un suspiro, giré el picaporte. Frente a mí, apareció Katherine.
—Por fin despertaste, qué alivio —se tocó el pecho dramáticamente— ¿Cómo te sientes, Ava?
—Bien, creo. ¿Dónde estamos?
—Oh, estás en mi casa... Bueno, la casa de mi padre —rió por lo bajo.— Vamos a desayunar, Klaus nos está esperando.
Al escuchar eso, salí casi corriendo. Llegamos a un inmenso comedor y efectivamente Klaus estaba allí, al sentir nuestra presencia, levantó la mirada de su celular.
—Buenos días —agregó.
Ambas respondimos lo mismo. Tras varios minutos llegaron unas personas las cuales sirvieron el desayuno.
—Muchas gracias —dije con una sonrisa— nunca había visto tanta comida junta.
—¿Cómo estás, Ava?
Muy bien ahora que te he visto, Klaus.
—Estoy mejor, sin duda —di un mordisco a mi manzana.— ¿Qué pasó anoche?
—Después de bajar de la atracción, nos encontramos con Klaus y Jordan, luego de eso te desmayaste. Klaus decidió traerte a casa.
Por lo bajo observé a Klaus, se ve demasiado bien por la mañana, su cabello está húmedo y cae sobre su rostro. Sus ojos oscuros se dirigen a mí. En ese instante, un silencio cómplice se estableció entre nosotros, como si el mundo se detuviera por un breve momento, permitiéndonos apreciar la presencia del otro de una manera distinta. Sus ojos, profundos y enigmáticos, parecían contener un universo de secretos que me invitaban a explorar. En ese instante, su mirada se desvió ligeramente, pero el contacto visual había dejado una huella imborrable en mi mente.
De repente, un pensamiento atravesó mi mente como un relámpago. ¡Mi tía! ¡Olvidé por completo avisarle! La preocupación se apoderó de mí, y en un instante de angustia, me levanté de la mesa.
—¡Debo irme, no le avisé a mi tía! —exclamé, mirando a Katherine y a Klaus con pesar.
Klaus, con una expresión serena, se ofreció a acompañarme. Salimos de la casa apresuradamente y, para mi sorpresa, Klaus tenía una motocicleta esperando afuera. Sin dudarlo, me ofreció llevarme a casa de mi tía.
El viento fresco golpeaba mi rostro mientras Klaus manejaba con destreza por las calles. Llegamos a la casa de mi tía en poco tiempo, pero al entrar, nos recibió con una mirada furiosa.
—¡Ava! ¡¿Dónde estabas?! ¡Te he estado llamando sin parar! —gritó mi tía, su voz llena de preocupación y enojo.
Antes de que pudiera articular una disculpa, un sonido resonó en la habitación. Un golpe seco seguido de un silencio tenso. Mi tía, en un arrebato de ira, me abofeteó con fuerza, dejando una marca ardiente en mi mejilla. Klaus, testigo de la escena, observaba en silencio, su mirada ahora llena de sorpresa y preocupación.
En un intento por calmar la situación, Klaus se adelantó, intentando explicar la situación a la tía de Ava. Aún alterada, la tía de Ava le preguntó quién era él, a lo que Klaus se presentó con calma. En medio de la confusión y la tensión, ninguno de los dos se había percatado de las lágrimas que corrían por las mejillas de Ava, su tía nunca le había puesto una mano encima.
Ava solo podía escuchar en silencio mientras las lágrimas salían cada vez más, Klaus pareció darse cuenta de su estado y le hizo una seña para que se fuera.
"Todo estará bien, yo me encargo" fue lo que pudo entender.