Después de evadir la cena, opté por llamar a mi tía Mary. Ahora me encontraba en la habitación, más precisamente en el balcón, desde donde podía observar a los demás. Aún permanecían en la mesa, sumergidos en animada conversación y risas.
Busqué a Klaus con la mirada, pero no lo encontré en ninguna parte. Con un torbellino de pensamientos en mi cabeza, me preguntaba por qué Jess se comportaba de esa manera, tan cruel. Recordé el día en la feria cuando me advirtió que no me acercara a los chicos, sin embargo, Jordan la había invitado. ¿Qué significaba eso?
El sonido de la puerta cerrándose me hizo girar, aunque sabía con certeza que era Klaus. Sus pasos resonaban detrás de mí, y al girar me encontré con el mayor de los Dubois observándome.
Ninguno de los dos dijo una palabra. Simplemente nos quedamos ahí, mirándonos. Su cabello estaba desordenado, su mandíbula tensa, su mirada penetrante. Me intimidaba.
—¿Estás bien? —preguntó, rompiendo el silencio.
No esperaba esa pregunta.
—¿Qué? —respondí, confundida.
—¿Por qué permites que te hable de esa manera? —elevó un poco la voz.— ¡¿Por qué permites que los demás te menosprecien?! —continuó, visiblemente alterado, las venas marcadas en su cuello.
La brisa nocturna cortaba como una cuchilla mientras me encontraba en el balcón, envuelta en mi propio tumulto emocional. Su voz resonaba aún en mis oídos, cargada de una intensidad que no esperaba.
—Oye... cálmate, no es para tanto, además, no debería importarte —respondí con un deje de temor, enfrentando un tono que nunca había escuchado de él.
—Me importa, Ava. Me importas tú —su confesión me dejó boquiabierta, congelada en mi lugar. ¿Acaso había escuchado bien? ¿Klaus, el chico que siempre había sido un enigma, estaba expresando preocupación por mí? Mi mente luchaba por procesar esta revelación mientras él continuaba, su voz firme y decidida.
—Me enfurece ver cómo dejas que los demás te traten como quieran —su tono era implacable, cargado de una determinación que me dejaba sin aliento. ¿Desde cuándo le importaba lo que me sucediera?
Antes de que pudiera articular una respuesta, Klaus me tomó del brazo, llevándome hacia la calidez reconfortante de su habitación.— La próxima vez que alguien te hable de esa manera, no voy a quedarme de brazos cruzados —su promesa resonó en el aire, llenando la habitación con una energía intensa.— No me va a importar que sea mujer.
Mis labios se entreabrieron en busca de una explicación, pero Klaus me detuvo con un gesto.
—No preguntes —su voz era firme, pero había una suavidad oculta en sus ojos mientras me observaba.— ¿Qué hacías ahí afuera sin un suéter? —su preocupación por mi bienestar me tomó por sorpresa, sus manos cálidas contrastando con el frío de la noche mientras me envolvía con uno de sus suéters.
—Si sigues así te vas a resfriar —su tono era ligero, casi burlón, pero su cuidado era innegable. Sus dedos rozaron mis mejillas, enviando un escalofrío por mi espina dorsal.— Estás fría como un muerto —rió suavemente, rompiendo la tensión con un destello de humor.
Por mi parte, me encontraba atónita, luchando por reconciliar al Klaus que conocía con esta nueva faceta de cuidado y preocupación. Siempre se había mostrado como una persona distante, indiferente ante el sufrimiento de los demás. ¿Qué había cambiado ahora? ¿Por qué estaba siendo tan amable conmigo?